28 de mayo de 2012

bala


Me levanto sin ganas porque sueño todas las noches con que los presos bajo palabra entran a asaltar la caja justo cuando yo estoy vendiendo unas loterías. Se que es una estupidez pero voy todos los días al trabajo como quien va a la guerra, a esperar las balas de los presos rabiosos que trabajan en la ladrillera de enfrente. Ya los conozco, por eso tienen caras específicas y acentos y tonos de voz y hasta ropa real cuando duermo. Tengo miedo pero no me voy a dejar, por eso me visto y salgo a luchar contra la nieve desde Garfield hasta Saddlebrook. Me quito el saco, me pongo el mandil blanco percudido y procedo a preparar dos jarras de café, a lustrar la fruta y a refrescar los muffins semi muertos que ofrecemos como recién horneados. Grow fresh coffee pots, se dice.

Lo he visto todas las mañanas desde el día que entré a trabajar en ésta cafetería.  Gus, como es común, le gritó mi nombre el primer día.

-Esta es Sandrita, la peruana que reemplaza a nuestra vieja moza. Sandrita, be good to the Joes.

Mientras atiendo a las mesas que dan a la ventana, veo una van gris y vieja que dice Joe´s Plumbing. En la barra Joe y Joe, el primero un hombre de unos cincuenta años, canoso y alegre vestido con un jumper azul. Al lado suyo un chico de veinticinco usa un jean viejo, camisa de franela y debajo de ella, un polo. Amarrada al cinturón una especie de cartuchera de cuero, botas. Tiene poco pelo y es un evidente italiano americano. El pelo que le falta, falta en la frente. Bajo la frente unos ojos negro profundo y un poco más abajo una sonrisa de saludo. Si sabes cómo todo se detiene, cómo todo para unos segundos cuando miras los ojos de Joe Jr, no? Be good to the Joes.

Dentro de la cafetería todo es un poco rosado, supongo que por el color de la fórmica que baña la barra y los asientos de cuerina. Afuera la nieve no para, pero soy la única a la que le importa. Ponerse el mandil, refill the kétchups. Luchar contra el enemigo, quitarse el mandil y volver a la casa. Ensayar todos los días una sonrisa diez minutos antes de la llegada de Joe Jr. Practicar en el espejo del baño la cara que hará que al fin me diga algo, nada, algo lo que sea. Cambiar con Katherina la plaza, ella a las mesas y yo a la barra porque ahí se sienta mi chico. Complicidad con la rumana todos los días hasta casi no tener que hablarnos, aprender que el rumano y el español suenan casi igual. Pelear con Gus porque el griego y el español también suenan parecido y el maldito viejo ya vió la cara que pongo cuando se estaciona la van gris en la puerta cubierta de nieve, las manos que tiemblan, los platos que se caen.

Joe ahí, sentado. Pretendiendo siempre interés en mis estudios, en mi vida, preguntando cosas intercalado con su viejo. Yo no perdiendo la sonrisa nunca, pregunto detalles de gasfitería. A las siete y cuarenta y cinco todo se acaba, los dos tienen que salir a enfrentarse al trabajo y a mi me quedan nueve horas más de mandil, de sal, pimienta y clam chowder. Le damos falsa comida casera a gente sola. El país de la libertad es un país de solos que vienen a buscar una casa a esta cafetería rancia.

Tus ojos, tus solos ojos Joe Jr, me han puesto aquí. Tus tres preguntas de cumplido, la propina proporcionalmente enorme con respecto al precio de tu desayuno. La ilusión entra por la puerta todos los días a las siete y a las ocho ya se ha ido. A las nueve entra por la puerta golpeando uno de los presos de la ladrillera de enfrente, el que tiene un problema de dicción y lo que yo entiendo como un leve retraso mental producto de un balazo. Se acerca a la caja donde le estoy dando boletos de lotería a Kay, la viejita que tiene una hermana con alzheimer, y me dice rápido que los latinos están planeando robar la caja, que abandone el trabajo, que me lo dice porque le caigo bien. Luego sale rengueando porque ha cruzado la pista sin pedir permiso a su parole officer. Le cuento a Gus asustada y aunque le preocupa, no parece hacerme mucho caso.

Esa misma mañana Joe Jr me ha dicho Sandra, quiero mostrarte algo. Abre la billetera y saca la foto de una niñita de unos tres años que tiene esos mismos ojos oscuros. Sonrío y lo felicito, luego se va.

Duermo todas las noches soñando con los latinos que me amenazan cuando salgo de Saddlebrook hacia Manhattan a estudiar un curso fulero y luego dormir y de nuevo ellos gritando y disparando. Salgo todos los días a esperar la llegada de Joe a las siete y verle los ojos cuarenta minutos o con suerte más, nunca menos. Espero pacientemente la bala y ruego que los latinos aparezcan a romperlo todo pasadas las ocho.





1 comentario:

Isaías Chilquillo Dávila dijo...

No sé exactamente por qué escribo este comentario, porque quizás me haya gustado "Bala" solo en algunos de sus retazos ( ya que no lo entendí por completo), o porque quiero simplemete interactuar con la hija del ex-presidente,o por la canción de Drive, que la vi hace poco y me trae buen recuerdo. Saludos.