Yo nunca he estado casada. Enamorada, idiotizada, juntada varias veces, pero casada ni una. Según algunas revistas soy del colectivo de las que todavía no se han casado pero se las arreglan para ir por la vida disfrutando su soltería. Todavía no pesco, dicen las revistas, pero voy por ahí con sonrisa de idiota y con la caña de pescar profesional en la maletera, haciendo como que me divierto y sacando la carnada de cuando en vez por si las moscas.
Me quedó clarito muy temprano que no había que estar casada para hacer hijitos, pero aun así no me he animado a fabricar uno hasta ahora. Por eso tampoco sé como es ser la mamá de alguien salvo de mis mascotas que se descomponen a los diez días de llegar a la casa. Llega un perro fino y de nobleza y en ciento sesenta y ocho horas es una piltrafa babosa que sonríe, incapaz de asumir su papel animal el resto de la vida. Los malogro, los mariconeo, dijo una vez un tipo con el que gracias a dios no me casé. Uf, pero me adoran y saben bailar las canciones que les compongo y dan beso y se sonríen al verme, y eso, lo que siento yo –me disculpan el egoísmo- vale bien varios perros en mal estado.
Yo nunca me he divorciado. No, así como nunca sintetizo ciertas elocuciones y nunca asumo que algo es sumamente obvio. No sé lo que es firmar papeles de ida ni de vuelta. No sé con qué cara te mira el notario cuando vas con tu ex a legalizar la firma, o con qué cara te despides al subirte al taxi. Si sé cosas como tener que salirse de una casa y dejar al animal que adoras junto con todas tus cosas. También sé decidir qué es lo mejor para mí a pesar de que sea lo que peor se siente. Sé saludar a individuos a quienes amé con locura como si fueran vendedores de portacedés, más allá de mi afecto y únicamente porque así son las cosas cuando la buena suerte se va de vaca. He aprendido a empezar mil veces aunque se me tuerza la cara y me he olvidado de cuántas personas me han visto caerme porque todos esos me han visto levantarme de nuevo y me van a ver guiar el trencito de la pachanga hasta que se les cierren los ojos de hartazgo.
Hay un montón de cosas que no he hecho pero por cada una de esas ha habido una versión alternativa que sí, que no sólo hice sino que aprobé con laureles.
Por eso, aunque no sé a ciencia cierta cómo se siente usted hoy, alguna vez debo haber sentido algo parecido, así que déjese ayudar pero antes salgamos a comprar la tinka que el pozo ya está acumulando.
Me quedó clarito muy temprano que no había que estar casada para hacer hijitos, pero aun así no me he animado a fabricar uno hasta ahora. Por eso tampoco sé como es ser la mamá de alguien salvo de mis mascotas que se descomponen a los diez días de llegar a la casa. Llega un perro fino y de nobleza y en ciento sesenta y ocho horas es una piltrafa babosa que sonríe, incapaz de asumir su papel animal el resto de la vida. Los malogro, los mariconeo, dijo una vez un tipo con el que gracias a dios no me casé. Uf, pero me adoran y saben bailar las canciones que les compongo y dan beso y se sonríen al verme, y eso, lo que siento yo –me disculpan el egoísmo- vale bien varios perros en mal estado.
Yo nunca me he divorciado. No, así como nunca sintetizo ciertas elocuciones y nunca asumo que algo es sumamente obvio. No sé lo que es firmar papeles de ida ni de vuelta. No sé con qué cara te mira el notario cuando vas con tu ex a legalizar la firma, o con qué cara te despides al subirte al taxi. Si sé cosas como tener que salirse de una casa y dejar al animal que adoras junto con todas tus cosas. También sé decidir qué es lo mejor para mí a pesar de que sea lo que peor se siente. Sé saludar a individuos a quienes amé con locura como si fueran vendedores de portacedés, más allá de mi afecto y únicamente porque así son las cosas cuando la buena suerte se va de vaca. He aprendido a empezar mil veces aunque se me tuerza la cara y me he olvidado de cuántas personas me han visto caerme porque todos esos me han visto levantarme de nuevo y me van a ver guiar el trencito de la pachanga hasta que se les cierren los ojos de hartazgo.
Hay un montón de cosas que no he hecho pero por cada una de esas ha habido una versión alternativa que sí, que no sólo hice sino que aprobé con laureles.
Por eso, aunque no sé a ciencia cierta cómo se siente usted hoy, alguna vez debo haber sentido algo parecido, así que déjese ayudar pero antes salgamos a comprar la tinka que el pozo ya está acumulando.
2 comentarios:
es de mucha valentía dejar que te vean calir. De más valentia aún si sabés pedir ayuda cuando estas en el suelo. Mi sueño es aprender esto. Y no tener verguenza de ser la debil que efectivamente soy.
Tambien tengo 2 perras que fueron se tornando mas y mas humanas, pero humanas como yo: medio timidas y avergonzadas :(
un abrazo, desde san pablo ( por mi portuñol, soy brasileira, claro!)
Levantandonos mil y una veces de esas vivencias... Pues vamos por una tinka... XD
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