29 de octubre de 2008

ministerio divino

Después de mucho tiempo interactuando con mandos medios del aparato público (aclaro que por razones estrictamente académicas) y de volverme una amenaza latente para mas de la mitad de las secretarias, he logrado esbozar un horario tipo que tiene como finalidad el ahorrarme exasperación con sus gritos y llanto, en tiempos laborales. Mi vocación de servicio lo pone a su disposición.



De nada.

28 de octubre de 2008

y un día llegó el feliz momento en que la abollada piñata bajó frente a los ojos de los niños y sus padres, agarró a palazos al cumpleañero abusivo delante de sus amigos, y se retiró de la fiesta arrastrándose lo más dignamente posible.
después de eso ya ningún juego fue divertido, la gelatina se aguó y los chicos regresaron a sus casas sin mayores sorpresas.

21 de octubre de 2008

Busco Oso

Bueno, lo he encontrado me parece. Preferiría no contarlo, aunque mejor lo cuento porque en una de ésas me hago vuelvo un hit entre las otras chicas que buscan osos y leen blogs, pero sobretodo lo cuento con la esperanza de convertirme en el amor platónico de cualquier oso que lea este texto.
Voy a exagerar hasta volverme menos palta, voy a envolver mis paltas en papeles craft para parecer una econena. Les voy a poner lazos rosa y pegarles una postal de la tour eiffel para que pretender que sueño con lugares románticos, y finalmente le pasaré el bulto a cualquiera que esté dispuesto, haciéndole pensar que ganó un premio.

Ay amigo/amiga que me lees, yo sé que tu has pasado por ratos de soledad como el mío. Ratos en que ves una y otra vez los capítulos en que Carrie pasa por momentos difíciles y piensa en Big mientras tú comes ansiosamente un tartar de atún con tostaditas Light en tu sofá de terciopelo, ubicado en la Quinta Av. Javier Prado en ésta ciudad inmunda tan disímil de la Gran Manzana. Entiendo que a todas pensamos cosas así mientras buscamos el amor verdadero.

Hoy por la mañana, mientras esperaba el café doble expreso que compro a diario en una carretilla dentro del supermercado, me decidí a pasear por la góndola de productos enlatados calzada con la imitación de Manolo Blahnik que compré en payless, cuando de pronto sentí una mirada golpeándome la nuca. Volteé de la manera menos evidente y esbocé una sutil y nerviosa sonrisa al increíble tipo que me sonreía de vuelta. Tuve esa sensación de escalofrío y calentura de cuando una reconoce en el otro al elegido. Un enorme oso de anteojos como el de mis sueños me había encontrado al lado de las latas de frijoles y arvejitas. Qué situación tan Meg Ryan, tan película norteamericana para señoritas! Yo, que siempre he querido vivir en un lugar cosmopolita y no lo he logrado porque el sueldo con las justas me da para lucir Dress for Less pero siempre con tul y panty, sentí que por fin me acercaba al final de la búsqueda. Torpemente dejé caer la lata de Portola que llevaba en las manos y ambos en simultáneo la recogimos rozando garras y uñas rosa para entonces levantarnos avergonzados y saludar.



No quiero decirte más para que no se me sale la nueva relación. Sólo que pienso que quizás en su peludo y oloroso pecho encuentre por fin la felicidad y la visa, teniendo en cuenta que los animales en extinción tienen mayores posibilidades de ingreso al país donde me espera el futuro. Ahí están los zapatos puntudos y los bares donde Charlotte se levanta a tipos increíbles. Está el Empire State en cuya terraza pasaremos tardes estupendas y el Central Park donde haremos picnics sentados en manteles a cuadros.

Por el momento me ha dicho para comer Min Pau en Chinatown o Barrios Altos y eso me tiene como loca.
Volveré con más noticias.
Xoxo.

16 de octubre de 2008

obreros y pescadores


Al otro Juanito íbamos Freda y yo a pasar algunas tardes comiendo sànguches de asado y tomando una chela o dos. Teníamos como diez años menos y alquilamos juntas un taller que era el cubil del horror y una buena excusa para que nuestras familias nos imaginen llevando a cabo actividades productivas mientras nosotras llevábamos bien a cabo nuestra capacidad de reírnos de cualquier cosa y huíamos hacia chorrillos donde habían conchas negras con pulpo y luego al frente una bodega que albergaba la torta de chocolate que ganó el premio a la mejor y a sólo sol cincuenta. Después cruzábamos de nuevo la pista y a unos pasos estaba el Juanito donde íbamos a encontrarnos con nadie que pusiera de manifiesto que esos varios días nos dedicábamos a nada.
Exactamente en frente quedaba el Bar Obrero y nunca supimos, hasta hace unos tres años.


Yo esta nota tendría que haberla escrito antes. El Obrero era en realidad algo así como la sede del Sindicato de Obreros y Pescadores de Chorrillos desde mil novecientos veintitantos, que así consignaba una placa. La peñita, le decían los del barrio. Los jueves era música criolla, los viernes nueva ola y los sábados no tengo ni la menor idea de que tocaban, pero todo en vivo. Uno pasaba por una puerta de vaivén, rodeaba una mampara de madera y se encontraba con un salón largo donde los parroquianos toneaban de lo lindo. Habrían unas quince mesas en total y al fondo el escenario que estaba o nò dependiendo del día, conjunto criollo o banda. El cover costaba cinco soles. Del techo colgaban dos arañas de cristal seguramente desde el inicio. En las paredes las gigantografías de los conjuntos que tomaban la voz y de los solistas, cada uno con su slogan. Fulanita la voz que viene del mar o sutanito, el jilguero criollo. Hubieron días en que aseguro que eran más los cantantes que cerveceaban esperando su turno, que los simples oyentes.


La primera vez que fui, sentí que había descubierto el titanic chorrillano. La luz de las arañas era amarilla y el público se movía con una energía especial o mas bien el publico era especial porque parecía que yo a esas personas las conociera de siempre o que quizás alguien había hecho una especie de casting y acomodado el reparto de tal forma que uno se sintiera libre y como en casa. Los señores eran cincuentones con mocasín y las señoras eran sesentonas con ceja delineada. Y una coqueteaba respetuosamente con unos y otros y se dejaba sacar a bailar hasta polca sin miedo a nada. Los puristas decían no muevas los hombros, cuidado con las caderas, y las seños sentadas se reían en complicidad. Todo era extraordinariamente amarillo y la señora de las cervezas a partir de mi segunda visita empezó a tratarme con familiaridad consanguínea.


Espero que quede claro que yo no descubrí ese lugar. Que a mí me llevó un ex novio cuya cofradía era asidua y habían de alguna manera supongo que tácita, mantenido el secreto y preservado el lugar de cualquier invasión que alterara ese òrden màgico. También es probable que yo le este agregando color porque siento pena, pero me parece que así era. De esa manera yo también me cuidé de llevar a demasiada gente para no contaminar.


Un día descubrimos que sobre el escenario estaba una especie de tarima que era la habitación de alguien que defendía su privacidad con una cortina y desde entonces al espectáculo se sumaba un teatro de sombras que hacía las maravillas para los mirones, entre quienes me incluyo a mucha honra. El obrero era como entrar por una puerta de vaivén a otro tiempo y lugar, donde yo era una criollasa y no una carlita cualquiera, donde cualquier vals era mi vals y yo lo habìa vivido y hasta sangrado.


Ayer que pasé para ver el derrumbe resultó que sobre el salón se levantaba un segundo piso del que nunca me dì cuenta, donde vivían cuatro familias que no estaban cuando todo se vino abajo. Sòlo estaban tres obreros embelleciendo el bar y apuntalando una pared panzona. Uno, pobrecito, muriò aplastado por vigas de madera antiquìsimas cuando ya habìa alcanzado la calle. Los vecinos decìan le tocò su hora, decían què salado ese conchesumadre, mientras el tío era velado a un par de cuadras. Como diez personas que solían vivir ahí miraban cada cierto rato el desmonte donde no hay absolutamente nada vivo, esperando a ver si pasaba algo. Hoy van a tumbar la casa vecina que se balancea y desde donde se ve una mesa perfectamente servida a milímetros de caer diez metros hacia uno. Los vecinos culpan al alcalde, al inc y a la música que escapaba de las fiestas a las que éramos asiduos. Ya se acabò pero con eso termina de acabarse.


Yo tendría que haber escrito esta nota con fotos cuando quise incursionar como cronista en la revista de domingo de un diario. Incluso hablé con la señora de las cervezas y tenía su permiso para hacer fotos y departir con los habitues más viejos, pero ahora a riesgo de sonar como la más cursi, el obrero es un archivo amarillo que guardo en este blog que es mucho mejor que mi machucada memoria.Una especie de desmonte plomo sin tiempo ni espacio.

12 de octubre de 2008

Se buscan alternativas de solución para un problema concreto:

René, Ricky, Xavier, Miguel y un tal Charlie, han decidido reencontrarse nuevamente. Como si la vida los separara cada dos años por error, o como si fuera especialmente interesante para alguien seguir de cerca su envejecimiento. Y cantan súbete a mi moto. Y vienen sin importarles que en ésta nación ya tenemos dejavus del horror como son Jimmy Santi o Yola.

Tenemos que conseguir (ubicándolos en distintos continentes, construyendo muros, robándoles los celulares u ofreciéndoles trabajos dignos que no impliquen cantar Claridad en el dos mil ocho) que esos cinco individuos no vuelvan a reunirse.

Por el amor de dios.

11 de octubre de 2008

me provoca lapearte

yo a tì, por lorna.


porque te acuerdas de que hace años pasè al lado tuyo a sabiendas de que ni te mirè. porque te sometes abiertamente a mis malacrianzas. porque aunque no quieras aceptarlo, has abierto un blog que leo sòlo yo.

tambièn quiero decirte que sè que es una trampa y que lanzas anzuelos a ver què pasa, y que piensas que te doy bola pero que no te doy ninguna bola, sino sòlo te llamo a decirte lorna por una cuestiòn catàrtica, y paso rato contigo por una cuestiòn catàrtica y finalmente escribo èste texto por una cuestiòn catàrtica habièndome salido de un evento importante de chamba para hacerlo y con la plena seguridad de que en unos tres minutos ya lo habràs leìdo y estaràs sintièndote winner en tu cuarto decorado con afiches de superlornas.

yo no te lapeo sòlo porque si lo hago se levanta a defenderte el gremio de geeks que manejan las compus y quizàs todo termine de mala manera. no te lapeo pero te escribo este post que soy yo hincàndote con el ìndice y el anular derecho en la frente, como seguro te hacìan a diario los bacanes en el cole cuando leìas tus còmics, comìas tu quinto pan con mermelada, o resolvìas el crucigrama en el recreo.
èste post es lapo y beso.

7 de octubre de 2008

arequipazo

Arequipa es tan bonita que he estado tratando de comunicarme por teléfono con la abuela para decirle lo mucho que me ha gustado su ciudad y que se sienta contenta para que en el fondo así podamos finalmente tener una cosita en común, pero la abuela no ha conectado su fono o quizás hace tanto que no llamo que ya cambiaron el número o la abuela ya no vive ahí. El caso es que detuve mi admiración por arequipa varias veces para llamarla sin resultados y mi yo paranoica me dice que por ahí la abue se compro una máquina con caller id y está en lima viendo el teléfono con gesto displicente y brazos cruzados mientras que yo pongo a arequipa en stand by por su culpa.

He pensado que sería lindo que mi departamento fuera de sillar, con los techos altos y arriba una bóveda y además convertir el cuarto de la compu en una especie de mazmorra donde torturarme como santa. En la puerta pondrìa cartelito que diga 1928.

Volviendo a arequipa, las calles son lindas y el sol te cae justo encima de la nariz dejándote la marca de los lentes, pero es un sol que genera una alegría extraña que no te permite pensar en cosas malas. Y las calles son preciosas y los bares son preciosos y los restaurantes son lindos. Además, hay una tienda de La Ibérica en cada esquina.

Claro que me hubiera gustado caminar del brazo con alguien de quien estuviera enamoradísima, pero no se puede tener todo. Por el momento tengo mazapanes, quesitos, trufas y alfajores de antojitos arequipeños. Eso es bastante.

30 de septiembre de 2008

trujillo, un domingo cualquiera

La escena es como sigue. El mochero está feliz porque es domingo y puede pasar el día con su ñori. La ñori es blanquiñosita, tiene el pelo largo en trenza y ropa humilde. El mochero yace de espaldas parcialmente sobre ella, victorioso. Ella está sentada en una banca de la plaza de armas de Trujillo. Trujillo tiene una plaza de armas elegantísima, con calles muy anchas y plagadas de balcones de encaje metálico.
Yo me he quedado parada en una esquina mientras el camarógrafo hace unas tomas de apoyo. Los he visto, a ella acariciándole el morro de la cabeza y a él hecho un mochero campeón in the top of the world, recibiendo los cariños de lo más engreído y mirando en su recuesto hacia la catedral. Los he visto y me he quedado parada sorprendida del ancho de las manos del tipo y de lo que una región con sol puede hacerle a la cara de una mujer algo menor que yo. Ellos ahí en la banca pasando un domingo en Trujillo, son todo lo que dejamos de ser hace poco mi camarógrafo y yo.

Entonces pasa un trujillano tipo. Un señor físicamente trujillano que alguna vez estuvo en las páginas de sociales de La Industria y que ahora tiene poco que hacer los domingos. Va apurado con un bulto envuelto en plástico negro en una mano y una correa de perro en la otra. Cuando da la vuelta a una esquina de la plaza alcanzo a ver que tiene ganas de algo, porque camina decidido. Se acerca a paso marcial e increpa al mochero que tiene la rodilla recostada sobre la banca. No sé que le dice pero el mochero queda de una pieza y se sienta alejándose de su mujer. Se sienta como un niño asustado por una monja en el colegio a cincuenta centímetros de la chica con la que hacía instantes componía una escena como de semi Piedad. Y así se quedan mucho rato porque el momento se ha ido y no será fácil descastrar al tipo prieto de su experiencia con la clase media alta esa mañana domiguera.

El trujillano de la bolsa avanza unos pasos feliz y le acusa a un serenazgo vestido en camuflado azul, que hay alguien que tenía la pierna sobre una banca, o quizás que hay cholos que no se sientan con propiedad, gente sin educación. El sereno se acerca a la banca donde están lejanísimos entre si los novios, le llama nuevamente la atención al mochero y se va, llevándose consigo lo último de felicidad que quedaba en esa esquina.

El que se va feliz es el tío de la bolsa negra, seguro de que hizo justicia. Camina como monarca por su plaza de armas habiendo cumplido con su deber ciudadano. El justiciero, el cívico. Sale de la plaza con su bolsa que seguramente contiene un kinkòn para el lonche y se va sonriente, mientras su perro inmundo pekinés caga en las escalinatas de la iglesia.

25 de septiembre de 2008

Una aprende cosas a diario sí, y ayer fue el día en que me tocó aprender a empujar el auto con la puerta abierta y al mismo tiempo dirigir el timón. ¿Por qué pasó eso? No tengo ni idea, pero prendió a tiempo para que abi y yo llegáramos a mi casa con la torta y las alas de ale. Una se pone necia ciertas mañanas claro, y ésta decidí seguir deambulando en el auto malogrado únicamente porque al tratar de encenderlo arrancó, y yo preferí pensar que la plantada de ayer fue un hecho aislado e irrepetible producto de dios sabe qué, pero algunas cuadras después mi medio de transporte decidió cantarse una especie de sevillana con palmao y castañuelas. Así que hago lo de siempre, que es llamar a la casa de mi madre y endosarle el problema a quien conteste el fono, en éste caso Giovanna. Pregunta hace cuánto tengo la batería y calculo que tres años. Pregunta si no necesitará afinamiento o cuánto hace que no le pongo aceite, o agua. No sé, entonces ella se va con mi auto y yo me quedo a pie en metro donde compro coca zero y chocolates la ibérica, mismos que van desapareciendo adentro mío mientras viajo en un taxi con destino a miraflores pensando que todo sería mucho más sencillo si tuviera un auto a pedal.

24 de septiembre de 2008

ingeniera de sistemas

Saqué título profesional a los once años, cuando llegaron al colegio las primeras computadoras personales que eran unos bloques olivetti en número de veinte, motivo por el cual la mitad de la clase iba a formación laboral y el resto a cómputo, que era lo más moderno del mundo, entonces un mundo en donde una se sentía delirante al pensar que un día habría un teléfono con imágenes y tal. Una vez por semana cuarenta y cinco minutos tratando de enchufar y encender la máquina, cuarenta y cinco minutos bordando con hilos tren sendos hermosos individuales de tocuyo. Chicas de hoy.

El concejo de adultos que vivía en la casa coincidió en que sería necesario sembrar sólidos cimientos para lo que sería mi vida futura. Con ese fin se tomarían decisiones y se harían grandes sacrificios. La decisión fue inscribir a la chica en clases de cómputo dos veces por semana en un breve instituto llamado San Ignacio, lo sacrificado sería mi tiempo libre, mis ganas de ver tele y mi ilusión de comer chocolate tirada en un mueble.

Así en adelante me llevaba mi abuela a rastras por toda la avenida Arequipa, transitando el camino hacia el infierno de los commands, mientras yo fingía dolor de garganta en la cuadra 15, dolor de estómago ya como en la 29 y me sabía frita cuando doblábamos por Aramburù hasta llegar a un lugar en el que no habían distracciones para gente de mi edad, cuestiones de interés para gente de mi edad, ni gente de mi edad aparte de mí.

En la San Ignacio batí mi propio record de velocidad en enchufado y encendido, aprendí las maravillas del DOS, ingresé interminables comandos alfanuméricos como me indicaban para realizar funciones complejísimas como sumar o restar, manejè con precisión Lotus y Pascal, pero no hice ni medio amigo y me perdí los lindos atardeceres en mi casa de santa Beatriz.

Todo pareció valer la pena una tarde en el instituto cuando el profesor me retó, o quizás quiso evaluarme y yo, haciendo gala de toda la información adquirida, pude finalmente llevar a cabo el plan que me había trazado. Con maestría fui programando y conseguí diseñar un cañoncito en gráfica space invaders que lanzaba balas que impactaban en algo que volaba arriba en el monitor, obra de fina ingeniería informàtica. La familia contentísima aplaudiendo de pie cuando les conté de regreso a la casa, lugar en el que no hubo un computador hasta llegados los noventas, pero eso no era importante porque para eso estaba yo, mental y familiarmente graduada con honores y ya empleando dentro de mi vida diaria palabras como edit o run.

No muchos años después se popularizarìa una plataforma operativa llamada Windows y mi actitud de superioridad intelectual con respecto al resto se irìa al carajo de la manito con mis conocimientos previos de informàtica.

23 de septiembre de 2008

yo tambièn plagio*

AMOR 08


Y después de postearse todo lo que se postean, modifican su estado, cambian la foto del display, se ponen un nick que no levante sospecha, se bloquean, se eliminan, se desconectan, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.


* el chiste està en plagiar al màs grande.

yo tambièn plagio

9 de septiembre de 2008

EL ARCA

En la vida yo me subí hasta arriba de un único árbol, no una sino varias veces a lo largo de setecientos días. Era un caucho altísimo de ramas gruesas y sus hojas eran enormes, o es probable que sea yo de chica quien lo recuerde así, y que las ramas hayan sido medianas y el árbol joven, o algo parecido. El hecho es que yo tenía una casa arriba del árbol y la casa que albergaba al árbol que albergaba mi casa del árbol, venía con una gente que hacía las veces de guardianes o personas de limpieza pero que no eran tales sino solo una familia que vivía en el área de servicio de esa casa tan grande y tan abandonada a la que habíamos llegado mi mamá y yo. Entre la gente que vivía ahí había una Margarita, y Margarita que era unos años más grande que yo se hizo mi patísima y la pasábamos bomba en mi casa del árbol y delante del espejo cuando coreografiábamos me colé en tu fiesta.

Resumiendo, estábamos mi madre, el caucho, margarita y yo en la casa grande pero no en ese orden, porque según recuerdo primero llegamos a la casa que era un hueco inmundo lleno de animales salvajes y arañas, donde había vivido seguramente clandestino algún maleante de los ochentas. Llegamos porque era la casa abandonada de un pobre hombre que quiso durante un tiempo pegarlas de mi padre y aunque gracias al cielo no era un maleante ochentero, tampoco era más que un tipo simple que escuchaba mocedades hasta la conmoción.

Al llegar pudimos observar número uno, que el jardín estaba totalmente muerto salvo por el caucho agonizante que reposaba lánguidamente contra la pared de la familia Leoni. Una vez con el kit de jardinero que incluye palita y rastrillo, mi madre dedicó días enteros a revivir el verde del pasto, mientras su novio dedicaba días enteros a memorizar tómame o déjame y domingos enteros a ir a misa, y semanas interminables a tratar de ganarse a la hija, una vez que ésta hubiera bajado al fin del árbol.

Ya con el jardín verde, vendrían las cucarachas, moscas y zancudos a sentirse dueños de casa invadiendo no sólo el área del terreno sino el total del área construída, que es algo así como bichos por todos lados. Después de una breve reflexión respecto al ítem animales que vuelan, mi madre decidió que era mejor combatir naturaleza con naturaleza y darle absolutamente la espalda al baygón. Calculo que yo estaba en el espejo bailando hawai bombai para entonces, porque no recuerdo haberla visto llegar con la pareja de sapos que tenía como misión inmediata el acabar con los insectos en el menor tiempo posible, tal como fue.

Tan rápido estiraron la lengua los batracios que les quedó tiempo de sobra para aparearse en cada rincón y reproducirse generando una sobrepoblación de manchas verde jardín que se movían al mismo tiempo apenas uno salía a la ventana. Como habían muy pocas posibilidades de atravesar el campo hasta llegar al árbol sin pisar un sapo feo y estropear las pony rosadas, esos días marcaron mi alejamiento momentáneo del árbol, que para ser honesta no tenía una casa sino una madera que me había conseguido y que con mucho esfuerzo alcancé a encajar entre dos ramas. Eso sí, creo que las ramas eran bastante altas para una niña de ocho.

Ya para cuando el dueño de casa se martirizaba oyendo a José José, mi mamá no se veía tan segura de mantener la relación como de deshacerse de los sapos que querían tomar las habitaciones. Era una guerra de esas en las que uno se embarca contra sus metidas de pata del ayer, y el siguiente paso a tomar consistió en una nueva visita al mercado numero uno de surquillo, persona que vende mascotas.

Resultó algo sorpresivo para todos el hecho de que la solución al problema coincidiera precisamente con un sueño suyo de infancia. Cuando compró la pareja de ardillas de cola que espantaron gran cantidad de sapos, todos quedamos perplejos de su eficacia. Margarita y yo, en un arranque de felicidad por el hecho de retomar nuestros juegos en el jardín, entonamos a gritos canciones de la radio que habíamos grabado sobre una cinta de mari trini del pobre nostálgico que pululaba por la casa como un leproso del amor.

El árbol y su madera que eran un hogar para mí, duraron sólo un poco más. A diferencia de los sapos, que molestan porque son feos, las ardillas tienen dientes y muerden. Nos son amistosas como chip o dale y son lascivas como sus primos los conejos. Pronto esa casa sería el refugio de un tipo triste, dos docenas de sapos, muchas ardillas y la familia de Margarita que ya entraba en la adolescencia y se volvía un ser sumamente aburrido y carente de gracia, al menos para mí.

Antes de que nos fuéramos de la vida de esa casa, una nueva solución para espantar la fauna proliferante del jardín llegó. La perra mastín inglesa indomable cruzó la puerta un poco antes de que nosotras hayamos hecho una última visita. Huimos para bien antes de que Camilo Sexto terminara de cantar celos acompañado de la desafinada voz del desaliñado ex novio, minutos previos a que la perra destruyera todo.

El resto de mi relación con los árboles ha sido trepar como se pueda a la ramita más cercana, para impresionar un poco a los más viejos. A veces pienso que de habernos quedado un tiempo más, hubiera tenido la oportunidad de ser la dueña de un tigre de bengala que vendría para acabar con los bichos, sapos, ardillas, el perro el novio y la familia de Margarita, pero es difícil saber qué hubiera pasado.

4 de septiembre de 2008

TELEMARCADA

Hola soy Tom Smith, y hoy quiero ofrecerles un producto que cambiará sus vidas. Para eso quiero presentarles a Carla García, la gurú de los amores incompletos que es reconocida en varios países de América y Europa por sus episodios felices de enamoramiento pleno. Recibamosla con un aplauso!

Gracias Tom, vengo a contarles que basada en mi experiencia en las lides de Cupido, he decidido que mi misión en adelante será compartir con todas las chicas del mundo lo que he aprendido en la última década. Yo fui como tú, como muchas de las que están en el público, una novia sin rumbo, de esas que lloran a la primera o que protagonizan escenas de apasionados celos. Muchas veces me ví en situaciones de peligro y reaccioné de mala manera, pero con los años he ido perfeccionando el método que hoy les traigo y que les augura una mejor relación amorosa, una recopilación de consejos que hará que tú, al igual que yo, te asegures no un 60 u 80, sino un 100% de productividad en tu actual y futura interacción con tus medias naranjas.

Es eso cierto Carla?, porque yo he tenido muchas novias por breves lapsos y muy malas experiencias…

Es cierto Tom, a veces las chicas nos dejamos llevar por nuestros sentimientos sin tener en cuenta las reales necesidades del sexo opuesto, por eso es importante tener a mano siempre un manual de instrucciones que nos guíe paso por paso sobre qué hacer y qué no. Con EL MANUAL DE LA NOVIA IDEAL, el hombre elegido no sólo caerá rendido ante tus encantos y bondad, sino que se dejará voluntariamente atropellar por la combi del amor. Está dividido en breves y sencillos capítulos, tales como:

-Cinco ejercicios de respiración para enfrentar la resaca psicológica del ser amado.
-Convierte el aburrimiento común en alegría, fabricando un sapito de una servilleta.
-Mitiga tus ansiedades preparando deliciosos platos criollos.
-Envuelve para regalo tu crítica constructiva.
-Secretos de Reynaldo D’amore para ofrecerle una sonrisa sincera a la amiga de tu novio.
-Cómo limpiar los sanitarios envuelta en un halo de magia.
-Decir te amo sin que el otro presione eject.
-Haikus para capear las crisis ajenas.
-Ser su madre y no serlo, en base a rimmel y esmalte de uñas.

Eso no es todo Tom, también reseño cómo darle libertad a la pareja echándole mano al antiguo arte del tai chi, cómo hacer sentir joven sin llegar a ser demasiado vieja para él, y virtuoso sin parecer tú un chancay de a veinte. Estos consejos te ayudarán a taladrarle la sien al que se muestre esquivo hasta conseguir un escaño entre las tres mujeres más importantes de su vida.
El público está entusiasmado!, recibirán algo más por su dinero?

Claro, todas las que pidan EL MANUAL DE LA NOVIA IDEAL, recibirán también seis botellas de chardonnay, un set de papeles hechos a mano, un neceser con maquillaje y el libro qué cocinaré, de nicollini. Además, a las primeras treinta personas que llamen se les enviará totalmente gratis, un disco LP que contiene el MANUAL, acompañado de las diez mejores canciones para superar momentos álgidos y sonidos de la selva para generar un ambiente de amor y aventura. En caso de darse por terminada la relación, todas las chicas podrán escuchar el disco al revés, ahí se consigna el MANUAL DE LA EX INFERNAL, con los capítulos de la Guía de Cocteles para la generar amnesia y Cómo emplear las redes sociales para torturarte y torturar.

28 de agosto de 2008

En esta historia no hay ningún gato muerto

No puedo decir lo mismo de los perros, porque inicia justamente el día que Mikita muere.

Micaela, quien fuera hija predilecta de un joven matrimonio, perra malhumorada y que sufría de extraños ataques de nerviosismo seguidos de una abierta agresividad hacia cualquiera que se le acercara a acariciarla, se murió de algo raro y totalmente sorpresivo para mi amiga Rita, que en ese momento ya era la única del joven matrimonio que quedaba en esa casa. Él se había ido hacía unos años, por esas cosas del amor que hoy prefiero callar, y se habían quedado Rita, Mikita y Leonardito, un gato peludo y blanco. Rita quería muchísimo a Micaela y en respuesta ella le correspondía no mordiéndola. Rita quería muchísimo a Leonardito y éste aparecía puntualmente cada vez que tenía hambre. Pero Mikita murió y el nido quedó semi vacío.

El día de las exequias yo, algo conmovida por el tema de la transitoriedad de la vida animal, me animé a sacar a Rita a comer un ceviche al mercado de surquillo. Nos acompañó un amigo que siempre está dispuesto a poner el hombro en situaciones dolorosas que involucran conversación, pescado, cebolla, limón, choclo, camote y una cerveza.

Después de un breve paseo por la historia de la desaparecida mascota, Rita exteriorizó su preocupación sobre la salud psicológica y anímica del sobreviviente Leonardito. Resultó que el gato, a pesar de haber jugado al hielo absoluto durante toda su coexistencia con la perrita, la quería con afán, a decir de mi amiga. Tristeza al momento del Tacutacu relleno de mariscos.

Yo soy especialmente aguda cuando he comido ají en exceso, y en mi deber de amiga solo habían dos maneras de solucionar el impasse. Una era dedicarme a entretener a Leonardito por las tardes, con un cascabel o un ovillo de lana. La segunda, aquella que mi sexto sentido señalaba como vaquero de neon a hotel de la vegas, era aceptar el hecho de que Leonardo estaba feliz en su condición de hijo único, que era probable que él mismo haya urdido la muerte de Mikita, y que toda la pena que envolvió el tacutacu que envolvía calamares y pulpitos, fuera simplemente mi amiga desplazando su dolor hacia el animal más cercano. Fue entonces que pagamos y entramos por la primera bajada al zanjón.

Claro que sé que no hay que comprar animales a la vuelta del congreso, pero se trataba de un caso especial y teníamos entre todos como catorce soles. A pesar de haberlo escogido de entre el resto y regateado como si se tratara de medio kilo de vainitas, Rita se puso como una niña a quien su papá le trajo un gato de sorpresa al volver del trabajo. Misión cumplida, me encanta cuando un plan se realiza.

Fui declarada madrina de gatito con todas las de la ley y jugamos varias horas hasta que se hizo evidente que sus uñas y mi cara no hacían una buena dupla. Dejé a la familia con su nueva integrante viviendo en el último piso de un edificio muy alto y pasaron días, quizás un mes.

Gatito se convirtió en gatita durante la adolescencia. Rita y yo quedamos, gracias a esa súbita revelación, como dos mujeres adultas incapaces de reconocer efectivamente el sexo de un cachorro. A partir de entonces fue rebautizada como Gatita, la hembrita que hacía una feliz vida mientras que Leonardo, algo tío y celoso, rondaba la periferia del departamento, caminando sobre las barandas de la terraza y retando a la muerte que lo esperaba siempre quince pisos al sur.

Ilusa y confiada en mi buena reacción frente a las situaciones del fatal destino, Rita marcó mi número una vez más una mañana de chamba. Salí en su auxilio y al llegar al departamento la encontré desesperada. Caminamos entre ropa colgada hacia la terraza y apareció Leonardo con muchos kilos menos y totalmente gris. Gatita en cambio, saltó directamente como si esperara un regalo sorpresa de su madrina.

Fuimos a su veterinaria de cabecera, una chica joven que había puesto fin a los últimos martirizantes minutos de la ya entonces lejana Mikita. Leo no opuso resistencia a ninguno de los exámenes, quizás intuyendo lo inútil que hubiera resultado darnos la pelea a las tres. Se dejó pesar, medir, inyectar y medir la temperatura de esa incómoda forma. No hubo asomo de emoción cuando le extrajeron sangre para analizar. A nosotras en cambio, nos sobrevino el desánimo cuando hubo que pagar muchos soles para que la sangre fuera a san marcos a ser estudiada. Muchos posibles cebiches en el mercado de surquillo se vieron truncados en ese instante.

No comió los dos siguientes días. No quiso acercarse a las bolitas, ni al paté de lata, ni al pan remojado en leche tibia. Una vez más, y voluntariamente, decidí tomar las riendas del asunto y dirigir a lo lejos a mi amiga que luchaba por abrirle la boca e introducirle la comida al gato que para entonces sólo conservaba fuerza animal en la mandíbula. Para llevar a cabo todo ese ritual de dominación y amor extremo, teníamos que encerrar en el cuarto de Rita a Gatita, que naturalmente había arrasado ya varias veces con el buffet del enfermo.

El tercer día enrumbamos las dos y un gato famélico, extrañamente ojeroso y plomo, hacia la veterinaria a recibir los resultados. El mal diagnóstico vino acompañado de ciertas recomendaciones esperanzadoras. Con mucho cuidado, medicamentos y un cambio en la alimentación, Leonardo sería capaz de recuperar su semblante de primo del rey de la selva. Luego empezamos a descartar posibilidades. Los gatos de casa normalmente no reciben transfusiones de sangre, ni se suministran drogas con jeringas usadas. La veterinaria dijo que únicamente podía haberse contagiado de HIV gatuno por estar en contacto con alguna gata callejera, y en ese momento entendí que ninguna mascota que uno compre, con toda la buena intención, por catorce soles que incluyen además una caja de cartón que cotizaron a dos, debía gozar de total confianza. Ella, la de las uñas afiladas, los ojos vivísimos y el apetito voraz, estaba fuera de peligro por ser únicamente portadora.

Desde la terraza de un edificio muy alto en otro punto de Miraflores, Gatita terminaba en ese preciso instante de comerse el paté del enfermo. Se sentaba a disfrutar la vista de Lima y su mar desde la ventana, dando a ratos desesperados zarpazos contra el vidrio en un intento inútil de atrapar algunos voladores de parapente.

25 de agosto de 2008

bailando

Es un momento lleno de adrenalina, dice la animadora sazonando el audio con ay dioses y disfuerzos. Han sido doce semanas de intenso entrenamiento, enfermedades y lesiones, pero también alegres instantes llenos de ilusión.

Las últimas dos parejas bailan, el jurado levanta sus paletas y luego se inicia una cuenta regresiva de cuarenta minutos para que el público vote por mensaje de texto y vaya depositando así, sin leer las minúsculas letras en las pantallas que sólo un ojo biónico alcanzaría a definir, tres soles por voto que van directo a llenar las arcas de la fastuosa producción.

La animadora es flanqueada por los cuatro finalistas. A la derecha, desde mi lado de la tele, el actor divertido y barrio con una norteña ojona a punto de perder la vista. A la izquierda, la ex miss perú con un chatín cuya madre tiene un tumor maligno del que su situación económica no puede deshacerse. Ay dios, es un momento lleno de adrenalina, me muero, vuelve a decir la reina de la tele que tiene un enorme corazón.

Cuarentaicinco mil llamadas!!!! La pareja cuyos nombres tengo en este sobre que ya pasó por el señor notario, será la ganadora. El héroe (que así se le llama al famoso que apoyó la causa), se llevará un viaje a máncora para dos personas; el soñador, o la soñadora (que así se le llama a quien bailó desesperadamente durante doce semanas para ganar), cumplirá su sueño.

Se llevan la copa de bailando por un sueño (tambores, gritos, el público se desespera, las cuarenticinco mil mensajes de a tres soles miran desde sus casas, la animadora cada día mas billetona pone cara de comprometida) la ojona y el actor! Yeeeee, prenden la máquina de pica pica y empieza a entrar gente en escena. La rubia sigue hablándole a la cámara en medio del pandemonio, agradeciendo a una empresa de tubos de pvc, a la producción, a los soñadores, a jurado, al público y a los héroes. La ganadora recibe la copa y confía en que le salven los ojos. La gente sigue saltando. El perdedor no recibe nada, salvo algunos besos y vuelve a su casa donde sigue su madre enferma, con doce semanas de baile y exposición inútil sumadas a la sensación de fracaso y a una invitación a participar en diciembre programa duelo de estrellas.

En la noche la animadora, drogada de rating, se hinca delante de un altar que consta de la foto de un gurú furiosamente parecido a Pablo Milanés y un budita dorado. Aspira una pizca de las cenizas que brotan de las manos de sai baba y agradece al supremo la posibilidad de ayudar a mejorar el mundo.

21 de agosto de 2008

Somos nosotros o son ellos?

Estoy segura de que los chilenos de Cencosud sabían perfectamente qué compraban. El Grupo Wong no se encuentra inscrito únicamente dentro del rubro de Supermercados, sino que es también líder nacional en el rubro de Reencuentros, revelaciones y otras sorpresitas.

Basta que una ponga un pie dentro de la tienda buscando una lechuga, que aparece frente a la misma góndola esa chica del colegio que quisiste no ver más hace casi veinte años, choca contra tu carrito y el resto es una cháchara tan inútil como inevitable. Si decidiste no peinarte porque es domingo, detrás de ti en la cola de caja ruc (que atiende a uno cada media hora) está ese que fue el hombre de tu vida alguna vez y de cual prometiste vengarte en base a tu eterna belleza (hoy ausente). Apenas te introduces en la boca el siu mai de medio kilo, llega alguien que conoces y que tiene ganas locas de escuchar tu opinión sobre algo. Eso en reencuentros.

En revelaciones alguna vez un simpático ejemplar masculino que en ese segundo compartía casa, beso y vida conmigo, apareció de manera insólita en un Metro que queda en algún lugar de San Borja que ya olvidé y al que mi madre me forzó a ir buscando de emergencia un pollo a la brasa. No sólo andaba de la mano de una mujer desconocida y con aspecto de azafata de casino, sino que balanceaban en las manos restantes las amarillas bolsas donde iba su vida, que ya era ajenísima a mí.

Así se porta el Grupo Wong a veces. Otras, un chico equis se levanta resaqueadísimo un martes sin esperanza, camina por la Benavides, entra a buscar una empanada o algo y se cruza con la chica con la que sueña hace por lo menos mil noches. Siguiendo una tradición de falta de valor característica suya, el chico no dice ni pío pero ella sí. Lo saluda, intercambian un par de palabras amables después de mucho y cierran con que quizás volverán a verse, pasando por alto o no al marido de ella. Durante la breve conversa él no deja de tener vergüenza y ruega que no se huela que suda alcohol. Ella se va y él no la vuelve a llamar porque es cobarde, pero empieza a soñar en ese instante, parado frente a los mini chifones, frente a los camotillos, las tejas y las cocadas.

15 de agosto de 2008

Fresita no era solamente Fresita, era Strawberry Shortcake, una muñeca minúscula con la cara cachetona y pecosa, las pestañitas pintadas en el párpado y nombre de kekito trabalenguas. Era además, y todavía no me explico por qué, un pasaporte a la popularidad escolar, a la posibilidad de tener de qué hablar con el resto, trono que luego heredarían las Cabagge Patch Kids (unos repollos trabalenguas), los Cariñositos (osos de sospechosa conducta) y posteriormente la revista Bravo, aunque eso supusiera tener que pegar en tu pared el afiche de un sueco llamado Dolf Lundgren sin tener la mínima idea de quién es. Fresita era la reina, tenía su perrito, su gatito y para cuando yo tenía siete años, era lo que más deseaba, sin pensar siquiera en la paz mundial o el príncipe azul.

Yo era solamente yo, porque no tenía a Fresita. No tenía a Fresita y a ningún adulto parecía importarle mínimamente.

Juan no era únicamente un señor que venía a la casa. Era el amigo de los abuelos que venía todos los sábados temprano por la mañana, cuando todavía yo deambulaba en piyama antes de meterme a la tina. A las diez y media se oía el timbre, la campanita de la puerta al abrirse y el golpe de la puerta al cerrarse. Yo esperaba un par de minutos y después asomaba a la escalera. En la mesa del hall de abajo aparecían sin falta, un comic y una caja de lentejas. Bajaba sigilosamente esperando que los adultos estuvieran en la cocina, subía y me sentaba en la salita de arriba a separar las lentejas por colores, luego por grupos de colores diversos y a comerme las sobrantes. Una vez con cinco grupos de lentejas multicolor, las separaba de en cinco grupos de lentejas monocromas y las iba comiendo una por una hasta hacer coincidir la última viñeta del comic con el sabor a chocolate de la última lenteja verde. Todos los sábados durante varios años, ese era Juan.

El en diario llegó el sábado un encarte de Hogar, la mega tienda de muebles y juguetes a la que íbamos a oletear de vez en cuando. Fresita y su glorieta florida, lugar en donde ella y todos sus amiguitos lucían más pecosos y aromáticos que nunca, estaba en oferta. Habiendo intentado todo tipo de tretas sin resultados con todos y cada uno de los cuatro miembros de mi familia, ese sábado que no era cualquiera, se estrenaría una nueva víctima de mis necesidades.

Juan, que me quería mucho y le hacía porras a todas mis malacrianzas, cayó rapidísimo. El problema fue esperar porque él tampoco era rico. La adoración que tenía hacia todos nosotros era directamente proporcional al porcentaje de su flaco sueldo invertido en regalos y detalles, y comics y lentejas. Hubo que hacer cuenta regresiva hasta la navidad yendo al colegio.

El colegio además de ser un colegio, era un reducto de niñas de todas las edades que ya tenían a fresita y a su amigo blueberry no se qué. La ropita, las mascotas, los cuadernos, los lápices y borradores de olores frutosos hasta la nausea. Durante semanas conté historias sobre mis futuras historias con fresita y conseguí volver a fresita una heroína épica. Fresita la del Olimpo, fresita de la guerra de las galaxias, fresita presidente. No he esperado nunca más nada con tanta ilusión. Esta vez el niño dios y su amigo papa Noel se iban a hacer una.

Ese veinticuatro de diciembre por la tarde la caja ya estaba en la casa. Dentro de ella una glorieta blanca compuesta de paredes y techo en forma de flor invertida, unas enredaderas de plástico y dos banquitas, me esperaban. Aparte de eso nada, salvo una recién nacida y en adelante eterna desconfianza en los adultos, papá Noel y el niño dios. Resultó ser que las cosas no eran como en las revistas y que nadie leyó las letras pequeñas en donde se advertía que el set de la glorieta solo incluía a la glorieta. De Fresita, el gatito y su amigo azul, ni el rastro. Algún tiempo después mi frustración sería reemplazada por las ganas locas de tener un Pequeño Pony.

El Pequeño Pony no era simplemente un caballo de juguete, era un caballo con ojos enormes, pestañas pintadas y pelo largo de colores, que además incluía un peine de plástico.

11 de agosto de 2008

petit evaluation

Ésta es una conversación que tuve la semana pasada con un chico muy querido.
Teniendo en cuenta la finalidad educativa de éste, su blog amigo, la transcribo para evaluar lo que en la clase de Poética Aristotélica de la semana anterior ya estudiamos, como son los conceptos básicos de la Tragedia Griega.
Ahora usted tiene que identificar correctamente prólogo, episodios, éxodo, párodo y estásimo, o simplemente escribir en una servilleta en qué momento el personaje chifla. El nombre del individuo ha sido reemplazado por la el caracter X, mientras que el mío por el término Carla, con propósitos obviamente académicos.
X says: carla, alucina que me he comprado un aparatito con el que estoy insoportable, es un teléfono de mac que es como una computadora de bolsillo, el tipo de juguete que a ti te encantaría

Carla says: como se llama?


X says: i phone

carla says: ah (esto no se lo digo a él, pero por dios, a éstas alturas tanta descripción para un iphone?) lo conozco. cuídalo porque es bien delicado y a la primera sentada encima, la pantalla fue.

X says: si ... ya le compre una carcasa que lo protege de gente turpiter como yo.. la primera vez que lo tuve en mis manos dije, esta cojudez la hago mierda en una semana.. pero lo estoy cuidando y me ayuda.. es el tipo de gadget que implica comprar varias cojudeces para no hacerlo mierda, como canguro, carcasa...

carla says: …el auto del iphone…

X says: alucina que si hay algo que me parece recontra lorna es andar por la vida con un maletín

carla says: claro, a mi también, el maletín sucks!

X says: totalmente

carla says: aja

X says: pero

X says: resulta que para hacer algunos trámites tengo que moverme con un huevo de papeles tipo libro de actas y constitución y copia literal y no sé qué tanta basura, lo que me obligaba a andar por la vida con un sobre manila que se rompía por todos lados. hasta que dije, la putamadre que los parió a todos, parece que me voy a tener que comprar un maletín para cargar toda esta mierda!

carla says: bastante lógico, pero cuidado que el maletín se pierde fácil
(nótese que es segunda vez en esta charla que ofrezco un consejo limpio)

X says: lo que pasa es que algo tan cojudo como los documentos de mi empresa terminan siendo algo importante para mi, y digo... bueno, a tu empresa la llevas en un sobre manila roto? qué baja tienes la autoestima, y trato de solucionarlo de la mejor manera posible. Así es que aparecí en xxxxx (nombre de la empresa propia del protagonista) con un maletín que compré y me pareció decente. carla, no sabes cómo se burlaron de mi…

carla says: no les hagas caso, lo importante es que tienes un maletin lindo, no?

X says: de entrada xxxxx (nombre de trabajadora de la empresa) me dijo: qué llevas ahi? una bomba? y puta no se.. pero yo creo que si vas a caminar por ahí con algo tan cojudo por ahí como un maletín debe ser algo decente..en fin también lo puedo llevar vacío pero pesa como 15 kilos.

carla says: no pesa demasiado?

X says: Claro, es que aca pues estoy rodeado de una serie de chicas burlonas que no se compran la del xxxx (chaplín del protagonista) ejecutivo. soy el hazmereir de xxxxxx (nombre de la empresa). Mira, si tu mamá (mi mamá?) me llega a ver por ahí con esa huevada, me deshereda. Es como yo les digo, yo aquí soy el gerente de xxxx(nombre de la empresa) cuando les conviene, cuando hay que hacer trabajo sucio, como tramites o botar gente, pero no cuando tienen que respetar mi elección en maletines.

carla says: me gustaría saber de qué color es y cuáles fueron los criterios de selección

X says: alguien me dijo que samsonite era buena marca y en realidad lo es. el problema es que no pasa piola porque es una cojudez plateada que hace parecer que llevas un millón de dólares adentro y pesa una tonelada (vacía).. es un roche.. hasta xxxx (la chupe de la oficina, la quinta rueda) se burla de mi cuando me ve cargando esa huevada. Carla, yo no nací para ser sometido a este tipo de escarnio

carla says: es de metal?

X says: no, es plástico, pero es perfecto para un mafioso o algo así.

carla says: bueno, la marca como criterio uno, qué más. Por decir, cuando viste la gama de maletines samsonite, qué sentiste?

X says: vi las opciones y e inmediatamente pensé en la música electrónica y en realidad para cargar mi equipo esta buenísimo, entra un sampler y una laptop normal, pero por dios que no se, ya todos me acomplejaron… El hecho es que cuando voy a cobrar, o salgo a una reunión nunca meto la plata ahí, porque es lo primero que me quitaría un choro.

9 de agosto de 2008

Tenía tiempo queriendo postear esta foto.
Ajá, se llaman así y son unas pastillas para aclarar la garganta.
Quisiera llamar un segundo su atención hacia la cara del gentil osito y el gorro que cubre su osuna oreja.
Se venden en todas las farmacias, sólo tienes que llamarlas por su nombre.
No habría que premiar al creativo?

7 de agosto de 2008

flashback

Días antes de volver del viaje me agarró el santiamén existencialista gracias al cual hoy, me encuentro en total replanteo. Necesito explicarte que en un caso como el mío no se abre el cielo en luminosa epifanía sino que los existencialistas ateos somos más bien propensos a la pataleta y el llanto sin mayor parafernalia que quizás un pucho y una copita de Jägermeister*.

Minutos, caladas y copas después, esa noche inicié un corto paseo por el youtube de mis recuerdos, con el franco afán de responder al fin a pregunta de hacia dónde voy, en base a refrescar la respuesta de dónde vengo.

Así fui alejando cada vez más el lloriqueo baboso con videos de canciones como Claridad, Travolta de diversas formas y Linda Blair patinando, hasta que al teclear un nombre desenterré un oscuro secreto familiar que mi abuela quiso llevarse a la tumba.

Yo quise ser burbujita, no bombera, ni astronauta y menos una treintona oficinista multimedia. Burbujita, muñeca de algún color, treinta minutos Roxanita Vargas o Patita Loyola, esa era mi meta. Pero la abuela dale que no, que no era para chicas como yo, que tenían las burbujitas justas, que nunca abrían un nuevo casting. Entonces al cargar la pantallita y ver de nuevo a Yola cantando tilín tolón tilín me enfrenté en berlín dos mil ocho a todas las veces del otro lado de la tele en las que pedía que me lleven al canal cuatro sin resultados, salvo el haber visitado el set del Tío Johnny como si una fuera cualquier tontita que se deja encandilar por un par de cámaras y un vaso de leche o como si mi vocación de burbuja hubiera sido sólo un juego de infancia.

Y un día de pronto a soportar el silencio, el ya no se hable más de esto que jamás serás una burbujita, escuchar los últimos intentos de la abuela, cuando ya sin saber cómo deshacerse de mi sueño usó por último argumento que la señorita Polastri abusaba de las muñecas, que al primer traspié la ira de mi mentora televisiva se convertía en sangre que volaba por el set, que los moretones se escondían tras las chapitas y pecas dibujadas con maquillaje de última.

No me queda claro si mentiste, querida abuela Lady Consul, ni cuáles fueron tus motivos.

A los cinco años no queda hacer mucho más que callar las propias ansias. La peluca, los pompones, la fila india y yo, nos convertimos en Montesco y Capuletto. Luego durante un par de años sólo me quedó esperar pacientemente la llegada de la Feria del Hogar y hacer cola junto a miles de niños menos convencidos que yo, para entrar al Auditorio a presenciar el show y así por fin llevar con los pies el ritmo del merenguito, olfatear de cerca el olor rancio de las trenzas de lana y al final hacerme autografiar un nuevo disco al mismo tiempo que intentaba establecer contacto visual con la animadora, para de ese modo intentar explicarle inútilmente con los ojos lo que pasaba, aunque siempre iba de la mano de algún adulto entrenado a la perfección para no dejarme huir o gritar a los cuatro vientos mi verdad.





*licor alemán de hierbas que promueve la ingesta responsable de alcohol en base a su mal sabor y peor resaca.

3 de agosto de 2008

Ventajas de ver La Tribuna de Alfredo


1. Puedes empezar un domingo culposo repudiando a otro más que a ti mismo.
2. No tienes que aprender nada, sólo se trata de mirar como un personaje de complexión obesa literalmente se taconea boca adentro un aproximado de cuarenta platos en pantagruélicas sesiones que tienen lugar entre una tanda comercial y otra.
3. Consigues atesorar importante información sobre nuestros potajes típicos, misma que se desprende de inteligentes frases –pronunciadas con un oscuro morbo gastroabdominal- como:

-Que rico bufé, no?
-La mazamorra morada hecha con maíz morado...
-El arroz con leche con su canelita y su pasa...


4. Sentirte feliz de no tener los pelos larguísimos dentro, sobre, y a los lados de la nariz, de los que hacen despliegue todos los primeros planos del susodicho en ininterrumpida ingesta.
5. Tener el oscuro deseo de que algún día un lechón entero, un cabrito con su frijol o un ají de gaína (gonzales dixit) se atraque frente o fuera de cámaras en alguna de las cavidades de su estómago, como son panza, bonete, libro y cuajar.

Gracias hermanón por una nueva pastilla para levantar la moral.

1 de agosto de 2008

Para llegar tarde al colegio mi madre escribía excusas en tarjetas personales en las que se leía que la llanta del auto estaba mala y que la avenida arenales era un caos. Las excusas para no hacer gimnasia eran que el uniforme no estaba seco o que estaba resfriada. En las tarjetas de cuando no hacía la tarea se hablaba del apagón. Así, cientos de rectangulares cartulinas blancas con el nombre de mi madre desfilaban entre los dedos de muchas viejas brujas, salían de la imprenta y de inmediato rotaban con mentiras de la amorosa Carla grande, dispuesta a que yo hiciera -siempre dentro de los márgenes que establecen la ley y los buenos usos– lo que me diera la real y regalada gana.
Cuando ya no podía faltar ni un día más al colegio y en Aló Gisela se presentaba Locomía con su formación original, mi madre me dejó ir a clases pensando que nunca vería en vivo y en directo esa boca de fresa que un moro homosexual pechicalato ostentaba y tapaba bajo un enorme abanico. Una vez en clase de filosofía, sonó el parlante llamándome hacia dirección. Mi mamá, a las once del día, estaba en la puerta del colegio esperando en el volkswagen rojo para llevarme a hacer unos exámenes, dada mi deformación congénita del riñón izquierdo. Abanico Locomía!

28 de julio de 2008

He odiado a kike mucho y durante largo tiempo.


En realidad no fui nunca demasiado buena con los chicos del barrio. Las casas de sus padres empezaron a aparecer al borde de la carretera y con ellas familias enteras, hordas de chibolos que atravesaban absolutamente todos los lugares pidiendo a gritos atención, agua o gaseosas.
Me he vuelto una vieja vinagre, eso debe ser.

Cuando los chicos tomaban la casa se armaba un griterío infernal. Jugaban a la chapada, a las escondidas y se empujaban en las hamacas hasta casi chocar los techos. Yo trataba de no cruzármelos, ocupada en mis veintitantos años y mi bikini, y meter la panza, y coquetear con quien pudiera.

Kike se trepaba a la mesa del comedor (el comedor de mi casa) a dar gritos de júbilo o histeria dependiendo del juego. Así lo encontraba todo el tiempo. Todos corriendo de un cuarto a otro, entre los árboles o detrás de la casa; Kike con los zapatos embarrados trepado sobre la mesa.
Un día empecé a darme cuenta de que me era insoportable.

Andaba por ahí con un juego de casinos viejo en la mano, cuando me encontró sola en la hamaca y se acercó, con sus seis o siete cachetones años, a hablarme.

E huevo tasino.
No tengo ganas.
E huevo.
No kike, estoy tranquila y relajada.
Do sabe.
¿?

Do sabe y tede medo.

No recuerdo si jugué cartas o nó, pero me recuerdo perfectamente declarándole la guerra muda a un niño de siete años, u ocho.

No me molestaban ni juana ni brisa vanessa cuando venían a venderme esas empanadas fritas con azúcar encima, a pesar de que yo sabía que era su única clienta. No me molestaba el humero, un niño de pocos años al que adoptamos como mascota del clan y que gracias a eso volvía a su casa sin humitas y con unos buenos soles.

A kike en cambio lo detesté un poco más cuando lo vi matar pajaritos con una honda entre los árboles. Un poco más cada vez que iba a la tienda de sus padres y no me saludaba. Un poco más cuando gritaba seña carla y yo tenía que vestirme íntegra para salir y atenderlo, después de que cansado de correr entre mis árboles y matar pajaritos sin importar cuántas veces mi madre lo hubiera echado a gritos, tenían el desparpajo de pedir agua, o gaseosa en mi puerta, que quedaba a menos de 100mts de la suya.

De esas gotitas de kike, está inundada mi experiencia norteña.

El golpe maestro lo dio durante mi viaje de retorno, cinco años después de haber partido hacia Lima. Me acordé de él a mitad del vuelo, momento en que hubiera deseado guiar el avión de vuelta al Jorge Chávez. Ha sido este verano en febrero del 2008 cuando la vida, y el trabajo fatal, me permitieron volver al sitio donde soy feliz. Balancear a kike y su mal hablar versus los árboles, versus esos pájaros que cantan como si te estuvieran silbando que eres linda por las mañanas, versus la corriente tibia que trae bufeos y que te hace sentir que nada más importa.

Ví los árboles y los rodeé con mis brazos, escuché a los pájaros ya en la mañana tarde, a la hora en que el colectivo nos dejó en la carretera, me bañé en el mar con el que había soñado tantas horas de oficina. Después almorcé y busqué la cara de un kike casi veinteañero entre las caras de los vecinos. Volví a bañarme en el mar cuando ya casi anochecía, cuando ya no cantaba un pájaro ni se veían los árboles.

De vuelta en la casa inventé que necesitaba algo de la tienda. Gaseosa o quizás un chocolate.

Casi cien metros mas allá de la casa me recibió enrique el padre, due;o de la tienda más cercana. Metí la nariz por la ventana mientras él buscaba lo que sea que pedí como coartada. Quise ver a kike jugando un videojuego como hacía unos siete años. Los busqué con la mirada entre el grupo de los que tomaban cervezas en el malecón de los pinos, sin éxito. Recibí la botella de manos de su padre y pregunté por él. Se ha ido a piura por vaciones esta mañana, dijo.

Me quedé unos segundos haciendo nada en la ventana de una bodega zorriteña. Repasaba los cachetes enormes y el pelo desordenado, el repudio, las ganas de verlo grande, de saber cuánto podía detestarlo hoy. Inmediatamente caminé hacia la casa y encontramos una culebra negra que hubo que sacar empujando con una escoba.

24 de julio de 2008

no compren

Chica, yo que acabo de venir del verano -que es una forma bronceada de volver del futuro- te informo.

Pasa una cosa rara con los zapatos veraniegos. Te lo digo porque somos amigas y yo estuve a punto de sucumbir frente a la tentación, pero gracias a dios un tema de euros y de falta de tiempo lo impidieron.

Van a llegar, lo intuyo casi como se huele el peligro, una sandalias que también son bota. El sesenta y cinco por ciento de las chicas con posibilidad de comprarse calzado de temporada las usa en Madrid. Escuchaste bien, sandalia bota.

De acuerdo a lo que he investigado, la palabra sandalia responde al concepto zapato ligero y muy abierto; mientras que bota al concepto calzado que resguarda el pie y parte de la pierna. Sandalia bota es un oxímoron. Como negro blanquecino, o blanco negruzco. No sólo eso, además se ven mal.

Cierro instando a las personas que diseñan ropa a que corten ya con las ambigüedades: es sandalia o bota, pero no se puede ser ambas. Se trata de un inbreeding de la familia del calzado, creado por el diablo.

Yo digo que la culpa de todo la tiene el anormal que creó la falda pantalón.

21 de julio de 2008

te decepcionaré, ale.

No habrás de recibirme en Jorge Chávez con pancarta ni pañuelo al aire en bienvenida. Me temo que no existirán más conversaciones al chat de madrugada y tampoco quedará rastro del poco respeto que alguna vez en ti generé. Quiero que sepas que lo entiendo y me disculpo. Pronto vuelvo a Lima con una promesa incumplida.

Puedo jurar amiga, si acaso aún me permites emplear ese título, que no he visto un solo indigente en Berlín que haya podido merecer tus afectos. Esto se debe principalmente a que he visto pocos menesterosos en la capital alemana. Los hay, no digo lo contrario, pero el que vi hoy por ejemplo, me pidió el boleto del S Bahn para revenderlo. De inmediato lo miré con la esperanza de que sea un chico guapo y decente, aficionado a pedir propina como todos tus ex novios pero con el plus de la transacción posterior con los boletos ya usados. Parecía prometedor, pero ya de frente lo encontré flaco y alcoholizado, señas que me hicieron pensar que no era el indicado, por aquello de que no queremos más de lo mismo, o en este caso de lo anterior. Es cierto que atado a una pita tenía un perro delgado con cara de sueño y que eso corresponde a algo así como una ventaja diferencial por sobre la manada de irresponsables que quienes te conocemos hemos visto de tu mano. Pero no es suficiente con mantener vivo a un cuadrúpedo cuando tienes veinticinco, vives en el metro y te faltan algo mas de seis molares.

Yo que me comprometí y asumí como reto el volver a Lima habiendo hallado un chambelán germano de tu talla, ahora me avergüenzo de haber perdido esta gesta. No he visto casi gente sin casa, y a quienes vi juraría que saben leer, escribir y realizar ciertos cálculos matemáticos, rasgos que entiendo, no se encuentran en tu lista de requerimientos. Quienes te apreciamos como la chica poco complicada y alegre que eres, esperamos para ti un príncipe capaz de ofrecerte unas salchipapas sin pedirte que firmes una letra a cambio, y continuaremos en la búsqueda de tu media naranja.

Termino esperando que me entiendas.
Besos,
Miss Carla

18 de julio de 2008




No sé y seguramente nunca llegaré a saber qué es lo que me atrae tanto de las cachinas. De hecho confieso que cuando entro en un anticuario tiendo a somatizar el miedo que me da estar envuelta en cosas de gente que seguramente ha muerto, o cosas de gente en desgracia. Me salen granos o me pongo a toser, pero siempre termino oleteando, abriendo cosas, reconociendo en las cosas de otros las mías propias.


Berlín es la casa de tu tía viuda. Una tía que ha estado tanto sola, que tiene miles de manías en términos de orden y limpieza, aunque quizás no sea la más ordenada ni la menos sucia. Hay tiendas en cada calle con escaparates casi vacíos en los que encuentras, por ejemplo, un chanchito alcancía, o un par de zapatos usados. Bares y cafés en todas partes; parques, gente andando o en bici. La tía ha dejado tesoritos en cada habitación, como por decir el comedor forrado en un colomural de colores que hoy ni conjugan, el florero de murano que parece un geiser multicolor, esos pisitos de crochet amarillentos sobre los que posa un bol de cristal tan facetado que luce como un brillante. Berlín no ha botado una cosa en años; la ha vuelto a usar, le ha dado a todo un nuevo sentido. Igual a una que es caótica le da miedo mover algo por error y destruir las estructuras mentales de la tía, quebrarle su historia de melamine indestructible.


El domingo caminamos desde la casa hasta el museo del muro pero antes pasamos por mauerpark, un mercado de pulgas enorme. Entre cientos de personas y un olor a salchicha que te mueres, paramos en un stand a ver qué había. El álbum que compré fue el primero que abrí, como si fuera un presagio. Lo ví, me gustó, pensé que era raro meterse en la vida de otro, y seguimos caminando. Media hora después ambos coincidimos en que no está mal hacerse del registro de una vida ajena y volvimos. Abrimos quince álbumes, tratando de entender de quién eran y qué hacían en mauerpark. En ese lapso una fila de mirones se detenían detrás nuestro a ver las fotos, de alguna manera a pelearnos los álbumes por envidia. Estaba la familia feliz en colores, la anciana viajera en blanco y negro y color (con múltiples tomas de la anciana en ropa de baño), el álbum lleno de fotos sin alma, y de nuevo éste, el primer álbum.


Costó más de lo que se paga por una buena comida en esta ciudad, pero lo vale. La mujer que protagoniza la historia se llama Olga, Iris, Ingrid o Imtrud, eso aún no lo ha revelado. En la primera foto se muestra como es, contrapuesta a la vitalidad de un sobrino. Ella es la tía, la que impone el orden, la que guarda los caramelos en una lata sobre un mueble demasiado alto. La conocí en Berlín y ha prometido contarme su vida.



16 de julio de 2008

happy days

Yo tuve un momento en el que estaba molesta.
Con mis papás y el parque automotor nacional; con los contenidos de la tele, con la locución de Ramírez Lazo y finalmente, con la lencería cónica que con desparpajo vestían las profesoras solteras de más de 50. Ese período iracundo coincidió con una etapa en el ámbito de la educación llamada secundaria.

La aversión contra el estudio, la puesta en duda de las capacidades de mis docentes, el querer ser punkie pero sólo poder usar un par de aretes y un lazo rojo en el pelo (reglas monjeriles que me alejaban sistemáticamente de mi imitación barata de Joan Jett). Ser Carla nadando en un mar de pattys y michelles, temer más que al diablo a una revisión de casilleros, escuchar Ilan Chester por los parlantes del bus del colegio desde la Planicie hasta la civilización, casi a diario y durante meses.

Yo no derramé una lágrima en la graduación. Las amables sisters me tuvieron del cuello todo el año porque no se graduaba aquella que tuviera menos de 16 en conducta. Once años de matrícula condicional finalizaron con un bimestre de 16 en conducta. No por mi madre, no por la tía male ni por las compañeritas y la unión de la prom (texto tan oído esos últimos tiempos). Mi abuela soñaba con esa graduación (no me pregunten por qué), y mi abuela tuvo su graduación. Obvio que como yo no llevaba a la perfección y con garbo el pasito fulero de Pompa y Circunstancia mientras subía al estrado envuelta en una toga alacranuda y coronada por un birrete, la encargada del evento me sentó casi detrás del telón, ubicación desde la cual pude alcanzar el vaso de agua que solucionó un grave ataque de tos de anilú morales, y así salvarle la vida, o algo parecido. Remataba el look un alegre par de tacos blancos.

Me tomé dos fotos mientras mis compañeras lloraban a mares y se abrazaban sin tener idea de qué harían unas sin otras, the spirit of vma. Le eché tierrita al árbol de la promoción, mismo que una hora después el jardinero cambiaría de lugar, y firmé aproximadamente quince libros de graduación con frases célebres. Todo lo anterior muy rápido con la intención de salir del lugar apenas se pudiera y enrumbar a comer kamlú wantán a un chifa cualquiera. Después del chijaukay, todo sería olvido.

Han pasado 17 años. Diez y siete, cuando me encuentro sentada en un café miraflorino en entusiasmada conversa y aparece una ex alumna igual que yo.

- Carla? Hola! Pensé que vivías en España…(aquí preguntas como te casaste, tienes hijos, donde trabajas, etc). Yo te recuerdo mucho, más que por el colegio, por el último día. Yo siempre leo el Golden (versión villamariana del librito de graduación). Te acuerdas de que me escribiste una dedicatoria el día de la graduación? Ella es Carla (a X, chico que la acompaña y que tiene cara de querer largarse ya), te hablé de ella, no? La dedicatoria decía: DEJA QUE LA DISTANCIA PONGA A PRUEBA NUESTRA AMISTAD.

Hoy dos mil ocho, y de la reciente cháchara con mi vecina de pupitre en quinto D, he podido descifrar que el 91 fue uno de mis peores años.

15 de julio de 2008

focos de atención

... justo el día y en el momento en que yo empezaba a sentirme menos mal con este clima berlinés y el peinado que un peluquero madrileño me había perpetrado en la cabeza diez días antes, el chico me toma una foto que podría haber sido histórica si no fuera porque medio segundo después, aparece un personaje mil veces más interesante detrás mío, trayendo consigo el glamour y llevándose el instante...


a. yo, hace tres horas camino al Pérgamo.


b. hace tres horas y dos segundos, parte de mi hombro y señora con cara de pato luciendo sombrero y lentes.

13 de julio de 2008

fin de escuelita -post denso de domingo

Incluso las veces en que León me explicó lo saludable de meterse primero en una piscina y una vez acostumbrada, meterse a la otra -una con agua como para enfriar chelas y la otra como para pelar pollos-, nunca fui capaz de pasar por esa prueba. No piense usted que soy miedosilla, que como un botón de prueba menciono hoy por primera vez que mi kinesiólogo tumbesino era un ex presidiario llamado Carachita, sobre cuyos cachetes detentaban dos equis en queloide del grave.

El asunto es que nunca llegué a entender esa especie de sufrimiento térmico a cambio de un minuto o dos mas de vida medianamente ejercida.

El jueves recién pasado terminó mi curso con entrega de diplomas e intercambio de tarjetas con los compañeros, primera comunión style. El miércoles, como es obvio, salimos de pachanga todos. Fue mi culpa que cantáramos bien bien guena y amante bandido. El resto de canciones nefastas, fue culpa de los demás. El viernes los ví antes de irme y en el fondo me sentí feliz y segura (como si conociera el futuro del mundo). El intendente de equis, el diputado de cualquier lado, el futuro candidato a presidente del partido n, y yo (de sapa y con menos represantitividad que un renacuajo) habíamos compartido un espacio simpá y volvíamos a nuestros terruños a cambiar el mundo.

Hoy, he tocado, visto e intentado entender, el muro que alguna vez dividió berlín. Me ha dado pena, se me ha puesto la piel de gallina y he vuelto a la casa de Martín sin entender. He pensado en los compañeros de la escuela de liderazgo y no he estado segura de que sigan siendo los mismos al alcanzar el poder. He tenido miedo.

Aquí, ya casi de noche, he leído que los baños que alternan agua fría con caliente se basan en la ley de la acción y la reacción; su principal efecto es estimular la circulación de la sangre y reducir las inflamaciones.

Pues nada, que he tenido uno sin mojarme, y no me ha gustado.

3 de julio de 2008

escuelita

en mi clase hay cuatro peronistas divertidos que son los que arman la polèmica y siempre estàn tratando de dejar mal al ponente. el pobre hombre de hoy hablaba de liderazgo hasta que, despùes de una metralla de preguntas impertinentes, optò por darle la espalda al sector de las ladillas, lugar al que me he dirigido sistemàticamente desde el lunes, para instalarme del todo hoy, con cara de complicidad y risita.
dos lulistas aplicadìsimos (uno alto y con una frente que parece una lata de galletas y el otro parecido a uno que cantaba pero yo se que es mentiiira, yo se que es mentiiira...), hacen preguntas concienzudas y llevan su sindicalismo hasta a la cafeterìa. hoy yo ya no quise dar mi opiniòn, mientras saboreaba una fabada que ya pide siesta desde dentro.
tres dominicanos se sientan separados, una paraguaya por ahì, y una boliviana (linda) con quien disputo el puesto de reina del salòn. voy a sonreir hasta alcanzar el trofeo.
en este preciso instante el lulista con cabeza de lata de panetòn escribe a mil por hora en la compu 5, a un metro del lugar desde donde escribo, la 3. estoy segura de que envìa informes y cosas muy importantes. he volteado para darte mas detalles pero me ha pillado asì que cambiemos de tema.
me divierto mucho, hace un calor que mata pero creo que aprendo cosas y encima ya hice una mini pandilla, cosa en la que soy experta. esta tarde salimos en un paseo que se llama Visita Panoràmica a Madrid, y que no es otra cosa que treparte a un bus sin techo a pastelear con los cuates. Ah, tambièn hay un mejicano que es el hermano perdido de carlinflas, front man de chiquilladas.
he notado que cuando tengo al novio lejos hago màs cosas, me afano màs, tengo una capacidad de concentraciòn y anàlisis mucho mayor. El problema es que me resfrìo.

2 de julio de 2008

madrid 1

"este encuentro es muy importante, el màs importante encuentro. una batalla entre grandes, el partido decisivo. pero esto no es solo un juego con una pelota, es una pelea que define mucho. yo lo veo como...la lucha entre el capitàn garfio y peter pan, siendo uno garfio y el otro peter pan, o peter pan y garfio. garfio es este a veces y a veces aquel, y viceversa."*


*interesante disertaciòn de un comentarista deportivo minutos antes del españa-alemania que pondrìa la copa uefa cerquiiita mio. me pliego al exito ajeno, obvio y rapidito.


    25 de junio de 2008

    debe ser cierto que hay cosas que a una le marcaron la vida, eso debe ser.

    se que me voy hace semanas, que el viaje se acerca y que yo debería estar tomando cierto tipo de medidas con la finalidad de que todo salga bien. hasta ahí el enunciado, el resto se inscribe dentro del campo de los supuestos, mi medio favorito. la gente, tan linda la gente, me pregunta a quemarropa qué onda con los preparativos. y los preparativos, qué tal?

    estimada interlocutora: no tengo (carezco, no se me da) una pinche idea de qué podría comprender el concepto *preparativos*. entonces evado responder y evado hacer, mayormente.


    aquí aplíquese la cortina con xilofón y psicodelia de imágenes a la que nos tenía acostumbrados el chapulín al momento de los recuerdos.
    (flashback e imágenes en sepia)


    me encuentro en el recreo del colegio miraflorino cuando todavía no tengo amigas pero ya resulta obvio que hay algunas con madera de futuras cómplices.

    apenas suena la campana las mas pilas corren hacia donde las monjas acumulan las pelotas. juegan voley, futbol, básket. las chanconas intercambian stickers; las picky juegan jaxes. las simples juegan mundo y las achori saltan soga.

    Yo no tengo stickers (gracias ma...) ni motricidad para jugar jaxes. Además le tengo pavor a las pelotas porque siempre se dirijen directo hacia mi cara. quedan pocos juegos, soga?, sí, pero digamos que no es el festival de adrenalina. liga? no, liga nó.

    liga juegan las atléticas, las elásticas, las candidatas a bailarina, acróbata o grácil gacela. evidentemente a los 7 años es muuuucho mas lindo levantar la pierna altísimo, que ganarle a un chico al ajedrez (sigue siendo igual a los 33). yo lo hacía, quizás no me creas pero lo hacía bien, salvo el problema.

    no se dónde queda el muslo. no lo supe entonces, no lo voy a saber hoy. mi ignorancia con respecto a la anatomía humana me condenó a abandonar un juego gracias al cual, quizás hoy tendría una mejor suerte. frustrada despúes de callar muchas veces y perder, salí del circuito escolar de la liga a los siete, sin hacer leyenda.

    El resto es historia, porque solo queda un juego.

    Caminito juegan las candidatas a pasteleras. Dan vueltas trepadas a una veredita casi en trance, intentando no pisar las líneas ni ser acribilladas por las pilas con sus
    pelotas.
    ignoro sobre preparativos, muslos y menos tengo idea de qué me estan dando cuando como encuentro. igual hice una breve lista porque a partir de hoy, si este blog se actualiza será para hacer una bitácora de viaje. he abandonado todo y esta noche me arranco.

    dicho esto, me retiro pero cuando vuelva, vendré con fruta.
    muchos besos
    carla



    19 de junio de 2008

    vecino barranquino

    El apuradito, con respecto a mi barrio, tiene un radio de acción de entre cuatro y seis cuadras a la redonda. Camina por San Antonio desde Santa Rosa a muchos kilómetros por hora, adelanta a aquellos de andar pausado bajando violentamente de la vereda a la pista y subiendo en dos pasos. Camina desde Grau por Miraflores y no se detiene siquiera a mirar si los perros lo atacan. Da la vuelta a la esquina a velocidades incomprensibles y se pierde hasta la siguiente vez, cuando lo encuentro dirigiéndose muy apurado hacia algún parte.

    No puedo decir mucho más. Es de como 35 y que su ritmo vertiginoso lo tiene algo envejecido. Quizás en las públicas carreras de caminata ha ido perdiendo pelo, es orejón, y nunca me ha visto a la cara.
    Al apuradito la sociedad no lo entiende, es por eso que hay épocas, como desde hace un mes hasta ayer, en que las pastillas (estoy segura de que son las pastillas que le dan en casa) le bajan las revoluciones y entonces ya no va apurado sino más bien anda como caracol, del brazo de su madre o algún otro familiar. Paso, paso, paso, a veces lo veo y otras estoy segura de que me lo cruzo pero irreconocible, lento, habiéndose perdido a sí mismo.

    Hoy el apuradito ha vuelto a las andadas. Yo salía temprano de la casa hacia una reunión, y en sentido contrario, él aceleraba como si fuera a desintegrarse para adelantar a una señora que llevaba una mano de plátanos en la mano. Cargaba una tele de catorce pulgadas roja de esas en blanco y negro, cuando torció donde la calle se bifurca y lo perdí de vista.

    Esta mañana llovía, pero el apuradito no se detiende ni aunque nieve. El transita entre los charcos sin ganas de saltarlos para no perder la viada. No sabe de clima, de bastas de pantalón empapadas, ni de medias húmedas y zapatos arrugados. El solo sabe ir rápido a algún lado, y lo hace muy bien.

    vecino barranquino


    El apuradito, con respecto a mi barrio, tiene un radio de acción de entre cuatro y seis cuadras a la redonda. Camina por San Antonio desde Santa Rosa a muchos kilómetros por hora, adelanta a aquellos de andar pausado bajando violentamente de la vereda a la pista y subiendo en dos pasos. Camina desde Grau por Miraflores y no se detiene siquiera a mirar si los perros lo atacan. Da la vuelta a la esquina a velocidades incomprensibles y se pierde hasta la siguiente vez, cuando lo encuentro dirigiéndose muy apurado hacia algún parte.


    No puedo decir mucho más. Es de como 35 y que su ritmo vertiginoso lo tiene algo envejecido. Quizás en las públicas carreras de caminata ha ido perdiendo pelo, es orejón, que nunca me ha visto a la cara. Al apuradito la sociedad no lo entiende, es por eso que hay épocas, como desde hace un mes hasta ayer, en que las pastillas, estoy segura de que son las pastillas que le dan en casa, le bajan las revoluciones y entonces ya no va apurado sino más bien anda como caracol, del brazo de a madre o algún otro familiar. Paso, paso, paso, a veces lo veo y otras estoy segura de que me lo cruzo pero irreconocible, lento, habiéndose perdido a sí mismo.
    Hoy el apuradito ha vuelto a las andadas. Yo salía temprano de la casa hacia una reunión, y en sentido contrario, él aceleraba como si fuera a desintegrarse para adelantar a una señora que llevaba una mano de plátanos en la mano. Cargaba una tele de catorce pulgadas roja de esas en blanco y negro, cuando torció donde la calle se bifurca lo perdí de vista.
    Esta mañana llovía, pero el apuradito ni aunque nieve se detiene. El transita entre los charcos sin ganas de saltarlos para no perder la viada. No sabe de clima, de bastas de pantalón empapadas, ni de medias húmedas y zapatos arrugados. El solo sabe ir rápido a algún lado, y lo hace bien.

    16 de junio de 2008

    el perro ha tomado la máquina y amenaza con romperla. sé que la foto no grafica bien la situación real, pero lo cierto es que cuando los demás no miran, me pela los dientes y gruñe. ha sabido engatuzar y ganarse a la opinión pública con sus ojitos azules y su falsa cordialidad del tirol.
    luego tuvo el desparpajo de redactar un pliego de reclamos con petitorio que comprende:
    1) La reestructuración del esquema alimenticio. Nada de bolitas todo el día, solicito una mejora en la calidad de alimentación que se brinda en casa y exijo alimento en lata.
    2) La incorporación inmediata de una o más personas que vengan a entretenerme de 10 a 4.
    3) El respecto irrestricto a la libertad lúdica, con el cese inmediato de los actos de hostilidad contra los trabajadores caninos que en el ejercicio choquen o vayan a chocar contra la zapatería de la dueña.
    4) Respeto a la jornada mínima de trabajo y al tiempo de descanso, en el caso del can.
    5) Respeto a la jornada máxima de trabajo sin períodos de descanso, en el caso de la propietaria.
    6) Cumplimiento de la obligación legal de la dueña de otorgar al trabajador canino jueguetes adecuados y doguitos a solicitud.
    7) El reconocimiento de la establidad laboral del suscrito y por tanto cese de las permanentes amenazas de castigo.

    Estamos en negociaciones, espero se entienda si no posteo en algún tiempo.

    12 de junio de 2008

    leyenda urbana

    Asi me lo dijo Andrea en Metro de Barranco, con sus ojitos verdes bien abiertos y esa sonrisita entre pendeja y sorprendida que pone el ochenta y cinco por ciento del tiempo: Esa china, mírala bien.

    Yo, obvio, la miré bastante bien, pero como siempre dos minutos después podría haber sido cualquier otra china, o turca, o una croata. Ya en el auto empezó el relato.

    Había ido con el ex novio a un chifa de mediano a último en la avenida. Se sentaron y pidieron cada uno su menú, uno chijaukay, otro seguro que kam lu, todo con su chaufa y sopa más, cuando de pronto aparecieron tres (digo tres porque no recuerdo cuántas, quizás dos) chicas y se pararon en la vereda de Grau. Una le preguntó a la moza (no supe si ésta era también china) si había baño en el restaurant. La moza dijo sí, pero cuesta cincuenta céntimos entrar, y la chica asintió y procedió a meterse. Cincuenta céntimos o la dueña se molesta. Andrea y el chico siguieron en lo suyo, ver tele y oír el chop-chop de los huesos de aquel pollo trozado en la cocina que luego sería lemonkay, tipakay, cinco sabores, trocitos en el chaufa, hilachas en la fuchifú y relleno de wantán.

    En ese chifa donde la pecera es un aparato de televisión daewoo de 24 pulgadas, dentro del que Carlota hace de las suyas con los invitados y Laura Huarcayo se contonea, mi prima y el chico transitan por breves horas de una tregua inmóvil. Esperan la sopa, se dicen un par de cosas intentando no alcanzar demasiada profundidad y evitando desatar la guerra. Las notas del teclado de Lima Limón inundan el ambiente, alentadas por el ritmo del chop-chop.

    La chica del baño sale, pasa alevosamente de costado y sin mirar por la caja, camina los cinco pasos que tiene el chifa hasta llegar a la calle, mientras la moza le dice señorita, señorita. Ha salido la muy punk, dejando a la moza tirar cintura gritando señorita y sin la china correspondiente al alquiler de servicios.
    Entonces, desde atrás de la barra aparece una china de cincuenta años que al caminar hace que el aire remede el sonido del hacha sobre el pollo. Los chicos aun sin sopa, la pierden de vista una vez que da la vuelta fuera del local. Un respiro pasa y entra la chica del baño impago sujeta de los pelos por la china, quien la lleva hacia la cocina. Luego se escuchan más chop-chops, pows y algunos gemidos.
    .
    Andrea y su acompañante, otro comensal aturdido, no entienden lo que están presenciando. Ocho segundos y varios mechones de pelo mas tarde, sale la chica vencida y corre hacia la calle. El teclado y Carlota vuelven a asumir el protagonismo de la escena. Después, dice que la china salió a mirarlos como quien busca un cómplice y volvió a su cocina.

    Segundos de silencio.

    -Ya se me quitó el hambre.
    -A mí también.
    -Cancelamos el pedido?
    -mmmm. Y si se molesta?

    10 de junio de 2008

    mañana sinutab--requinto para leer en norteño de 6 años

    como todo, al comienzo se pintaba divertidísimo, aunque un frío del diablo dentrándose por el orificio de la ventana. despues manejando en la grande zanja, el agua que se saltaba de la pista hacia arriba y el cielo escuro escuro como si ya fuera de noche pero no era más de las cinco.
    cuando llegué a la casa, la escalera estaba que salpicaba en mi cabeza el agua esa sucia y ya arribísima estaba el takle mojado enterito el pobre. más pescado que perro parecía. pero eso no es todo, silba y silba el animal porque quiere salirse a la calle con su amigo, cosa que no va a pasar, vaya a enfermarse de los bronquios. y yo digo, habrá alguien hecho uno de esos bailes que llaman lluvia? para terminar con lo peor , la casa se llueve. tengo toditos los cántaros y los porongos recibiendo el agua del techo que cae por los ventanales.

    6 de junio de 2008

    slow motion

    La mujer pone el café sobre el escritorio. Saluda, me dice le puse su edulcorante, le sonrío y me sonríe de regreso. Da media vuelta, camina dos pasos y veo el teléfono moverse sobre el escritorio. Digo, cuidado señora. La mujer tropieza con el cable que duerme en el suelo, una vez. Su pie no entiende y tropieza una segunda vez, ahora con triple fuerza. El pie tira del cable, que jala el teléfono, que golpea el plato, que voltea la taza, que vierte el café, que quema un poquito la pierna. Ensucia los documentos, tiñe la agenda, moja la libretita, empapa el teléfono, inunda el suelo.

    El piso de mi oficina es hoy viernes, un hospital de papeles marrones que esperan mejorar hacia el lunes. No hay diagnóstico.

    Después de resolver la situación quieres dos cosas positivas?

    1. El siguiente café corrió por cuenta de la señora.
    2. Ya no siento el olor a harina de pescado en el que Miraflores se zambullía esta mañana.
    La vida galladita, es pajísima.