En barranco hasta el señor de los milagros le hace a la trasnochada. Esa noche de noviembre volvía en hombros de los devotos a una casa, horas después de que la afición nacional hubo lamentado la pérdida frente a la selección brasilera. Sin importarle el score final, el cristo de pachamamilla versión lima 04, había salido, paseado y se disponía a descansar. Los fieles entusiasmados cargaban el anda y lanzaban pétalos mientras que una improvisada banda entonaba himnos populares a ritmo procesional.
A pocas cuadras terminábamos de tomar algunas cervezas después del partido. La visita se había ido y sólo quedábamos el perro, D. y yo. Pelé, saltaba de un lado a otro y daba esos grititos de urgencia de cuando pedía baño arrodillado, en idioma perro. D. salió sorteado para sacar al Pelé a pasear al malecón, resultado de mi rifa imaginaria que le comuniqué mientras me metía en la cama a ver lo que quedaba de los programas del domingo.
A esa hora, ese mismo domingo, el cristo moreno y mi perro brasilero andaban las mismas calles.
La primera detonación casi ni la sentí. La segunda, tercera y cuarta, sí, y de inmediato llamé a D. para cerciorarme de que ninguno de ambos haya muerto en lo que sonaba como una balacera. No respondió. Llamé varias veces más.
-Han habido explosiones, Pelé estaba suelto y salió corriendo. Tengo varios minutos buscándolo.
Los fuegos artificiales que despidieron la procesión, despidieron también a mi perro. Mi perrito, mi preocupación. Ahora cristo dormía y mi peregrinación empezaba.
1 comentario:
gustome!
ahora quiero peregrinación.
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