Dave sale de su taller, se sube a la moto y conduce relajado por Albany St. No son aún las siete de la mañana pero ha pasado la noche despierto repasando lo malo, pensando una vez y de nuevo en su vida anterior, en Kate y el amor, en Dave Jr. y el amor, en el puto crack y la adicción que le arrebató el amor de todos. Para no torturarse más de lo necesario pulió el tanque de una Harley Bobber en la que ha trabajado meses, de dos a cuatro y treinta. Una vez terminada, si consigue los faros en algún lugar de Norteamérica, la va a vender y con ese dinero vivirá algún tiempo y armará otra moto de colección que pueda vender y con ese dinero vivir algún tiempo, mandar cheques a la ex mujer y el hijo, recuperar un poco de dignidad delante de ellos y con suerte un poco de amor.
De cuatro y treinta a cinco y treinta ha hecho pesas sin parar. Dave lleva la cuenta en voz alta para exigirse cada día más. Llevar la cuenta hablando fuerte es un método que aprendió en la rehabilitación y una forma de sentirse acompañado. Cuando escucha su propia voz pretende que escucha la voz de otro, se sale un poco de si y se ve como quisiera que su familia lo viera a pesar de que no lo ven hace mas de tres años.
A las cinco y treinta fuma el primer cigarrillo y fuma nueve mas esperando que amanezca del todo. Hay un placer extraño en cada encendido de mechero, en cada calada, en cada colilla que se apaga. Ahora va por Alabany y toma Garden St. Parkway, acelera un poco para probar la moto y avanza una milla, dobla en N. Midland Ave, avanza algunas cuadras y estaciona frente a la cafetería de a diario. Entra y se sienta en la butaca de siempre frente a la barra con forma de U a esperar que aparezcan Mary o Katerina y le sirvan el desayuno. En la radio de Gus´s Grill suena Marc Anthony, son las seis y trenticinco, huele a pan tostándose en la plancha y a café recién pasado.
Sale el ruidoso Gus de la cocina, siempre con una gorra distinta y con su alegría agresiva.
-Mi buen amigo Dave, como están las Harleys hoy!
-Igual que ayer, Costantino-intenta responder en el mismo ánimo- dónde están las chicas?
-Tenemos noticias, Mary se jubiló. Aparentemente tiene que cuidar a una tía vieja en casa y renunció ayer por la tarde. Tenemos a una nueva en entrenamiento, ahora está con Bill en la cocina viéndolo preparar el desayuno.
Dave sigue la perorata de Gus sin interés. Mary era la vieja que atendía en el lugar y bueno, dado que el iba a diario tenía que pretender que la historia del dueño era de algún modo relevante. La rutina le da estructura, el trabajo le da estructura y el ejercicio le da estructura.
-Mary, la extrañaremos –dice mientras se queda viendo un afiche de Larissa, algo que parece ser la isla griega donde nació Gus.
-Es difícil encontrar nuevo personal. Todos quieren hacer dinero con el mínimo esfuerzo. Si al llegar a este país yo hubiera pensado lo mismo, no estaría donde estoy. Ahora, a trabajar unos años más y jubilarme.
Atraviesa el portal entre la cocina y el salón una mujer con pelo oscuro. Dave la mira y piensa que es nativa americana o india o hispana. Tiene pelo largo y unos veinte años. El delantal azul cubre casi todo su cuerpo y solo deja ver unas mangas blancas y un jean, de la rodilla hacia abajo. Se acerca a la barra desde el interior, ve al tipo tatuado hasta las muñecas, respira y habla por primera vez.
-Buenos días, qué puedo traerle?
En el acento Dave nota que es hispana y que tiene miedo. Las manos le tiemblan y lo queda mirando impresionada. Entonces Gus encuentra que es el momento indicado para interrumpir a gritos.
-Es la nueva, se llama Sandrita. Sandrita, él es nuestro buen amigo Dave, el hombre de las motocicletas.
Sandra la peruana sonríe por obligación. Tiene miedo de usar el idioma y evidenciar la falta de uso. Se toma las manos a la altura del estómago buscando que dejen de temblar de una buena vez. En los pellejos delgados y tatuados de los brazos del cliente se dibujan tribales y letras que no puede leer para no parecer demasiado interesada.
-Tomaré mi desayuno usual. Sabes qué me sirve Mary todas las mañanas? Tres tostadas de pan de centeno y claras de huevo revueltas. Ah, y un café en tazón.
-Ok, con azúcar?
-No linda, soy lo suficientemente dulce.
Sandra sonríe una vez más por obligación, escribe el pedido en un papel y sale a preguntarse dónde diablos están los tazones grandes. Vuelve en un minuto con el café hirviendo y lo pone delante del tipo.
-Aquí vamos-dice exactamente como ha escuchado que Katerina, la moza checa, le dice a todos los clientes cuando les entrega el pedido.
Dave toma la taza complacido y la pone justo debajo de su boca. Con la mano izquierda se acaricia el mostacho rubio y sonríe.
-Sandrita, como Velvita.
Como la peruana ha llegado a vivir a Nueva Jersey hace muy poco, no sabe que Velveeta es un queso fundido que comen los gringos a veces. Igual sonríe para caerle bien y simular complicidad. Marc Anthony sigue ahí
oh, this day seems made for you and me
and you showed me what life needs to be
yea you sang to me, oh you sang to me
A las siete y veinte de la mañana, la peruana prepara la cuarta jarra de café de su vida y aún no ha roto nada. Dave el hombre de las motocicletas paga 4.50 mas taxes, deja un dólar de propina y se va. El primer dólar.
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