20 de diciembre de 2012

Picasso me perturba


Me molesta porque a pesar de que sé que me pone mal, voy de visita a una ciudad y si me entero de que hay una muestra, tengo que ir. Me molesta que sea una de las cosas que no puedo cancelar, que no alargo, a las que voy sabiendo. Me complican las etapas, que hayan tantas. Rosa, azul, cubismo analítico, sintético y hoy me complica Picasso en blanco y negro.

No me gusta su historia, me molesta repasar la historia de personas en base a lo que pasaba en su vida amorosa. Es por eso que me acerco pero no mucho a los nombres de los cuadros, porque en realidad me he descubierto alguna vez teniendo celos de Marié Therese o de Sylvette. Las he despreciado a pesar de envidiarlas porque cada vez que veo un perfil suyo en cuadro, cada vez que mujer echada jugando con gato pequeño, entiendo que les queda poco, que seguramente no volveré a verlas en la siguiente etapa o sala.

Odio el cubismo. Lo odio porque es como si alguien tijereteara la vida y representara la realidad en un collage caprichoso. Odio el cubismo porque estoy segura de que la realidad es un collage caprichoso y que el realismo no es más que una técnica que intenta suavizar los bordes de lo cotidiano.

Me jode Picasso por el claroscuro. Así, en una palabra el claroscuro. Me resulta insoportable pararme delante de un cuadro y sentir que a veces no ha levantado el lápiz del lienzo de inicio a fin. Me doy asco cuando me paro delante de las Acróbatas y las amo, cuando veo el Busto de una Mujer con los Brazos Levantados y pienso, ah carajo, ésto también sabía hacer. Pero lo que más odio de Picasso es pararme delante de un cuadro que no debería decirme nada y sentirme fatal. Me jode que me gusten algunas de sus obras pero odio a muerte la cabeza del caballo de Guernica, los ensayos de la cabeza del caballo de Guernica, el cuadro que vi ayer de una mujer y un pescador en el que ella llora o grita o está haciendo algo que manifiesta dolor y él está echado adentro de un bote pero afuera del agua y hay un niño en algún lado.

No puedo o está muy mal de mi, ir a ver una muestra donde me paro frente al lienzo y quiero ponerme a llorar de angustia, es cierto. Pero Picasso tampoco puede ni debe tirarme su guerra en la cara porque su guerra es la guerra de todos y está magníficamente plantada ahí en tonos de negro y gris y cuando uno la ve provoca tirarse al suelo a dejarse morir o salir a salvar el mundo para que nadie pinte nunca más algo como eso. Picasso me perturba.




2 de diciembre de 2012

Quizás el amor esté frente a las costas de Senegal


La carta más bonita me ha llegado hoy, llena de una rara humildad. Por qué te has acordado de mi ahora. No se por qué me detengo en los detalles pero estudio cada letra, una por una y la relación entre ellas en esta carta. El asunto del correo es por aquí no mas. Llega del mar, en una botella llamada gmail.

Como estas tu alla al otro lado del mundo? Como que te recuerdas de mi ahorita? Ya te mande mensajes por skype y que se donde a veces pero no habia contacto.

Cómo me he acordado de ti? No te he olvidado ni un minuto. Desde la primera vez que te vi  hace doce años después de un aviso de mi madre diciendo, hay un chico donde león que te va a encantar, hasta el último minuto que pasamos en la playa hace once, cuando yo ya tenía novio y vida y trabajo y no podíamos ser como fuimos hasta entonces. Habías llegado al norte no se cómo y te quedaste más de un año. Me contabas de Greenpeace y de barcos. Decías que en tu casa, cerca de Viena, había bien poco que hacer, que por eso te habías hecho al camino. Yo venía de regreso del mundo, había vivido en norteamérica y lo único que quería en la vida era pasarla al lado de un tipo loco como tu, a la orilla del mar. Eramos un poco chicos, no? Los desayunos, las comidas, los planes. Entonces Los Pinos-Zorritos era el universo y la geografía aún no se dividía en dos lados, uno tuyo y uno mío.

Llege esta manana a Mindelo, Cabo Verde, tambien llege a ser pirata de verdad, mi barco se llama Tres Hombres, si buscas vas a ver mucho....

Conozco la bandera de cabo verde. Es azul y la cruzan tres líneas. Una blanca, una roja y otra blanca. Sobre esas líneas un círculo compuesto por estrellitas amarillas. Cómo que me recuerdo de eso, Andreas? Pasé ocho años sentada en una oficina cuando volví a vivir a Lima y tu te quedaste construyendo con tus manos un hotel ajeno en la playa. Todos los días ocho horas sentada frente a un computador, totalmente vestida y con zapatos de tacón. Ahí descubrí Geo Challenge, un juego de países y banderitas en el que me desarrollé con maestría. Seguro el día que dejaste el Perú, yo estaba viendo las formas de los países y sus símbolos a escondidas de la jefa mientras tu te reunías con tus amigos para construir un barco y hacerte al fin, pirata. Tenemos un lugar en una parte que se llama El Pirata, te acuerdas? Lo bautizamos así porque el plan era que recorrieras el mundo en tu barco y luego volvieras a buscarme. Para eso yo tenía que haber conquistado esta parte del mundo y luego construír un enorme muelle frente a mi casa nortina. He visto tu barco, lo he visto mucho. Haces comercio justo, tienes un piano de cola en la panza de la nave. No he hecho el muelle, te lo digo con un poco de pena. No he podido todavía, pero te prometo que pronto.

Este ya es el fin de esta viaje para mi, regreso por la casa para estar con mi familia. Teniamos el ano mas duro de siempre. Mi hermana murio con 33 anos de cancer, dejando una hija de 3 anos y su marido loco de dolor como nosotros.
Este no es el fin del viaje para ti. Vas a volver a Austria un tiempo a estar con los tuyos. Me duele lo que cuentas, aunque no lo entiendo del todo. Cómo se siente que muera la hermana de uno, cuestiona demasiado, te hace volver a tierra firme?


Yo mismo estoy mas o menos bien, loco como siempre y al camino como siempre. Me recuerdo con alegria a los tiempos en Zorritos, espero que tu tambien, Quiero verte, por lo menos escucharte,
Yo misma estoy eso, mas o menos bien, loca como siempre y al camino como siempre. Me acuerdo de Zorritos, del día que bailamos salsa hasta entrada la mañana, cuando se me ocurrió jugar a cargarte y caí al suelo de cara. Me partí el labio y tuve la cara morada semanas –para escándalo y chismosería de los vecinos- pero en ese momento sabía que no había forma de parar de bailar y tu bailaste conmigo -mientras yo chorreaba tímidamente sangre- porque sabías que era lo que había que hacer. Todos los días a la orilla del mar haciendo planes, todos los días cambiando de planes con el pirata vienés. Te estoy viendo y te estoy escuchando. He pensado varias veces dejarlo todo y hacerme a la mar con ustedes. Cargar ron en República Dominicana, llevarlo a otro continente donde carguemos tabaco en rama. Aprender a tocar piano y bajar de copas en todos los puertos.

Un día te sorprendo porque tengo mil ganas de verte, un millón. Vendo todo y me planto frente a las costas de Senegal a esperar el Atlantis. No tengo fotos de cuando anduvimos juntos e imagino que tu tampoco. Todo lo que tengo cabe en la memoria y  dentro del celular. Todo lo que tu tienes viaja en un barco construido a mano y flota. Gitana, me decías.


Aqui estoy, navegando sin parar con raizes in cada trozo de tierra y una lagrima en cada océano,te mando un beso,Andreas

El beso ha llegado y lo mando de vuelta. El muelle puede esperar.

4 de noviembre de 2012

1980


Por el color de los recuerdos imagino que debe haber sido alrededor de ése año. En la casa estaban todos, cada uno en lo suyo. Por alguna razón decidí que era momento de salir a conocer el mundo. El mundo, como sabes, no se conoce cruzando la avenida Arenales de la mano de tu abuela, ni yendo a pie a Berisso los domingos con tu abuelo a escuchar las conversaciones de los viejos. El mundo se conoce probando todo, saliendo de casa a la mala a enfrentarte a la gente y los autos sin ningún miedo. Como no se cuánto tiempo esté fuera y para siempre es una opción, pongo la ropa que me gusta sobre la cama y luego hago un atado con el cubrecama de snoopy. Dejo el atado sobre la cama y salgo del cuarto a darle una última mirada a todo.

Mi abuela en el cuarto, se retoca el peinado. La luz es especial porque el cuarto de los abuelos tiene un balcón interno que da al patio. Mi abuela no sale casi a ninguna parte pero siempre está vestida como para asistir a una fiesta elegantísima. En el cuarto de al lado Giovanna hace algo, probablemente cortar una nuez con una Gillette en miles de pequeñas obleas que irá comiendo a lo largo del día o alguna de esas cosas que ella hace. Al lado del cuarto de Giovanna queda El Cuarto de Guitarras, que se llama así porque en algún momento había ahí guitarras, pero ahora están los enormes equipos musicales de mi abuelo, sus cintas y parlantes. El abuelo con sus lentes de pasta ancha está ensimismado dentro de los audífonos. Mi madre, en el baño. Un poco de pena no verla por vez final, pero ya tendré tiempo de recordarla en mi nuevo hábitat.

Voy a mi cuarto y tomo el equipaje. Esta es mi historia como tenía que ser. Bajo la larguísima escalera haciendo un esfuerzo enorme porque ningún peldaño de madera cruja, y lo logro. Llego hasta la puerta de calle, un nuevo reto que enfrentar porque la puerta tiene una campana que suena cada vez que alguien sale o entra, pero ya estoy aquí y salir, salgo.

Tengo cinco años y estoy del otro lado del umbral de mi casa de siempre, del único sitio que conozco, cargada de un atado de ropa y nada más. Estoy en piyama y soy libre al fin. Es el momento de tomar decisiones, qué países conocer, con qué gente interesante andar. Lo primero, hacia dónde emprender camino. Las posibilidades son, a la izquierda la Arenales hacia Lince, a la derecha la Arenales hacia el Centro. Tomo la derecha y camino con cuidado. Me pregunto si en la casa ya se dieron cuenta de que no estoy y piensan que como siempre, estoy escondida en algún lado disfrutando de verlos buscar desesperados. Hace un año dejaron de ponerme el cascabel en la ropa que servía para ubicarme cuando les hacía esa broma. Pobres, cómo será su vida sin mí.

Sigo frente a la fachada de la casa, en la vereda. Miro hacia la ventana de Giovanna a ver si está mirando hacia afuera y no. Miro la ventana del cuarto de guitarras e intento escuchar los gritos desesperados de todos Carlita, Toli, Cholita, pero no escucho seguro porque pasan los microbuses y hacen bulla. Se que sufrirán al inicio pero después retomarán sus vidas como son, las quejas en los almuerzos, los porca miseria, los adornos navideños. En fin, esto ha sido todo.

Al lado de la casa queda la casa de las señoritas Vinatea que comparten pared con el cuarto de guitarras y por las tardes hacen algo –no se qué- y el cuarto de guitarras huele a berrinche por culpa de ellas, dice mi abuela. Paso por su fachada hacia la esquina. Cuántos pasos he dado, quizás treinta? No se cuánto ha pasado desde que me fui, un ratazo seguro. Llego a la esquina.

Hacia la izquierda el parque Habich, hacia la derecha El Tambo y el cine Roma. Los dos extremos son hasta donde conozco. Pasado el Tambo no se qué hay, menos pasado el parque Habich. Lo bueno es que ya deben estar en la casa llamando a la policía y saliendo a buscarme como desesperados y cuando me encuentren estarán felices de verme viva y es probable que hasta me compren apanado de pollo con papas en una caja, del cafetín de la esquina. Es cuestión de tiempo que me encuentren, pero al mismo tiempo qué lata enorme que me encuentren justo ahora que estoy por conocer el mundo sola, sin que me digan qué hacer. Seguro uno de los vecinos ya me está viendo y preguntándose, qué hace la niña sola en piyama parada en la esquina. Si los veo, correré hacia el Tambo y me esconderé en el estacionamiento hasta que se vayan y retomen su historia porque la mía está en la calle.

No viene nadie. Me asomo un poco a tratar de verlos gritar por las ventanas pero veo las ventanas de lo más bien y sin gritos. Tengo un poco de miedo, mucho miedo, me cago de miedo. Odio las esquinas que me obligan a decidir. Espero un rato que parece eterno hasta que se me empieza a mover de modo involuntario el labio de abajo, avisando que voy a ponerme a llorar. No debo llorar, no debo temer, ésta es mi vida.

Bah, giro un poco y sigo caminando. No pienso, no siento. Subo tres escalones de una casa, trepo la base de una columna hasta alcanzar un timbre y lo toco. Veinte segundos después, un anciano abre la puerta y dice –Mono, adónde estabas?, paso al lado de mi abuelo y le digo –Nada, se me cerró la puerta.

Esa noche comimos tallarines verdes y nos quejamos de que tenían demasiada sal. Mi abuela, que era quien cocinaba dijo en tono sarcástico –Lo siento mucho, la cocinera salió de vacaciones hace varios años. 

13 de octubre de 2012

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Yo soy la mujer que volvió a tu casa a la tarde siguiente, recorriendo el camino de memoria aún cuando había llegado muy tarde y muy estropeada y me había ido muy temprano y a escondidas. Volví para ver si me mirabas con la misma cara que antes de las primeras copas y casi siempre, me mirabas con esa cara hasta el final. Soy la que un día se despertó sin saber dónde estaba –y con una vaguísima idea de con quién- y tuvo que enfrentarse a la mirada de tu gato gris, el juez de la casa que me siguió hasta el baño haciéndome sentir sospechosa. La que dejó –te lo juro que por error- el arete rojo enorme que sobrevivió solitario hasta la mañana porque su hermano de la oreja izquierda salió volando por la ventana del taxi hacia la vía expresa puente Isabel la Católica cuando ya nos estábamos besando para sorpresa de los amigos que compartían la movilidad, esa soy pues. En mi casa cuelga un cuadro que hiciste con el arete y no quisiste vender en la galería.

Yo soy la que te mandó un mensaje de texto después de la primera salida diciendo, dime si estamos saliendo para hacernos buenos amigos, quiero despejar dudas. La mujer que creíste que te engañó con su mejor amigo, pero no te engañé ni se trataba de mi mejor amigo. Era sólo un amigo y no te engañé. Soy la que llamaste cuando estabas con tos y fue a verte. La que te vio enfermando cada vez más, la que se coló en cuidados intensivos diciendo que era tu novia y no era.  La que le hacía chistes a tu papá en tu velorio y fingía ponerse celosa de las demás viudas, para no dar pena.

También soy la que te conoció en navidad y le gustaste y cuando dijiste que ibas a Máncora por año nuevo, dijo qué casualidad, yo también. Soy la que tuvo que explicarle a su madre por qué se iba un treinta de diciembre en un tepsa sola, a caminar por las calles del norte hasta encontrarte y conseguirte. Soy la que después de que te perdieras entre las piernas de una actriz, te perdió en la boca de un tipo que era tu tocayo.

La que admirabas y perseguías y tuviste. De la que te hartaste y la que volvió a decirte que te amaba ahora, que le des una oportunidad más y luego te llevó al fin del mundo a matar culebras, viaje del que no sobrevivimos y sobrevivimos.

La mujer con la que viviste solo en medio de un paraje desértico era yo. Con la que tuviste un perro negro, la que no se peinaba ni usaba zapatos. Talón de loco, era yo y espero que te acuerdes. La que te pidió que te rehabilites por ella y no lo consiguió. La que encontró loggeado el mail de la mujer que hacías entrar a la casa cuando yo trabajaba –esa otra que seguro destendía mi cama y la volvía a tender-, la que preguntó, la que se fue.

Yo soy la mujer que pretende no tener miedo, pero que tiene miedo. Un huevo de miedo. La que hace lo que le parece, a la que tú dices tener miedo de responder. Si claro, soy el volcán furioso y soy Bolognesi y quemo el último cartucho. Soy la que cuando quema el último cartucho y no gana la guerra, se quita un peso de encima.

5 de septiembre de 2012

la casa de los secretos

emoción. emoción enorme porque las cosas van marchando bien y a mil por hora. emoción ubérrima porque nada podría haber salido mejor. estamos nosotros y están ellos, cuál emoción será mas importante, chico del perú? yo con las manos locas y los dedos comidos, quejándome por el exceso de maquillaje o ellos preguntándose si todo sera un éxito o si apostaron mal? las manos me pican como si millones de hormigas caminaran jugando por las yemas de mis dedos, tengo nervio gigante y todo está amplificado. cómo es la vida más allá de esto? tu que lo sabes cuéntame un poco. cómo se va al supermercado si no es en piyama, cómo se responde a la mujer que te desea suerte? qué se le dice al periodista, como se contesta para no iniciar un escándalo?
estamos aquí esperando que todo salga bien. dime que todo va a estar bien.

12 de agosto de 2012

La planta llegó hace tres años. Me la dió el portero como regalo sorpresa y al ver la tarjeta, era el regalo navideño de un ex ministro de quien se diría entonces, era mi suegro. Un correo recorría los buzones de los sapos limeños diciendo que el hijo del general y yo manteníamos un romance que tenía como sede el club de campo de una fuerza armada. En el correo decía, la hijita de alan y el general usan la sede para su luna de miel. A mí, el  mail me llegó de cómo a cualquiera.
No conozco mucho al ex ministro y la verdad no sé si es casado o tiene hijos. Me gustaría imaginarlo como suegro sólo si tuviera un hijo alto y con pelo moreno. Un hijo que soporte pesadeces, que quiera más de lo que quiere un humano promedio. Si el ex ministro fuera mi familia me gustaría que su hijo se llamase Marcial, que tuviera una maestría en Historia y que su rollo fuera importantísimo. Lamento si, que ese señor nunca me haya presentado un hijo y más lamento que la sede campo nunca haya sido la locación de mi loca luna de miel. Luna, miel, carla, no.
El ministro cuando fue, me mandó esta planta. Elegante mandar plantas, no matar seres vivos para complacer mujeres. La planta llegó a casa en una maceta y cuando la vi, pensé Anturio. El tema con la planta ha sido su euforia. Muchos meses ha sido una planta con muchas hojas y dos o tres flores. Luego con cuatro flores, luego con cinco. Cada vez menos hojas verdes y más flores rojas. Flores rojas por todos lados y capullos de flores rojas. Un ejercicio insólito de rojo la planta que ya tiene más de tres años. La miro y veo abajo florcitas apareciendo cada semana, cada vez las hojas más verdes, cada vez más alegría.
La planta ha estado ahí en medio de lo peor, sentada en el tablón que divide la cocina de la sala como si nunca pasara nada y se ha soplado las peores conversaciones, lo peor de lo denso y de lo feliz. Esa planta me ha visto sin ropa en situaciones raras, me ha visto desfilando por la sala como una loca histérica y me ha visto pasar triste hasta la puerta acompañando a alguien. Con sus flores rojísimas miles creciendo como si importara poco la vida de los humanos, con sus hojas verdes como si yo no fuera la dueña de casa.

Nunca, jamás, la he regado. Se alimenta de mi, la muy puta.

3 de agosto de 2012

donde tú respiras, estoy yo respirando

Me dijeron mil veces que sería una princesa. Algunas mi padre, otras mi abuelo y finalmente, la profesora del nido que luego se reiría de mis deseos de ser la virgen maría en un nacimiento que no aceptaba niñas malas.  Yo era una niña mala, no se si sabes. No me gustaba obedecer a los grandes y podía pasar horas delante de un plato de comida frente a las caras molestas de los adultos sólo para demostrar que en el mundo se hace mi voluntad. No me gustan los grandes, no tengo odio hacia ellos pero no me gusta todo lo que quieren, lo que han querido hacerme.
No me han hecho una princesa, prometieron pero no lo lograron ellos. No he sido una princesa hasta que estuve vestida con esa falda roja, la falsa joyería de topshop, con la blusa negra y esos tacos que tanto festejaste, con los que podría haberte arrancado los ojos, de haberlo querido. Cómo querer arrancarte esos ojos chinos que son la vida misma, mi chico?
Fui una princesa vestida de ropa de tienda por departamento, sin poder plancharme los enormes pelos porque el enchufe no daba, sin poder maquillarme del todo bien porque la mano me tiembla cuando estoy loquita. Reclamé mi reino cuando sintiéndome fatal me dijiste qué linda estás, con esa mirada que es el fondo de todo, con esas rendijas negras que tienes por ojos que esconden cosas que ni tú conoces. Entonces caminé a tu lado y me partí los pies de plebeyita pobre con esos zapatos que luego enseñarías a tus amigos sorprendido. Me senté en una sala y te vi como nunca te había visto mientras tom nos había fotos y yo trataba de salir linda, de ser linda y propia, no dándome cuenta de que linda y propia eran dos conceptos bobos para una princesa.
Soy una princesa boba, disculpa. He sido reina de lo mío y princesa de lo tuyo. Una chica en el fondo como todas las chicas, enamorada como una loca del rey de un mundo al que no pertenezco. Dos universos, pues. Igual quiero decirte algo: un día puede que sea tu reina, deberías estar tan asustado como yo enamorada.

9 de julio de 2012


No sabes si has visto mucho cine o leído mucho cuento. Te subes a un avión tratando de escapar de las redes sociales y por eso no llevas contigo la compu, pero si el celular. El celular va por si hay una emergencia y para jugar simon for iphone o anotar alguna frase. El avión despega cómo no, tarde. Te sientas cómo no, rodeada de niños de menos de tres años que dan alaridos. Delante de ti hay un vaso en el bolsillo del asiento y claro, es un vaso que no te pertenece. La pantalla de una pulgada del Lan está a tres filas de asientos y no te tocó revista, sino vaso ajeno y usado. No piensas comer la teja genérica ni el paquete de galletas saladitas. Te aguantas las ganas de ir al baño hasta llegar. Cuando llegas no te despides de la aeromoza ni miras la sonrisa falsa del piloto. Los pilotos son alcohólicos en su tiempo libre. Los pilotos aterrizan en bares, no en ciudades. Tienes suerte de haber llegado viva aunque hace un calor de mierda. Qué puto calor, qué mierda haces ahí? Te alejas de las redes sociales. Sudas esperando la maleta y viendo a los felices tablistas recibir sus tablas y maletas antes que tu. Ves el teléfono, mensaje de tu madre preguntando si llegaste bien. Cinco llamadas perdidas de tu madre. La maleta llega, sucia.

Sales a buscar al taxista que te espera. Lo ves y es igual y no al hermano de un amigo. Lo saludas con un beso que lo sorprende pero luego se pone a hablar sin parar y te gustaría retirarle el beso, quitárselo para que se calle. En el camino de salida del aeropuerto, te fijas en las luces que proyecta el auto para ver si cruza la pista un zorrito como ya has visto varias veces antes. Ni medio zorrito. Es probable que ya todos los zorritos hayan muerto, piensas. El taxi sale a la carretera.

Ves el teléfono, hay 3g. Escribes un mensaje a tu madre diciendo que llegaste bien pero lo cierto es que no estás tan bien porque el taxista no se calla. Escoges la salida menos dolorosa y preguntas si tiene radio el auto. La radio se enciende, canta Barry White. Escuchas a Barry White en esa pista entre arrozales y te tranquilizas. En el fondo todo estará bien, White entre los arrozales. Todo se ve oscuro salvo las luces del auto en la panamericana. Te faltan cuarenta minutos para llegar a destino. En el destino no hay redes ni lima ni noticias sino sólo un calor infernal y animales del bosque. Qué feliz, no. No feliz, sólo la voz del cantante cachondo en ésta station wagon en medio de la nada y camino a la nada. Si abres la ventana entrará aire caliente y quizás un grillo, mejor no la abras. Entonces el golpe y el cuerpo contra el parabrisas, el susto, la caída y el sonido de huesos en dos de las llantas. El frenazo, la oscuridad absoluta y el aire que no se mueve. El miedo dentro del taxi, mirar el teléfono y pensar qué hacer con el miedo. Luego seguir el camino sin pensar en nada porque no hay cuerpo ni parabrisas roto sino sólo el camino larguísimo hacia cualquier parte. Miras el teléfono de nuevo a miles de kilómetros de donde alguien tuitea y ha tuiteado. Ha tuiteado algo que no tiene nada que ver contigo ni con la pista ni con el taxista. La voz cachonda de Barry sigue cortejándote.

3 de julio de 2012

Rana


No se dicen cosas así en público, hubiera dicho la abuela. En sus tiempos las batallas no se libraban cara a cara. Si la abuela peleaba con la tía los dramas se gestaban entre bocas silenciosas y se ganaban entre dientes cuando una vieja decía esto o decía aquello y luego todos se sonreían como si no hubiera pasado nada y comían tallarines o ñoquis envenenándose por dentro. A mi abuela no le gustaba que yo dijera improperios y tampoco le gustaba que usara el pelo como lo uso hoy porque decía que mi frente era muy grande, pero por sobretodo ella me quería y pensaba-la pobre- que yo era todas las musas juntas y que escribía, cantaba y actuaba como los dioses mismos. Cuando la gente de la casa se iba a trabajar, saltábamos como dos locas sobre los muebles y nos pintarrajeábamos como drags.

Mi abuela siempre fue bien portada y nunca vi a mi abuelo ponerse celoso por algo que ella hubiera hecho, como si la vi a ella ponerse celosa loca cuando el abuelo tenía que fotografiar chicas de la tele. Nos quisimos casi hasta el final y fui siempre la predilecta y la única sobrenatural de todos sus tres nietos. Luego le sobrevino algo como una demencia senil y ya no me quería ni medio y me confundía con mi mamá hasta decir, ah no, eres tú, pero tú o yo, era alguien que ella no apetecía tener cerca. Y ya, se murió lejísimos mío y bueno, con eso termina esa historia.

Esta historia empezó cuando yo ya casi no me acuerdo de nada. Este es un cuento que empieza raro pero que empieza intenso, que me devuelve a mi casa después de una noche larga y me mantiene despierta. Estos no son los tiempos de Regina Castellano, hoy puedo decirte en un blog que nadie me toma como tú me tomas, que nadie me hace sentir tan protegida como tú me proteges. Puedo pedirte que estires tu mano huesuda y que la pongas encima de mi hombro porque yo mataría a cualquiera que intente impedirlo. Soy al mismo tiempo una mujer grande y una niña y un animal mitológico que vuela y muerde y escupe fuego si quieres. Tú, eres un pequeño dios.

Hay cosas abuelita, que se tienen que decir en público para que tu chico te escuche. Chico, mi chico, tú sabes quién eres.

19 de junio de 2012

-tú crees que puedas besarme antes de que comience la película?
-cómo te llamas, hijita?

el beso apretado, acelerado porque la fox y los reflectores y en cualquier momento empieza la película y uno u otro podría perderse los primeros indispensables segundos. entonces yo aparto la boca, la relajo y retrocedo la cabeza hacia mi asiento. él se queda donde estaba pero su mano (desde cuándo tengo esta mano en la nuca?) acompaña a mi nuca hasta la posición inicial. luego saca la mano y me dice

-cuéntale a tus amiguitas.

3 de junio de 2012

animal- y si, todos leímos lo mismo de chicos




Hay un animal afuera. En esta historia no hay señorita Andree ni nada parecido, solo hay un animal enorme que bufa o relincha o quizás gime del otro lado de la pared. No es fácil estar en medio del bosque a pesar de lo que una diga. Primero, tiene una que aprender a caminar sin zapatos y pretendiendo no tener miedo. Eso cuesta una o dos cortadas de mediana a grave intensidad en las plantas de los pies, pero es una especie de pagada de piso. Nadie que quiera estar y sobrevivir tranquilo en este lugar, puede tener los pies inmaculados. Lo segundo es no tenerle miedo a las arañas y lagartijas. No tenerle miedo a los grillos que se te avientan al pelo porque tu pelo negro es un mar en el que se refleja la luz y ellos tienen sed, o hambre. Sacar los bichos, matarlos o no dependiendo del ánimo [vete], dejarlos ir por pena, ecologismo o sentirse un ser superior que le perdona la vida al resto. Lo tercero es escuchar a los pájaros, entender a los pájaros y hacer que los pájaros la entiendan a una. Los pájaros son seres independientes pero están hechos para entender que los humanos no lo somos. El pájaro marrón que camina, por ejemplo, no entiende cuando me ve echada en la hamaca sin nadie alrededor y se pone a gritarme cosas. Yo, como es obvio, no lo entiendo. El pájaro marrón se aburre de gritarme y yo de no entenderlo y finalmente guardamos silencio. Sólo se escucha la campanita del móvil que cuelga del borde del toldo de caña haciendo tilín cada cierto rato y la leve, mínima aspiración que doy a cada calada de cigarrillo [por qué].

Se aprende todo, por aquí. Se aprende por ejemplo, que a los perros no les gusta que los burros pasten cerca de la casa. Ni los perros ni los burros, son míos. Los burros vienen porque la lluvia trajo monte y de comer eso viven [qué pasó?]. Los perros vienen a la casa porque estoy yo y les compro Mimaskot a granel; eso los hace sentirse responsables de perseguir a los burros para que no se acerquen.

Hay un animal enorme fuera de la casa. He hecho creer a la otra habitante que es un animal sin importancia, sin embargo tengo miedo porque parece ser un animal gigantesco. Cuando encontré la tarántula entre mis pies, pensé que era poca cosa y la saqué envolviéndola entre un taper y tres hojas de papel periódico. El día que cerré la puerta del baño y estaba la enorme rata trepando las paredes y amenazándome, acallé el grito para no asustarme ni asustar, luego abrí la puerta y salimos la rata y yo al mismo tiempo, gritando en humano y en rata.

El animal que está afuera no [mentiroso]. El animal que está afuera da gritos que no se entienden. Podrían ser gemidos de placer, gritos de auxilio o de guerra. Espera entre canción y canción y lanza alaridos. Las primeras veces la otra habitante dijo, escucha, ahí está y yo escuché. Como las puertas estaban abiertas por el calor, salí al dintel y me paré en pose muy macha a enfrentar al animal, pero el animal no estaba, sólo estaba su grito loco llenando el espacio. Cuando no lo vi, traté de dar unos pasos dentro del bosque únicamente con la linterna de un encendedor, rogando en el fondo que no aparezca, y no apareció. Después decidí cerrar esa puerta y un rato después, cuando los gritos aparecieron del otro lado de la casa, la otra.
Cuando dormimos, el animal se acerca a las ventanas y grita. Grita toda la noche y creo que las dos fingimos estar durmiendo porque ninguna persona con un dedo de frente podría dormir con la amenaza de que el animal entre por la ventana [eres mucho menos importante de lo que crees]. El animal goza de mi miedo y goza del susto y goza del miedo de la pobre Alicia que vino a acompañarme sin saber que vino a enfrentarse a la amenaza de ser comida por un algo inmenso y sin rostro que podría entrar a la casa en cualquier momento y que avisa a gritos que está ahí, al lado nuestro siempre.

De día vamos a la tienda y al panadero, comemos chicharrones y carnes secas, hablamos con los lugareños. Apenas cae la noche cerramos las puertas y bebemos vino. Ponemos la música cuán fuerte se pueda, bailamos y nos reímos de lo vivido. Yo no se si ella se da cuenta pero por las noches [decídete y habla conmigo] el animal se acerca cada vez más. Anoche me gritaba en el oído al borde de la cama antes de dormir.

Esta no es una historia de conejitos, hay un animal enorme que se acerca cada día más y nosotras pretendemos que no existe.

28 de mayo de 2012

bala


Me levanto sin ganas porque sueño todas las noches con que los presos bajo palabra entran a asaltar la caja justo cuando yo estoy vendiendo unas loterías. Se que es una estupidez pero voy todos los días al trabajo como quien va a la guerra, a esperar las balas de los presos rabiosos que trabajan en la ladrillera de enfrente. Ya los conozco, por eso tienen caras específicas y acentos y tonos de voz y hasta ropa real cuando duermo. Tengo miedo pero no me voy a dejar, por eso me visto y salgo a luchar contra la nieve desde Garfield hasta Saddlebrook. Me quito el saco, me pongo el mandil blanco percudido y procedo a preparar dos jarras de café, a lustrar la fruta y a refrescar los muffins semi muertos que ofrecemos como recién horneados. Grow fresh coffee pots, se dice.

Lo he visto todas las mañanas desde el día que entré a trabajar en ésta cafetería.  Gus, como es común, le gritó mi nombre el primer día.

-Esta es Sandrita, la peruana que reemplaza a nuestra vieja moza. Sandrita, be good to the Joes.

Mientras atiendo a las mesas que dan a la ventana, veo una van gris y vieja que dice Joe´s Plumbing. En la barra Joe y Joe, el primero un hombre de unos cincuenta años, canoso y alegre vestido con un jumper azul. Al lado suyo un chico de veinticinco usa un jean viejo, camisa de franela y debajo de ella, un polo. Amarrada al cinturón una especie de cartuchera de cuero, botas. Tiene poco pelo y es un evidente italiano americano. El pelo que le falta, falta en la frente. Bajo la frente unos ojos negro profundo y un poco más abajo una sonrisa de saludo. Si sabes cómo todo se detiene, cómo todo para unos segundos cuando miras los ojos de Joe Jr, no? Be good to the Joes.

Dentro de la cafetería todo es un poco rosado, supongo que por el color de la fórmica que baña la barra y los asientos de cuerina. Afuera la nieve no para, pero soy la única a la que le importa. Ponerse el mandil, refill the kétchups. Luchar contra el enemigo, quitarse el mandil y volver a la casa. Ensayar todos los días una sonrisa diez minutos antes de la llegada de Joe Jr. Practicar en el espejo del baño la cara que hará que al fin me diga algo, nada, algo lo que sea. Cambiar con Katherina la plaza, ella a las mesas y yo a la barra porque ahí se sienta mi chico. Complicidad con la rumana todos los días hasta casi no tener que hablarnos, aprender que el rumano y el español suenan casi igual. Pelear con Gus porque el griego y el español también suenan parecido y el maldito viejo ya vió la cara que pongo cuando se estaciona la van gris en la puerta cubierta de nieve, las manos que tiemblan, los platos que se caen.

Joe ahí, sentado. Pretendiendo siempre interés en mis estudios, en mi vida, preguntando cosas intercalado con su viejo. Yo no perdiendo la sonrisa nunca, pregunto detalles de gasfitería. A las siete y cuarenta y cinco todo se acaba, los dos tienen que salir a enfrentarse al trabajo y a mi me quedan nueve horas más de mandil, de sal, pimienta y clam chowder. Le damos falsa comida casera a gente sola. El país de la libertad es un país de solos que vienen a buscar una casa a esta cafetería rancia.

Tus ojos, tus solos ojos Joe Jr, me han puesto aquí. Tus tres preguntas de cumplido, la propina proporcionalmente enorme con respecto al precio de tu desayuno. La ilusión entra por la puerta todos los días a las siete y a las ocho ya se ha ido. A las nueve entra por la puerta golpeando uno de los presos de la ladrillera de enfrente, el que tiene un problema de dicción y lo que yo entiendo como un leve retraso mental producto de un balazo. Se acerca a la caja donde le estoy dando boletos de lotería a Kay, la viejita que tiene una hermana con alzheimer, y me dice rápido que los latinos están planeando robar la caja, que abandone el trabajo, que me lo dice porque le caigo bien. Luego sale rengueando porque ha cruzado la pista sin pedir permiso a su parole officer. Le cuento a Gus asustada y aunque le preocupa, no parece hacerme mucho caso.

Esa misma mañana Joe Jr me ha dicho Sandra, quiero mostrarte algo. Abre la billetera y saca la foto de una niñita de unos tres años que tiene esos mismos ojos oscuros. Sonrío y lo felicito, luego se va.

Duermo todas las noches soñando con los latinos que me amenazan cuando salgo de Saddlebrook hacia Manhattan a estudiar un curso fulero y luego dormir y de nuevo ellos gritando y disparando. Salgo todos los días a esperar la llegada de Joe a las siete y verle los ojos cuarenta minutos o con suerte más, nunca menos. Espero pacientemente la bala y ruego que los latinos aparezcan a romperlo todo pasadas las ocho.





4 de mayo de 2012

2012


Una cascada es una caída de agua que sucede porque el río baja para desembocar en algún lado cuando de pronto en su camino encuentra un escalón de proporciones diversas y el agua cae y las chicas lindas de la zona se bañan debajo del chorro en minúsculas o nulas prendas para divertirse o divertir a los mirones.

Una catarata es un festival de cascadas que se encuentran en determinado sitio y que, además de la precipitación geográfica en forma de escalón, tienen en el camino del agua una superficie rocosa y antes de eso una bajadita que hace que el agua se zambulla primero y luego salte sobre la roca para poder pasar. No se ni llego a imaginarme si el agua sabe que pasada la roca hay un precipicio por el que va a resbalar hasta reventarse abajo. Puede que no lo sepa y puede que si, que lo haga adrede. Tendría que estudiar el tema.

Cuando uno se acerca a la catarata, el tiempo empieza a ir más lento. Mientras más cerca de la catarata estás, más lejos se pone la catarata, por ejemplo. Si estás a cien metros, caminar esos cien metros toma una eternidad. Ya cuando llegas y te paras a ver, el agua te grita cosas directo a las orejas. Te dice salta por una y no saltes por la otra. Te dice aquí debería acabarse el mundo y no se refiere a tu mundo, se refiere al mundo geográfico. Como decir éste es el fin de la tierra y de lo terrestre, cosa que hay que aceptar de buena gana porque la sensación lo vale.

El agua salta como una loca suicida y el lugar en donde cae no lo ves. No lo ves porque se forma una nube abajo que te impide siquiera adivinar en qué termina eso. Abajo es arriba, donde cae el agua está siempre.

20 de marzo de 2012

con las platinas hacemos gatitos



Como los bombones surtidos en un orden específico. Primero –y esto sujeto a que vengan en la bolsita- unos largos rellenos llamados gaufrette. En muy pocos lugares venden bolsas sólo de gaufrettes, si las vendieran en todos lados yo no tendría que estar haciendo esta enumeración vaga. Segundo voy por los envueltos en platina naranja, que son los de crema de chocolate. Luego vienen los de dulce de leche y nueces del Brasil, mazapán y coco. Casi sin ganas paso a los rellenos de tofi –que llaman taffy- y turrón de alicante. Finalmente quedan al lado del empaque roto en medio de la desesperación y rodeados de platinas aplastadas, los bombones rellenos de menta. Odio la menta, para mí es como besar a una vieja que esconde mal aliento.

Viven ahí los bombones de menta envueltos en sus platinas plateadas. En la mesa de la tele, en el estante de la cocina, en el mueble que uso como mesa de noche. Isabel no los bota porque debe suponer que son los que me guardo para el final porque son los que más me gustan. Es probable que realmente no los bote porque conoce de mis momentos de ansiedad. Yo no los boto porque no está en mi naturaleza echar a la basura un dulce, aunque tenga sabor a jarabe de anciana. Se quedan ahí, muditos a ver qué pasa.

Entonces un día te levantas de mi cama y miras el desorden sobre la mesa. Ojos en las platinas me dices ¿puedo? Y yo te digo si, pero son de menta.

Pasa esta cosa en Lima y es que los chocolates se azucaran, se ponen blancos y mates. La grasa se separa del azúcar y el cacao se va por su cuenta o algo extraño que ocurre en las bodegas y supermercados de la ciudad capital. Abres el bombón, estiras la platina perfectamente, como una toalla. Lo sientas ahí justo al medio, lo miras y entonces te pones el índice en la boca y lo mojas. Luego con gran paciencia y respeto pasas el dedo por todo el chocolate y lo pules, lo haces brillar como un chocolate hecho de sol y lo vuelves a sentar ahí en su trono de plata. Lo tomas y muerdes más allá de la mitad, con un trocito de chocolate con menta en la mano dices ¿quieres? y yo asiento. Claro que quiero.








*foto y gatitos por victor castro.

19 de enero de 2012

EL NIÑO DEL CUSCO

Este es un documental de 57 minutos que hicimos Ricardo Ayala (anti) y yo en Cusco a lo largo de tres años.
Cuando al fin estuvo listo en el 2010, los dos caímos en una breve depresión sin saber qué hacer con nuestras vidas en adelante.
Gracias al Niño Compadrito por revelársenos.

3 de enero de 2012

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Bad Ed


No me ha molestado totalmente ninguna de estas mañanas levantarme antes de que amanezca, darme una ducha y buscar algo cómodo que ponerme para pasar el día. Me ha dolido, confieso que a veces, el clima de afuera de la casa. Salir y sentir un frío horroroso, ponerme un saco grueso, subir al auto y esperar a que caliente durante largo rato para luego prender los limpiaparabrisas que arranquen la nieve dura del vidrio. Luego esperar a que todo funcione bien para que Pedro esa mañana y todas las mañanas me lleve a Gus´s Grill manejando diez minutos.

No hablamos o creo que casi no hablamos porque él sale de la casa sonámbulo a cumplir conmigo, a llevarme como todos los días a las cinco de la mañana a la cafetería donde trabajo. Hemos pasado o vamos a pasar muchos meses sin decir nada porque decir cosas conlleva a volver a las mismas discusiones. Yo prefiero trabajar como una mula y él prefiere trabajar poco y meditar. A veces vuelvo al town house después de un día de trabajo y una noche de estudio, extrañando mi casa y las calles de Lima pero él prefiere meditar. Se sienta en flor de loto en la sala y se queda así por horas.