20 de marzo de 2012

con las platinas hacemos gatitos



Como los bombones surtidos en un orden específico. Primero –y esto sujeto a que vengan en la bolsita- unos largos rellenos llamados gaufrette. En muy pocos lugares venden bolsas sólo de gaufrettes, si las vendieran en todos lados yo no tendría que estar haciendo esta enumeración vaga. Segundo voy por los envueltos en platina naranja, que son los de crema de chocolate. Luego vienen los de dulce de leche y nueces del Brasil, mazapán y coco. Casi sin ganas paso a los rellenos de tofi –que llaman taffy- y turrón de alicante. Finalmente quedan al lado del empaque roto en medio de la desesperación y rodeados de platinas aplastadas, los bombones rellenos de menta. Odio la menta, para mí es como besar a una vieja que esconde mal aliento.

Viven ahí los bombones de menta envueltos en sus platinas plateadas. En la mesa de la tele, en el estante de la cocina, en el mueble que uso como mesa de noche. Isabel no los bota porque debe suponer que son los que me guardo para el final porque son los que más me gustan. Es probable que realmente no los bote porque conoce de mis momentos de ansiedad. Yo no los boto porque no está en mi naturaleza echar a la basura un dulce, aunque tenga sabor a jarabe de anciana. Se quedan ahí, muditos a ver qué pasa.

Entonces un día te levantas de mi cama y miras el desorden sobre la mesa. Ojos en las platinas me dices ¿puedo? Y yo te digo si, pero son de menta.

Pasa esta cosa en Lima y es que los chocolates se azucaran, se ponen blancos y mates. La grasa se separa del azúcar y el cacao se va por su cuenta o algo extraño que ocurre en las bodegas y supermercados de la ciudad capital. Abres el bombón, estiras la platina perfectamente, como una toalla. Lo sientas ahí justo al medio, lo miras y entonces te pones el índice en la boca y lo mojas. Luego con gran paciencia y respeto pasas el dedo por todo el chocolate y lo pules, lo haces brillar como un chocolate hecho de sol y lo vuelves a sentar ahí en su trono de plata. Lo tomas y muerdes más allá de la mitad, con un trocito de chocolate con menta en la mano dices ¿quieres? y yo asiento. Claro que quiero.








*foto y gatitos por victor castro.