Hay un
animal afuera. En esta historia no hay señorita Andree ni nada parecido, solo
hay un animal enorme que bufa o relincha o quizás gime del otro lado de la
pared. No es fácil estar en medio del bosque a pesar de lo que una diga. Primero,
tiene una que aprender a caminar sin zapatos y pretendiendo no tener miedo. Eso
cuesta una o dos cortadas de mediana a grave intensidad en las plantas de los
pies, pero es una especie de pagada de piso. Nadie que quiera estar y
sobrevivir tranquilo en este lugar, puede tener los pies inmaculados. Lo segundo
es no tenerle miedo a las arañas y lagartijas. No tenerle miedo a los grillos
que se te avientan al pelo porque tu pelo negro es un mar en el que se refleja
la luz y ellos tienen sed, o hambre. Sacar los bichos, matarlos o no
dependiendo del ánimo [vete], dejarlos ir por pena, ecologismo o sentirse un
ser superior que le perdona la vida al resto. Lo tercero es escuchar a los
pájaros, entender a los pájaros y hacer que los pájaros la entiendan a una. Los
pájaros son seres independientes pero están hechos para entender que los
humanos no lo somos. El pájaro marrón que camina, por ejemplo, no entiende
cuando me ve echada en la hamaca sin nadie alrededor y se pone a gritarme
cosas. Yo, como es obvio, no lo entiendo. El pájaro marrón se aburre de
gritarme y yo de no entenderlo y finalmente guardamos silencio. Sólo se escucha
la campanita del móvil que cuelga del borde del toldo de caña haciendo tilín
cada cierto rato y la leve, mínima aspiración que doy a cada calada de
cigarrillo [por qué].
Se aprende
todo, por aquí. Se aprende por ejemplo, que a los perros no les gusta que los
burros pasten cerca de la casa. Ni los perros ni los burros, son míos. Los burros
vienen porque la lluvia trajo monte y de comer eso viven [qué pasó?]. Los
perros vienen a la casa porque estoy yo y les compro Mimaskot a granel; eso los
hace sentirse responsables de perseguir a los burros para que no se acerquen.
Hay un
animal enorme fuera de la casa. He hecho creer a la otra habitante que es un
animal sin importancia, sin embargo tengo miedo porque parece ser un animal
gigantesco. Cuando encontré la tarántula entre mis pies, pensé que era poca
cosa y la saqué envolviéndola entre un taper y tres hojas de papel periódico.
El día que cerré la puerta del baño y estaba la enorme rata trepando las
paredes y amenazándome, acallé el grito para no asustarme ni asustar, luego
abrí la puerta y salimos la rata y yo al mismo tiempo, gritando en humano y en
rata.
El animal
que está afuera no [mentiroso]. El animal que está afuera da gritos que no se
entienden. Podrían ser gemidos de placer, gritos de auxilio o de guerra. Espera
entre canción y canción y lanza alaridos. Las primeras veces la otra habitante
dijo, escucha, ahí está y yo escuché. Como las puertas estaban abiertas por el
calor, salí al dintel y me paré en pose muy macha a enfrentar al animal, pero
el animal no estaba, sólo estaba su grito loco llenando el espacio. Cuando no
lo vi, traté de dar unos pasos dentro del bosque únicamente con la linterna de
un encendedor, rogando en el fondo que no aparezca, y no apareció. Después decidí
cerrar esa puerta y un rato después, cuando los gritos aparecieron del otro
lado de la casa, la otra.
Cuando dormimos,
el animal se acerca a las ventanas y grita. Grita toda la noche y creo que las
dos fingimos estar durmiendo porque ninguna persona con un dedo de frente
podría dormir con la amenaza de que el animal entre por la ventana [eres mucho
menos importante de lo que crees]. El animal goza de mi miedo y goza del susto
y goza del miedo de la pobre Alicia que vino a acompañarme sin saber que vino a
enfrentarse a la amenaza de ser comida por un algo inmenso y sin rostro que
podría entrar a la casa en cualquier momento y que avisa a gritos que está ahí,
al lado nuestro siempre.
De día vamos
a la tienda y al panadero, comemos chicharrones y carnes secas, hablamos con
los lugareños. Apenas cae la noche cerramos las puertas y bebemos vino. Ponemos
la música cuán fuerte se pueda, bailamos y nos reímos de lo vivido. Yo no se si
ella se da cuenta pero por las noches [decídete y habla conmigo] el animal se
acerca cada vez más. Anoche me gritaba en el oído al borde de la cama antes de
dormir.
Esta no es
una historia de conejitos, hay un animal enorme que se acerca cada día más y nosotras
pretendemos que no existe.
1 comentario:
oí que a esos bichos gigantes los espantabas poniendote margaritas en los oídos antes de dormir, pero nunca hice la prueba
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