Me agarran unos ataquitos de ansiedad (así de insustancial se pone la temática de éste blog comatoso el día de hoy). Entonces siempre llevo un ojo rojo, o la sensación de no haber dormido bien y encima me duele la parte baja de la espalda como si caminara haciendo la araña y no, simplemente tengo nervio de algo. El problema es que no tengo idea de qué, porque mi cuerpo presiente lo que va a pasar y podría ser desde un temblor hasta la caída del dólar pero ya mi ojo derecho lo sabe y se arranca a enrojecer de modo espontáneo y sin avisar a su hermano el izquierdo.
Después de que me pica el ojo paso inmediatamente a consumir con desesperación dulces. No por hambre ni antojo, sino por necesidad vital. En estos días, analistas de la empresa marinela deben estar detectando una importante alza en la venta de sus productos pingüino y gansito que seguramente le aducirán a la crisis o a la gripe porcina, como todos.
Lo tercero es encontrar la máquina zafa realidades. Específicamente un recién conocido juego lo suficientemente enfermo como para obsesionarme lejos de cualquier afán productivo. De inmediato aparecen los problemas cuando el chico me ve, me regaña levemente, toma su compu y se pone a jugar al lado mío. Me supera en el ranking y sigue con su vida. Luego llega mi madre de visita, se queja porque no le hablo y se va. Dos horas después mi madre busca el juego, lo ubica y me supera en el ranking público por veinte mil puntos, desde su casa.
Lo cuarto es estar descontenta con el aspecto de mi pelo visto a través de mi ojo rojo. Llamar a la peluquera mari mientras me digo basta de pelo semilargo, aun cuando ayer el lema era que viva el pelo largo. Cortar todo lo posible, rebanar la memoria. Salirse ya del esquema pelito asimétrico y entrarle al pelo ordenado y coquetón a la antigua. Ver en el espejo a la nueva yo e imaginarse al chico diciendo qué lindo. Súbito miedo de que el chico haga comparaciones con amelie o cabaret, pero renunciar a la idea al no encontrar gansitos cerca para paliar posibles ataques de ansiedad.
Salgo con el ojo rojo y el pelo corto a solucionarlo todo. Compro una perrita adorable y la pongo sobre mi madre. Las dejo a ambas solas en un auto rojo en la avenida guardia civil. Le digo a mi madre que la perrita es suya pero a la perrita le digo que yo la compré, lo que la hace mía aunque viva en casa de mi madre, sólo para que ella lo tenga claro. La perrita es hermosa, está nueva, no tiene nombre y parte hacia la casa de mi madre a estrenar vida y camita. Yo vuelvo a barranco con la misión cumplida.
He-man. Así ha definió el chico anoche mi corte de pelo y después dijo que sí le gusta, pero me quedo con lo primero, He-man. Bah, vuelvo a la casa y recibo fotos de la perrita que hace quince minutos dejé con mi madre, por correo. Dice que es bellísima. Cuenta que hace caso a todo y que es el ser más educado del mundo. Que se mira al espejo y mucho más. Mi madre está contenta.
Eso desde el sábado hasta ayer lunes. Veremos qué me depara el hoy. Mientras tanto tengo varias tareas urgentes: Stockearme de gansitos, sabotear la compu del chico y superarlo en el ranking, superar a mi madre, ya exitosamente fuera de juego gracias a la nueva mascota, y alzarme como la campeona mundial del jueguito. Después veo cómo me compongo el ojo.
5 comentarios:
La perrita no es linda, es hermosísima y estoy feliz con ella
No importa cómo luce tu cabello hoy o mañana. Eres hermosa.
señorita carla:
padecemos el mismo mal
sr. tokeshi
como va la perrita
aki algo pal pelo
http://motionographer.com/theater/milk-medusa/
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