Que cuando tenía como quince años andaba con mi mamá mucho y solíamos ir a comer cebiche y carapulcra a un restaurant de nombre obvio que tenían sobre la avenida dos de mayo de san Isidro, el gordo Casaretto y su mujer Gabriela. Íbamos a clavo y canela cada cierto tiempo porque Alejandro (que así se le dice en su casa al gordo) tiene buena mano para la cocina y a veces se aventaba a tocar la guitarra y cantar el vals. Nunca, en toda esa época jamás Alejandro contó un chiste ni hizo la imitación de la pirula, a pesar de las peticiones de muchos de los comensales. Los había fans, los había faranduleros y nos había comelones.
Un día, recuerdo que comíamos cebiche de pollo porque el entonces presidente había dejando claro que el pescado crudo daba cólera, una mujer con pinta de boleteada se sentó en la mesa de al lado. Nosotras y el grupo de amigos que se nos había unido, seguimos comiendo de lo mas normal hasta que la mujer se quedó mirándome y empezó a reírse. Entonces todos volteamos a verla y ella dijo: jajaja que estón, que tal cara de pasada, y con su mamá, qué capa, jajaja. Así un buen rato hasta que decidimos no hacerle caso.
En ésta breve y poco significativa anécdota lo raro no radica en que yo pare con mi mamá, que el gordo casaretto no sea gracioso en persona, que cocine bien ni que toque la guitarra. Tampoco que venga una mujer extraña y te saque al fresco delante de tu mamá. Lo raro es que yo no estaba drogada esa tarde, te lo prometo.
1 comentario:
Si recuerdo el restaurante del Gordo,luego de ahí cayó por Santa Beatriz y la tónica era la misma,una clientela que se componía de amigos, groupies y faranduléros.
Respecto a la última frase no tengo porque no creer que no estabas drogada. Se entendió la triple negación?
Saludos
J
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