2 de febrero de 2008

ESPECIES EN EXTINCION



Y como andan las sirenas?, preguntó el hombre a todos los que llegamos desde la costa, pero mirándome fijamente. Sirenas, pensé sin interrumpir el silencio colectivo. Lo conocimos después de haber viajado algunas horas hacia adentro, por el monte tumbesino. La aventura consistía en construir balsas y remar bajando la quebrada hasta el mar partiendo al amanecer, pero para eso tendríamos que pasar la noche en casa de una pareja de amables ancianos. La luz, nuestra desarrollada herramienta, y con ella la tele, el Internet y demás avances, no habían llegado aún, y quizás no hayan llegado hasta hoy, a esa casa con olor a vela y barro.

Sirenas, qué pregunta. Al ver el tono de seriedad con la que hablaba, contesté de la forma en que alguien en estado de embobamiento absoluto hace: con otra pregunta. Sirenas?, esperando a que se aclare un poco la situación, que el hombre suelte la carcajada y si no él, alguien del grupo en el que yo viajaba. Sí, sirenas, las que son mitad pez.-eso dijo y se quedó los siguientes cinco segundos viéndome a los ojos como si yo le debiera algo.

León, mi entrañable amigo zorriteño-español, llegaría con sus palabras a mi rescate. Tu dices esas mujeres con cola de pez, bien bonitas, que cantan y tienen el pecho descubierto!, ya no se ven en la playa, parece que han subido por la quebrada río arriba y ahora viven en el Amazonas.
Un silencio de varios segundos que se me hizo largísimo, finalizó con las palabras del hombre. Guà, de razón que ya no oigo hablar de ellas…

La velada continuó con temas no menos sorprendentes. Luego al dormir, soñé con una especie de fauno de lo más conversador. Por la mañana quisimos despedirnos con la respectiva foto, pero la mujer no se dejó. Nos fuimos en nuestras improvisadas balsillas y me quedé hasta hoy, al fin después de años devuelta a Tumbes -región de cebiches y majariscos- sin saber si el ingenuo era él.

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