No me ha
molestado totalmente ninguna de estas mañanas levantarme antes de que amanezca,
darme una ducha y buscar algo cómodo que ponerme para pasar el día. Me ha
dolido, confieso que a veces, el clima de afuera de la casa. Salir y sentir un
frío horroroso, ponerme un saco grueso, subir al auto y esperar a que caliente
durante largo rato para luego prender los limpiaparabrisas que arranquen la
nieve dura del vidrio. Luego esperar a que todo funcione bien para que Pedro
esa mañana y todas las mañanas me lleve a Gus´s Grill manejando diez minutos.
No hablamos
o creo que casi no hablamos porque él sale de la casa sonámbulo a cumplir
conmigo, a llevarme como todos los días a las cinco de la mañana a la cafetería
donde trabajo. Hemos pasado o vamos a pasar muchos meses sin decir nada porque
decir cosas conlleva a volver a las mismas discusiones. Yo prefiero trabajar
como una mula y él prefiere trabajar poco y meditar. A veces vuelvo al town
house después de un día de trabajo y una noche de estudio, extrañando mi casa y
las calles de Lima pero él prefiere meditar. Se sienta en flor de loto en la
sala y se queda así por horas.
Normalmente
cuando Pedro medita yo estoy partida en cuatro. Me duele no dormir casi nada
pero sobretodo me duele la espalda de cargar bandejas con cuatro o cinco platos
de fondo. Cuando no son bandejas son los platos acomodados en una mano. Si eres
moza de un lugar tienes que saber cargar los platos. Si eres una buena moza,
puedes cargar dos platos sin perjudicar sus contenidos en una sola mano, pones
la palma hacia arriba y sostienes uno con el índice, el medio y parte del
pulgar. Una vez conseguido esto, te sobra pulgar para sostener el borde de otro
plato. Con la ayuda de alguien de la cocina consigues la misma hazaña con la
mano izquierda y luego se vuelve mecánico.
Todo se ha
vuelto mecánico. Ya casi no hablamos del motivo por el cual huimos de Lima
hacia Nueva Jersey, sólo usamos la poca plata que él gana y la que yo gano para
salir de compras los fines de semana. Yo por ejemplo, me he comprado un saco de
gobelino con peluche rojo que nunca voy a usar y que un día donaré a la
caridad. Él ha comprado varios pares de suecos, zapatos totalmente inútiles y
zen que lleva usando meses, entre su trabajo a medio tiempo y sus largas horas
de meditación en las que no me habla. Así pasan los días en Garfield y así paso
mis horas.
Ed no se en
qué trabaja pero llega todos los días a la cafetería entre las ocho y las
nueve, sin saludar. Como Ed, Edward y Eddie son nombres muy comunes en la zona,
Gus le dice Bad Ed cuando estamos a solas. Bad Ed, dice Gus, está molesto desde
que su mujer murió. Es un gringo tipo que debió haber sido guapo cuando joven
pero que ya fue comido por las arrugas, el pelo amarillo y la falta de dientes.
Viste algo parecido a una camisa de las que usan en los bolos y suele estar
mugroso. Todas las mañanas pide jam and egg on a roll, que es como un pan con jamón y huevos. Luego grita
de mala manera espiquei, que es como
en inglés dicen sal, pimienta y kétchup. Yo lo odio y le temo desde mi primer
día en Gus´s Grill.
Esa mañana
Bad Ed ha llegado de malas. No sólo no ha dicho hola sino que ha pedido algo en
inglés ininteligible, escupiéndomelo en la cara.
-Perdón?
-Ya me
oíste- dice con un tono insoportable.
-Repítelo
Ed porque no te he entendido.
Ya Joe, el
gasfitero italiano y su hijo Joe Jr. a quien amo grave y platónicamente están
en la barra a su lado. Joe Jr. voltea sorprendido por el volumen de la voz del
viejo cascarrabias.
-Malditos
sean, inmigrantes. No contentos con contaminar nuestro país, vienen sin saber
entender inglés.
Yo siento
que toda la cafetería se ha puesto en silencio y que todos nos miran, pero
sobre todo que Joe Jr., a quien espero ver todas las mañanas como una
adolescente, ha quedado perplejo y expectante.
-Qué?-le
digo esperando oír una disculpa.
-Que
ustedes, putos foráneos vienen a mi país sin saber hablar mi lengua.
-Cierra tu
sucia boca, viejo de mierda. Que tu mujer se haya ido y que vivas en un maldito
tráiler no es mi culpa. Ahora dime qué porquería vas a comer, pero dímelo como
si tuvieras dientes.
-Jamón y
queso, espiquei.
Esa mañana
no pude hablar con Joe Jr.. La van de su papá se fue mientras yo estaba en la
cocina apurando a Bill que desde la plancha preparaba en sándwich que Ed
comería en su casa de fierros.
Me pregunto
si haber venido así estuvo bien. Quiero que acaben las largas jornadas de
meditación de Pedro. Todas las tardes junto todas las botellas de kétchup y
relleno con los conchos otras botellas porque cuando el kétchup está a
temperatura ambiente, no debe ser mezclado con kétchup de la refrigeradora
porque acelera la descomposición. Los fines de semana con mi sueldo y las
propinas, compro ropa que nunca usaré.
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