La mujer pone el café sobre el escritorio. Saluda, me dice le puse su edulcorante, le sonrío y me sonríe de regreso. Da media vuelta, camina dos pasos y veo el teléfono moverse sobre el escritorio. Digo, cuidado señora. La mujer tropieza con el cable que duerme en el suelo, una vez. Su pie no entiende y tropieza una segunda vez, ahora con triple fuerza. El pie tira del cable, que jala el teléfono, que golpea el plato, que voltea la taza, que vierte el café, que quema un poquito la pierna. Ensucia los documentos, tiñe la agenda, moja la libretita, empapa el teléfono, inunda el suelo.
El piso de mi oficina es hoy viernes, un hospital de papeles marrones que esperan mejorar hacia el lunes. No hay diagnóstico.
Después de resolver la situación quieres dos cosas positivas?
1. El siguiente café corrió por cuenta de la señora.
2. Ya no siento el olor a harina de pescado en el que Miraflores se zambullía esta mañana.
La vida galladita, es pajísima.
2 comentarios:
Low emotion.
Yo estuve ahí y reaccioné sólo para que la señora no se dé un contrasuelazo.
J.
Publicar un comentario