No sabes si has visto mucho cine o leído mucho
cuento. Te subes a un avión tratando de escapar de las redes sociales y por eso
no llevas contigo la compu, pero si el celular. El celular va por si hay una
emergencia y para jugar simon for iphone o anotar alguna frase. El avión
despega cómo no, tarde. Te sientas cómo no, rodeada de niños de menos de tres
años que dan alaridos. Delante de ti hay un vaso en el bolsillo del asiento y
claro, es un vaso que no te pertenece. La pantalla de una pulgada del Lan está
a tres filas de asientos y no te tocó revista, sino vaso ajeno y usado. No piensas
comer la teja genérica ni el paquete de galletas saladitas. Te aguantas las
ganas de ir al baño hasta llegar. Cuando llegas no te despides de la aeromoza
ni miras la sonrisa falsa del piloto. Los pilotos son alcohólicos en su tiempo
libre. Los pilotos aterrizan en bares, no en ciudades. Tienes suerte de haber
llegado viva aunque hace un calor de mierda. Qué puto calor, qué mierda haces
ahí? Te alejas de las redes sociales. Sudas esperando la maleta y viendo a los
felices tablistas recibir sus tablas y maletas antes que tu. Ves el teléfono,
mensaje de tu madre preguntando si llegaste bien. Cinco llamadas perdidas de tu
madre. La maleta llega, sucia.
Sales a buscar al taxista que te espera. Lo ves
y es igual y no al hermano de un amigo. Lo saludas con un beso que lo
sorprende pero luego se pone a hablar sin parar y te gustaría retirarle el
beso, quitárselo para que se calle. En el camino de salida del aeropuerto, te
fijas en las luces que proyecta el auto para ver si cruza la pista un zorrito
como ya has visto varias veces antes. Ni medio zorrito. Es probable que ya
todos los zorritos hayan muerto, piensas. El taxi sale a la carretera.
Ves el teléfono, hay 3g. Escribes un mensaje a
tu madre diciendo que llegaste bien pero lo cierto es que no estás tan bien
porque el taxista no se calla. Escoges la salida menos dolorosa y preguntas si
tiene radio el auto. La radio se enciende, canta Barry White. Escuchas a Barry
White en esa pista entre arrozales y te tranquilizas. En el fondo todo estará
bien, White entre los arrozales. Todo se ve oscuro salvo las luces del auto en
la panamericana. Te faltan cuarenta minutos para llegar a destino. En el
destino no hay redes ni lima ni noticias sino sólo un calor infernal y animales
del bosque. Qué feliz, no. No feliz, sólo la voz del cantante cachondo en ésta
station wagon en medio de la nada y camino a la nada. Si abres la ventana
entrará aire caliente y quizás un grillo, mejor no la abras. Entonces el golpe
y el cuerpo contra el parabrisas, el susto, la caída y el sonido de huesos en
dos de las llantas. El frenazo, la oscuridad absoluta y el aire que no se
mueve. El miedo dentro del taxi, mirar el teléfono y pensar qué hacer con el
miedo. Luego seguir el camino sin pensar en nada porque no hay cuerpo ni
parabrisas roto sino sólo el camino larguísimo hacia cualquier parte. Miras el
teléfono de nuevo a miles de kilómetros de donde alguien tuitea y ha tuiteado. Ha
tuiteado algo que no tiene nada que ver contigo ni con la pista ni con el
taxista. La voz cachonda de Barry sigue cortejándote.