30 de septiembre de 2008

trujillo, un domingo cualquiera

La escena es como sigue. El mochero está feliz porque es domingo y puede pasar el día con su ñori. La ñori es blanquiñosita, tiene el pelo largo en trenza y ropa humilde. El mochero yace de espaldas parcialmente sobre ella, victorioso. Ella está sentada en una banca de la plaza de armas de Trujillo. Trujillo tiene una plaza de armas elegantísima, con calles muy anchas y plagadas de balcones de encaje metálico.
Yo me he quedado parada en una esquina mientras el camarógrafo hace unas tomas de apoyo. Los he visto, a ella acariciándole el morro de la cabeza y a él hecho un mochero campeón in the top of the world, recibiendo los cariños de lo más engreído y mirando en su recuesto hacia la catedral. Los he visto y me he quedado parada sorprendida del ancho de las manos del tipo y de lo que una región con sol puede hacerle a la cara de una mujer algo menor que yo. Ellos ahí en la banca pasando un domingo en Trujillo, son todo lo que dejamos de ser hace poco mi camarógrafo y yo.

Entonces pasa un trujillano tipo. Un señor físicamente trujillano que alguna vez estuvo en las páginas de sociales de La Industria y que ahora tiene poco que hacer los domingos. Va apurado con un bulto envuelto en plástico negro en una mano y una correa de perro en la otra. Cuando da la vuelta a una esquina de la plaza alcanzo a ver que tiene ganas de algo, porque camina decidido. Se acerca a paso marcial e increpa al mochero que tiene la rodilla recostada sobre la banca. No sé que le dice pero el mochero queda de una pieza y se sienta alejándose de su mujer. Se sienta como un niño asustado por una monja en el colegio a cincuenta centímetros de la chica con la que hacía instantes componía una escena como de semi Piedad. Y así se quedan mucho rato porque el momento se ha ido y no será fácil descastrar al tipo prieto de su experiencia con la clase media alta esa mañana domiguera.

El trujillano de la bolsa avanza unos pasos feliz y le acusa a un serenazgo vestido en camuflado azul, que hay alguien que tenía la pierna sobre una banca, o quizás que hay cholos que no se sientan con propiedad, gente sin educación. El sereno se acerca a la banca donde están lejanísimos entre si los novios, le llama nuevamente la atención al mochero y se va, llevándose consigo lo último de felicidad que quedaba en esa esquina.

El que se va feliz es el tío de la bolsa negra, seguro de que hizo justicia. Camina como monarca por su plaza de armas habiendo cumplido con su deber ciudadano. El justiciero, el cívico. Sale de la plaza con su bolsa que seguramente contiene un kinkòn para el lonche y se va sonriente, mientras su perro inmundo pekinés caga en las escalinatas de la iglesia.

25 de septiembre de 2008

Una aprende cosas a diario sí, y ayer fue el día en que me tocó aprender a empujar el auto con la puerta abierta y al mismo tiempo dirigir el timón. ¿Por qué pasó eso? No tengo ni idea, pero prendió a tiempo para que abi y yo llegáramos a mi casa con la torta y las alas de ale. Una se pone necia ciertas mañanas claro, y ésta decidí seguir deambulando en el auto malogrado únicamente porque al tratar de encenderlo arrancó, y yo preferí pensar que la plantada de ayer fue un hecho aislado e irrepetible producto de dios sabe qué, pero algunas cuadras después mi medio de transporte decidió cantarse una especie de sevillana con palmao y castañuelas. Así que hago lo de siempre, que es llamar a la casa de mi madre y endosarle el problema a quien conteste el fono, en éste caso Giovanna. Pregunta hace cuánto tengo la batería y calculo que tres años. Pregunta si no necesitará afinamiento o cuánto hace que no le pongo aceite, o agua. No sé, entonces ella se va con mi auto y yo me quedo a pie en metro donde compro coca zero y chocolates la ibérica, mismos que van desapareciendo adentro mío mientras viajo en un taxi con destino a miraflores pensando que todo sería mucho más sencillo si tuviera un auto a pedal.

24 de septiembre de 2008

ingeniera de sistemas

Saqué título profesional a los once años, cuando llegaron al colegio las primeras computadoras personales que eran unos bloques olivetti en número de veinte, motivo por el cual la mitad de la clase iba a formación laboral y el resto a cómputo, que era lo más moderno del mundo, entonces un mundo en donde una se sentía delirante al pensar que un día habría un teléfono con imágenes y tal. Una vez por semana cuarenta y cinco minutos tratando de enchufar y encender la máquina, cuarenta y cinco minutos bordando con hilos tren sendos hermosos individuales de tocuyo. Chicas de hoy.

El concejo de adultos que vivía en la casa coincidió en que sería necesario sembrar sólidos cimientos para lo que sería mi vida futura. Con ese fin se tomarían decisiones y se harían grandes sacrificios. La decisión fue inscribir a la chica en clases de cómputo dos veces por semana en un breve instituto llamado San Ignacio, lo sacrificado sería mi tiempo libre, mis ganas de ver tele y mi ilusión de comer chocolate tirada en un mueble.

Así en adelante me llevaba mi abuela a rastras por toda la avenida Arequipa, transitando el camino hacia el infierno de los commands, mientras yo fingía dolor de garganta en la cuadra 15, dolor de estómago ya como en la 29 y me sabía frita cuando doblábamos por Aramburù hasta llegar a un lugar en el que no habían distracciones para gente de mi edad, cuestiones de interés para gente de mi edad, ni gente de mi edad aparte de mí.

En la San Ignacio batí mi propio record de velocidad en enchufado y encendido, aprendí las maravillas del DOS, ingresé interminables comandos alfanuméricos como me indicaban para realizar funciones complejísimas como sumar o restar, manejè con precisión Lotus y Pascal, pero no hice ni medio amigo y me perdí los lindos atardeceres en mi casa de santa Beatriz.

Todo pareció valer la pena una tarde en el instituto cuando el profesor me retó, o quizás quiso evaluarme y yo, haciendo gala de toda la información adquirida, pude finalmente llevar a cabo el plan que me había trazado. Con maestría fui programando y conseguí diseñar un cañoncito en gráfica space invaders que lanzaba balas que impactaban en algo que volaba arriba en el monitor, obra de fina ingeniería informàtica. La familia contentísima aplaudiendo de pie cuando les conté de regreso a la casa, lugar en el que no hubo un computador hasta llegados los noventas, pero eso no era importante porque para eso estaba yo, mental y familiarmente graduada con honores y ya empleando dentro de mi vida diaria palabras como edit o run.

No muchos años después se popularizarìa una plataforma operativa llamada Windows y mi actitud de superioridad intelectual con respecto al resto se irìa al carajo de la manito con mis conocimientos previos de informàtica.

23 de septiembre de 2008

yo tambièn plagio*

AMOR 08


Y después de postearse todo lo que se postean, modifican su estado, cambian la foto del display, se ponen un nick que no levante sospecha, se bloquean, se eliminan, se desconectan, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.


* el chiste està en plagiar al màs grande.

yo tambièn plagio

9 de septiembre de 2008

EL ARCA

En la vida yo me subí hasta arriba de un único árbol, no una sino varias veces a lo largo de setecientos días. Era un caucho altísimo de ramas gruesas y sus hojas eran enormes, o es probable que sea yo de chica quien lo recuerde así, y que las ramas hayan sido medianas y el árbol joven, o algo parecido. El hecho es que yo tenía una casa arriba del árbol y la casa que albergaba al árbol que albergaba mi casa del árbol, venía con una gente que hacía las veces de guardianes o personas de limpieza pero que no eran tales sino solo una familia que vivía en el área de servicio de esa casa tan grande y tan abandonada a la que habíamos llegado mi mamá y yo. Entre la gente que vivía ahí había una Margarita, y Margarita que era unos años más grande que yo se hizo mi patísima y la pasábamos bomba en mi casa del árbol y delante del espejo cuando coreografiábamos me colé en tu fiesta.

Resumiendo, estábamos mi madre, el caucho, margarita y yo en la casa grande pero no en ese orden, porque según recuerdo primero llegamos a la casa que era un hueco inmundo lleno de animales salvajes y arañas, donde había vivido seguramente clandestino algún maleante de los ochentas. Llegamos porque era la casa abandonada de un pobre hombre que quiso durante un tiempo pegarlas de mi padre y aunque gracias al cielo no era un maleante ochentero, tampoco era más que un tipo simple que escuchaba mocedades hasta la conmoción.

Al llegar pudimos observar número uno, que el jardín estaba totalmente muerto salvo por el caucho agonizante que reposaba lánguidamente contra la pared de la familia Leoni. Una vez con el kit de jardinero que incluye palita y rastrillo, mi madre dedicó días enteros a revivir el verde del pasto, mientras su novio dedicaba días enteros a memorizar tómame o déjame y domingos enteros a ir a misa, y semanas interminables a tratar de ganarse a la hija, una vez que ésta hubiera bajado al fin del árbol.

Ya con el jardín verde, vendrían las cucarachas, moscas y zancudos a sentirse dueños de casa invadiendo no sólo el área del terreno sino el total del área construída, que es algo así como bichos por todos lados. Después de una breve reflexión respecto al ítem animales que vuelan, mi madre decidió que era mejor combatir naturaleza con naturaleza y darle absolutamente la espalda al baygón. Calculo que yo estaba en el espejo bailando hawai bombai para entonces, porque no recuerdo haberla visto llegar con la pareja de sapos que tenía como misión inmediata el acabar con los insectos en el menor tiempo posible, tal como fue.

Tan rápido estiraron la lengua los batracios que les quedó tiempo de sobra para aparearse en cada rincón y reproducirse generando una sobrepoblación de manchas verde jardín que se movían al mismo tiempo apenas uno salía a la ventana. Como habían muy pocas posibilidades de atravesar el campo hasta llegar al árbol sin pisar un sapo feo y estropear las pony rosadas, esos días marcaron mi alejamiento momentáneo del árbol, que para ser honesta no tenía una casa sino una madera que me había conseguido y que con mucho esfuerzo alcancé a encajar entre dos ramas. Eso sí, creo que las ramas eran bastante altas para una niña de ocho.

Ya para cuando el dueño de casa se martirizaba oyendo a José José, mi mamá no se veía tan segura de mantener la relación como de deshacerse de los sapos que querían tomar las habitaciones. Era una guerra de esas en las que uno se embarca contra sus metidas de pata del ayer, y el siguiente paso a tomar consistió en una nueva visita al mercado numero uno de surquillo, persona que vende mascotas.

Resultó algo sorpresivo para todos el hecho de que la solución al problema coincidiera precisamente con un sueño suyo de infancia. Cuando compró la pareja de ardillas de cola que espantaron gran cantidad de sapos, todos quedamos perplejos de su eficacia. Margarita y yo, en un arranque de felicidad por el hecho de retomar nuestros juegos en el jardín, entonamos a gritos canciones de la radio que habíamos grabado sobre una cinta de mari trini del pobre nostálgico que pululaba por la casa como un leproso del amor.

El árbol y su madera que eran un hogar para mí, duraron sólo un poco más. A diferencia de los sapos, que molestan porque son feos, las ardillas tienen dientes y muerden. Nos son amistosas como chip o dale y son lascivas como sus primos los conejos. Pronto esa casa sería el refugio de un tipo triste, dos docenas de sapos, muchas ardillas y la familia de Margarita que ya entraba en la adolescencia y se volvía un ser sumamente aburrido y carente de gracia, al menos para mí.

Antes de que nos fuéramos de la vida de esa casa, una nueva solución para espantar la fauna proliferante del jardín llegó. La perra mastín inglesa indomable cruzó la puerta un poco antes de que nosotras hayamos hecho una última visita. Huimos para bien antes de que Camilo Sexto terminara de cantar celos acompañado de la desafinada voz del desaliñado ex novio, minutos previos a que la perra destruyera todo.

El resto de mi relación con los árboles ha sido trepar como se pueda a la ramita más cercana, para impresionar un poco a los más viejos. A veces pienso que de habernos quedado un tiempo más, hubiera tenido la oportunidad de ser la dueña de un tigre de bengala que vendría para acabar con los bichos, sapos, ardillas, el perro el novio y la familia de Margarita, pero es difícil saber qué hubiera pasado.

4 de septiembre de 2008

TELEMARCADA

Hola soy Tom Smith, y hoy quiero ofrecerles un producto que cambiará sus vidas. Para eso quiero presentarles a Carla García, la gurú de los amores incompletos que es reconocida en varios países de América y Europa por sus episodios felices de enamoramiento pleno. Recibamosla con un aplauso!

Gracias Tom, vengo a contarles que basada en mi experiencia en las lides de Cupido, he decidido que mi misión en adelante será compartir con todas las chicas del mundo lo que he aprendido en la última década. Yo fui como tú, como muchas de las que están en el público, una novia sin rumbo, de esas que lloran a la primera o que protagonizan escenas de apasionados celos. Muchas veces me ví en situaciones de peligro y reaccioné de mala manera, pero con los años he ido perfeccionando el método que hoy les traigo y que les augura una mejor relación amorosa, una recopilación de consejos que hará que tú, al igual que yo, te asegures no un 60 u 80, sino un 100% de productividad en tu actual y futura interacción con tus medias naranjas.

Es eso cierto Carla?, porque yo he tenido muchas novias por breves lapsos y muy malas experiencias…

Es cierto Tom, a veces las chicas nos dejamos llevar por nuestros sentimientos sin tener en cuenta las reales necesidades del sexo opuesto, por eso es importante tener a mano siempre un manual de instrucciones que nos guíe paso por paso sobre qué hacer y qué no. Con EL MANUAL DE LA NOVIA IDEAL, el hombre elegido no sólo caerá rendido ante tus encantos y bondad, sino que se dejará voluntariamente atropellar por la combi del amor. Está dividido en breves y sencillos capítulos, tales como:

-Cinco ejercicios de respiración para enfrentar la resaca psicológica del ser amado.
-Convierte el aburrimiento común en alegría, fabricando un sapito de una servilleta.
-Mitiga tus ansiedades preparando deliciosos platos criollos.
-Envuelve para regalo tu crítica constructiva.
-Secretos de Reynaldo D’amore para ofrecerle una sonrisa sincera a la amiga de tu novio.
-Cómo limpiar los sanitarios envuelta en un halo de magia.
-Decir te amo sin que el otro presione eject.
-Haikus para capear las crisis ajenas.
-Ser su madre y no serlo, en base a rimmel y esmalte de uñas.

Eso no es todo Tom, también reseño cómo darle libertad a la pareja echándole mano al antiguo arte del tai chi, cómo hacer sentir joven sin llegar a ser demasiado vieja para él, y virtuoso sin parecer tú un chancay de a veinte. Estos consejos te ayudarán a taladrarle la sien al que se muestre esquivo hasta conseguir un escaño entre las tres mujeres más importantes de su vida.
El público está entusiasmado!, recibirán algo más por su dinero?

Claro, todas las que pidan EL MANUAL DE LA NOVIA IDEAL, recibirán también seis botellas de chardonnay, un set de papeles hechos a mano, un neceser con maquillaje y el libro qué cocinaré, de nicollini. Además, a las primeras treinta personas que llamen se les enviará totalmente gratis, un disco LP que contiene el MANUAL, acompañado de las diez mejores canciones para superar momentos álgidos y sonidos de la selva para generar un ambiente de amor y aventura. En caso de darse por terminada la relación, todas las chicas podrán escuchar el disco al revés, ahí se consigna el MANUAL DE LA EX INFERNAL, con los capítulos de la Guía de Cocteles para la generar amnesia y Cómo emplear las redes sociales para torturarte y torturar.