6 de enero de 2011

desvío

Me estoy jugando las últimas mañanas de los trenticinco. Lo escribo porque me lo iba diciendo mientras estaba en la ducha y pensaba también que un día ya no me acordaría de cómo huele barranco hoy, que huele a sol sobre el techo del vecino de la quinta de enfrente. Hoy huele en serio al techo del vecino de la quinta de enfrente rostizado al sol mientras ayer por la tarde olía a neblina marina, cacofónicamente pescado con sal por las narices de todos.

Somos gente loca. Eso nos hemos dicho la vecina y yo miles de veces en las últimas semanas. El tercer piso del segundo bloque del edificio 1900 es larco herrera, radio la colifata, nuncajamás. Hemos planeado poner una reja en el segundo piso para que no pueda subir nadie más, lo que no me parece mal porque así los perros ganan el área común de la escalera, suponiendo que algún día mi perro y el de la vecina volverán a ser amigos y entonces tener la escalera para ellos será increíble y podrán subir y bajar a su antojo como si fuera un juego. Por lo pronto es un buen plan ese, salvo que viene rafa, que es el otro vecino y sale con cosas como que deberíamos tener una escotilla para ver quién sabe qué y se nos va al carajo al toque la reja por culpa de la imaginación del tercero y ya lo dejamos ahí para pasar a otro tema, como por ejemplo la piscina.

Vivimos en unos departamentos clase media barranquinos. Puerta con puerta yo jamás me imaginé el día que firmé los papeles -definiendo mi futuro siquiera por los siguientes quince años hace cuatro- que estaría por cumplir trentiseis en medio de esto. Nuestros departamentos tienen números sucesivos y quedan en el tercer piso de un edificio de tres pisos, por lo que poner una piscina en el techo no resulta mala idea, salvo las amenazas.

Nos amenaza que no sabemos a ciencia cierta qué tan acuáticos son nuestros perros y la posibilidad de que usen nuestra piscina para remojarse ellos o quizás que. Nos amenaza el desconocimiento sobre qué tan noble resulte el techo con respecto al volumen de agua de la piscina, y finalmente, a mí en especial me da pavor estarme tomando un vinito blanco en mi sala justo en el instante en que la tremenda ola que formaba el agua de una piscina inflable, entre por la ventana a ahogarme de una cachetada. Proyectos piscina y reja están por verse, por lo pronto en la locita que separa nuestras casas, hace dos semanas que hay una parrilla y un cartel de desvío que encontramos en la pista y subimos al auto un día que mi vecina abi y yo andábamos muy apuradas.

Esta mañana cosa rara, amanecí hambrienta. César de la bodega de Víctor y Teresita tiene sus días. Unos contesta el fono alegre y yo le digo yeeeee (literal) engríeme, y todo feliz me dice, que te llevo carlita?. Hoy me tocó un parco dime carla. No importa porque hace sol y ayer fue lindo lo que para mí es suficiente. Pido queso, jamón, pan mediano, dos coca light, café para pasar y seis besos de moza. Abro la puerta con la compu y el celular en una mano, la cafetera eléctrica en otra y me paso a la casa de enfrente donde me espera abi.

Hacemos una breve glosa de los acontecimientos de las últimas horas, los que incluyen a un hombre con zapatos de taco y a mi perro huyendo despavorido de un señor que entraba por error a mi casa. Ponemos los panes en la sanguchera y comemos uno, otro, otro. Hablamos de la mantequilla, quizás demasiado rato hablamos de algo tan simple y amarillo claro como la mantequilla. Que por qué es rica, por qué vuelve el pan más suave, por qué tiene ese fondito a leche, por qué es saladita. Otro pancito? Ya, pero mitimiti, japanajap. Después hacemos una inspección al cuarto de rafa aprovechando su ausencia, para evaluar el desorden y hacer una lista de tareas que realizar para volverlo un lugar vivible nuevamente. Yo a rafa lo quiero y el me quiere. A abi la quiero y ella me quiere. A pili (que quiere que le digan Juan) lo quiero y él trae conchitas que comemos a la parmesana cuando viene por trabajo a Lima, o viene del trabajo en Piura, cosa que no me queda clara. No sabemos bien qué hace pero lo imaginamos buceando en campos submarinos llenos de conchitas que se abren y lo saludan a su paso. A ale, que no vive acá pero a veces parece que sí, la quiero y la cuido y ella a su vez me quiere y hace malcriadeces todo el día. A Rafael y a Ale les declaro mi amor sobrio cada ciertos minutos porque eso hacemos. Con Pili (otrora Juan) somos más sutiles y a abi no le digo ni medio porque lo más probable es que me atomice el rostro con gas pimienta al primer esbozo de afecto humano.

Y así pasa una mañanita más, abi grabando un video con la banda para la que trabaja, rafa produciendo una serie de horror, ale haciendo que la gente linda de lima se vea mas y más linda en las revistas de bobos y pili saludando bivalvos en el norte del país. Yo debería estar escribiendo unos textos para gente que me los pide con desesperación y sin embargo decido escribir esto para no olvidarme nunca de que somos gente loca y nos encontramos por las noches a cantar las del recuerdo.

En un mes y tres días cumpliré trentiseis. Sumados son como cristo después de molestarse con los mercaderes, hacer milagros, morir y regresar de entre los muertos, mas un niño de tres años que recién aprende algunas canciones y no sabe colorear dentro de las líneas del dibujo. Si los juntas son como yo ahora.