Te vas a morir, no hay otro camino. No sé si será mañana o
pasado pero estoy casi segura de que te mueres este año, o quizás no estoy tan
segura pero es lo que te deseo, porque en el fondo te quiero. Cuando mueras, te
vas a morir odiándome. Si tienes un poco de suerte no te vas a acordar de que existo,
rodeada de esos que si te quieren bien, que se han ocupado de conquistarte, los
que nunca te han dado lata. Ellos, esto no lo vas a saber nunca, no te quieren.
Te han dado más alcohol del necesario cada vez que los he visto, se han reído,
han comentado cada una de tus cosas en son de burla, pero a ellos los quieres y a mí no.
He pensado en pasar a verte. El otro día incluso, estuve en
la puerta de tu casa treinta o cuarenta minutos sin tener la menor intención de
entrar. Un montón de minutos en el auto sobre la vereda, jugando con el
celular. Me pregunté mientras jugaba si
adentro del muro seguirá habiendo el árbol ese que daba flores blancas y si mi
foto sigue en el aparador o ya la escondiste o la botaste o se fondeó entre las
rumas de papeles, para felicidad tuya de los demás que también me odian. Me sorprendería
entrar un día –no sé por qué volvería a entrar salvo a decir adiós- y encontrar
mi foto antigua. Me cagaría la vida, entiendes? Pero no te preocupes en
buscarla para ponerla y destruirme porque no voy a entrar a tu casa nunca más.
Por tu bien, me han mencionado elegantemente que no te busque porque no hay caso.
No soy del tipo sabrás, de las que piden perdón por algo que no han hecho,
porque yo a ti no te hice nada y tú no me hiciste nada pero sin embargo
aprendimos a odiar estar cerca. Nos hicimos mierda de no hacernos nada y ahora
pronto, para terminar la guerra golpeando tú, te vas a morir sin que yo pueda
hablarte. Muerta habrás ganado de nuevo, llevándote esa parte de mi historia
que no sabe nadie más y que nunca quisiste contarme simplemente porque siempre
te ha jodido que me vista de azul. Te vas a morir odiándome y me vas a dejar
llena de un culpa inútil.