22 de febrero de 2008

Blonda culpable



Jamie Lynn es una joven de dieciseis años que está bastante embarazada y tiene mucha razón: su hermana Britney es la culpable de todo.


Sabe bien la niñita panzona, digo yo. Dice que la cantante de manera egoista, ensimismada y olvidando el precepto en donde se consigna que una -no el colegio ni los padres- es responsable de la educación sexual de sus hermanas, no le habló en absoluto de prevención y ¡pop! -que así se oye cuando nacen- viene en camino otro Spears a deleitar con sus gracias a nuestras generaciones de quispes y lópez.

Si se muestra así de cruel con su consanguínea, poca bondad debe quedarle para el resto de nosotros. A la Spears no le importan nuestros nombres, nos mira como hace un niño a la mosca que atrapa y guarda en un frasquito. Nos tiene ahí y nos alimenta de vez en cuando, haciéndonos creer que somos libres y no siervos de sus caprichos. Eso le divierte.


Es ella quien dirige sutilmente todo, envenena nuestro entorno y nos ciega con su dorado resplandor. Por ejemplo el año pasado se tatuó y apareció pelada, atacó a un auto vacío con un paraguas, y, carente de ropa interior, realizó frente a cámaras un despliegue de generosidad y apertura nunca antes visto. Simultáneamente, en un país parecido a éste, una ministra del interior batallaba con la compra de patrulleros, o un señor Burga a quien nadie quería, ganaba una elección importante.


Nos obnubilaba haciendo playback como un barril impúdico pasado de vueltas, mientras una legisladora que contrató a un fantasma, paseaba por el congreso peruano igual que juan por su casa.


Sabemos que Justin nos gusta más que el resto, recua-de-buscatesoros-poco-talentosos, pero no tenemos muy claro de que vá el paro agrario ni a qué sabe el papapán.

Para terminar dejándolo bien claro, la culpa es suya.

No te molestes, rubia. Danos pronto unas cucharadas de tu fascinante humanidad. Sé piadosa, oh princesa, y nos nos dejes olvidar que tu hoy resulta siempre más relevante que nuestro mañana.



18 de febrero de 2008

me asusto cuando paro y me doy cuenta de que cada vez son más las cosas que hago de manera inconsciente, del tipo elegir un auto porque es rojo, comprar una barra de chocolate fondant incluso las mañanas que empiezo dieta o llevarme el control remoto a la oficina. Cada vez olvido mas fechas pero a cambio recuerdo lunares y fragmentos de charlas. Se me queda el teléfono en la casa y desarrollo alergias gravísimas cuando se acercan fiestas a las que no quiero ir. La categoría no sé por qué pero me da la gana, avanza todos los días el ancho de una pestaña y eso es quizás demasiado.

Un minuto, Carlos.

Cuando muere alguien cercano suelo quedarme inmóvil. Como esas veces en que uno abre los ojos pero no está muy claro si es crepúsculo o alba, y entonces se queda como en blanco durante unos segundos, sin saber qué hacer.

Mi tío Carlos se reía de ésta columna pero la leía, como hacía –me aventuro a asegurarlo- con todo impreso que cayera en sus manos, porque estar informado era para él una necesidad y una afición que le permitía tener una opinión formada con respecto a casi cualquier tema que saltara sobre la mesa. Luciéndome en mi papel de sobrina confianzuda y caradura, nos enfrascábamos en polémicas interminables, frente a frente o vía telefónica, que desembocaban en una única y tácita moraleja: Compartíamos el nombre y el apellido, tanto como la obstinación.

En el 2007 recibí varias llamadas suyas. Estaba interesado en estudiar muchos temas. Recuerdo específicamente que conversamos sobre combustibles alternativos. Una nueva maestría o doctorado, pero sobretodo estudiar, saber, conocer un poco más. Una de las últimas veces que hablamos me dijo, de gratis y con una decisión al hablar que era su característica, que me quería. Con el teléfono en la mano y desde la oficina, me arrugué todita y cambié corriendo de tema, asustada como si me hubieran contado una infidencia. Antes de colgar le dije veloz que lo quería, sin tener claro si alcanzó a escucharme.

Le haría gracia -tengo una sobrina un poco loca a la que le han dado una columna para que diga cualquier cosa, habría dicho- saber que hoy a pocas horas de verlo después de mucho y por última vez, empleo este espacio para hablar de cosas que son sólo mías. Como que tengo mucha pena de no discutir y perder más batallas frente a él -por razón o cansancio-, o que su ausencia me duele más que por mí, por mi abuela, mi papá y mis primos, sus hijos que ya son gente adulta y muy buena, a quienes espero conservar cerca para ejercitar debates heredados.
Y una última cosa por si no se oyó: te quiero y te voy a extrañar.

12 de febrero de 2008




casi al mismo tiempo que cumplia 33, se me ocurrió comprar un pequeño pony. como no tenía demasiadas ganas de gastar 30 lucas en algo que olvidaría en segundos, compré lo siguiente en precio que me pareciera entretenido.

polly pocket llegó a la casa el ocho de febrero y está ocupando un espacio mayor cada día.

takle está desplegando su santa paciencia.



11 de febrero de 2008

Conversación que presencio

Hacen 35 grados a las once de la mañana en el km 1238.

Viajamos desde el mercado en un mototaxi que avanza hacia la carretera sumergido 30 cms en un barro pestilente y verde, evidente lecho en donde la señora anofeles hembra y el señor aedes aegypti se conocen, se gustan, se toquetean y copulan, dando paso a una nueva generación de mosquitos desgraciados que amenazan mi vida.

Buscamos desde dónde realizar pagos online.

Novio: llevenos a una cabina de internet

Zorriteño: hay varias.

Novio: cual es la mejor?

Zorriteño: Geme net.


Silencio, inmediata reflexión sobre ancho de banda, velocidad, disponibilidad de cabinas, pantallas planas y demás aspectos a tomar en cuenta.


Novio: por qué?

Zorriteño con un acento que estira las vocales como un chicle caliente: TIENE MEJOR AMBIENTE...



2 de febrero de 2008

ESPECIES EN EXTINCION



Y como andan las sirenas?, preguntó el hombre a todos los que llegamos desde la costa, pero mirándome fijamente. Sirenas, pensé sin interrumpir el silencio colectivo. Lo conocimos después de haber viajado algunas horas hacia adentro, por el monte tumbesino. La aventura consistía en construir balsas y remar bajando la quebrada hasta el mar partiendo al amanecer, pero para eso tendríamos que pasar la noche en casa de una pareja de amables ancianos. La luz, nuestra desarrollada herramienta, y con ella la tele, el Internet y demás avances, no habían llegado aún, y quizás no hayan llegado hasta hoy, a esa casa con olor a vela y barro.

Sirenas, qué pregunta. Al ver el tono de seriedad con la que hablaba, contesté de la forma en que alguien en estado de embobamiento absoluto hace: con otra pregunta. Sirenas?, esperando a que se aclare un poco la situación, que el hombre suelte la carcajada y si no él, alguien del grupo en el que yo viajaba. Sí, sirenas, las que son mitad pez.-eso dijo y se quedó los siguientes cinco segundos viéndome a los ojos como si yo le debiera algo.

León, mi entrañable amigo zorriteño-español, llegaría con sus palabras a mi rescate. Tu dices esas mujeres con cola de pez, bien bonitas, que cantan y tienen el pecho descubierto!, ya no se ven en la playa, parece que han subido por la quebrada río arriba y ahora viven en el Amazonas.
Un silencio de varios segundos que se me hizo largísimo, finalizó con las palabras del hombre. Guà, de razón que ya no oigo hablar de ellas…

La velada continuó con temas no menos sorprendentes. Luego al dormir, soñé con una especie de fauno de lo más conversador. Por la mañana quisimos despedirnos con la respectiva foto, pero la mujer no se dejó. Nos fuimos en nuestras improvisadas balsillas y me quedé hasta hoy, al fin después de años devuelta a Tumbes -región de cebiches y majariscos- sin saber si el ingenuo era él.