1 de octubre de 2005

Hoy mi abuelo cumple 85 años. Yo en febrero cumplí treinta al lado suyo. En casa de mi madre deben estarlo amarrando para que no dé el sorbito de partida a una retahíla de whiskys que, estoy segura, lo veré tomar en las siguientes horas. Mi abuelo cumple 85 y yo lo vi salir de un enfisema, de un infarto y de todos los achaques. Juega con su laptop a diario, ve el canal retro. Baja y sube los casi setenta escalones hasta el cuarto piso. Los martes se junta con sus amigotes y lleva una botella, los sábados toma lonche con la tía ñaña. Cada vez que alguien entra a la cocina, el abuelo, que supuestamente no oye, aparece de súbito y ya tiene el vasito whiskero en la mano y la conversación política lista. Agárrate Toledo. Muchas veces es necio, malhumorado y pleitista, pero conmigo siempre esta de buenas y se ríe de absolutamente todo lo que digo. Pone su cara de disgusto y cada cierto tiempo abre la boca para soltar una barrabasada. Me dice viperina, monigote y otras chapitas de infancia. Nunca fuimos de hacer grandes cosas juntos pero creo que en la cotidianeidad de nuestras malasangres radica el encanto y la complicidad. A veces que mi mamá y Giovanna me piden que no le diga algo, espero que se distraigan y le cuento, para que las dos sepan bien quienes son los pendejitos de la casa. Estoy segura de que leerán esto y estarán atentas, pero créanme, volverán a ser burladas por mi abuelo y yo.

27 de julio de 2005

ayer lei en la tele la frase
resistirse a todo menos a la tentación
(si yo fuera producto, ese sería mi slogan).

5 de mayo de 2005

QUELOIDE-o cómo hay heridas que nunca curan

Pasó que a los 13 años, cuando más me jactaba de no haberme roto un hueso nunca (teniendo el secreto deseo de ser enyesada para acumular firmas y dibujitos), -Mira mamí!- triple salto, luxación, caída, rotura de hueso jodido en medio de decenas de personas y niños mucho más ágiles y menos adoloridos que yo, en un kentucky fried chicken de la avenida benavides.
La caída fué el detonante de una verdad que me acompañaría hasta hoy y presumiblemente hasta el fin de mis golpeados días. Tajeados, amoratados, contusos días.
Piel queloide. Una amiga cercana mencionó entre dientes que tienen queloide aquellos que descienden de negros. Probable, pienso yo mientras me acuerdo de una tía sospechosa que prefiero no mencionar porque uno nunca sabe qué tanto puede hacer una señora de más de 80.
El hecho sencillo es que la piel sobrecicatriza. Donde tú ya dejaste de cicatrizar y probablemente hayas vuelto a llevar una vida normal y te vuelves a subir en el monopatín, yo sigo cicatrizando casi al infinito, lo que no tiene nada de malo para mí, a diferencia de la gente que le teme a las marcas permanentes. eso sí, al monopatín ni me lo acerquen.