18 de febrero de 2008

Un minuto, Carlos.

Cuando muere alguien cercano suelo quedarme inmóvil. Como esas veces en que uno abre los ojos pero no está muy claro si es crepúsculo o alba, y entonces se queda como en blanco durante unos segundos, sin saber qué hacer.

Mi tío Carlos se reía de ésta columna pero la leía, como hacía –me aventuro a asegurarlo- con todo impreso que cayera en sus manos, porque estar informado era para él una necesidad y una afición que le permitía tener una opinión formada con respecto a casi cualquier tema que saltara sobre la mesa. Luciéndome en mi papel de sobrina confianzuda y caradura, nos enfrascábamos en polémicas interminables, frente a frente o vía telefónica, que desembocaban en una única y tácita moraleja: Compartíamos el nombre y el apellido, tanto como la obstinación.

En el 2007 recibí varias llamadas suyas. Estaba interesado en estudiar muchos temas. Recuerdo específicamente que conversamos sobre combustibles alternativos. Una nueva maestría o doctorado, pero sobretodo estudiar, saber, conocer un poco más. Una de las últimas veces que hablamos me dijo, de gratis y con una decisión al hablar que era su característica, que me quería. Con el teléfono en la mano y desde la oficina, me arrugué todita y cambié corriendo de tema, asustada como si me hubieran contado una infidencia. Antes de colgar le dije veloz que lo quería, sin tener claro si alcanzó a escucharme.

Le haría gracia -tengo una sobrina un poco loca a la que le han dado una columna para que diga cualquier cosa, habría dicho- saber que hoy a pocas horas de verlo después de mucho y por última vez, empleo este espacio para hablar de cosas que son sólo mías. Como que tengo mucha pena de no discutir y perder más batallas frente a él -por razón o cansancio-, o que su ausencia me duele más que por mí, por mi abuela, mi papá y mis primos, sus hijos que ya son gente adulta y muy buena, a quienes espero conservar cerca para ejercitar debates heredados.
Y una última cosa por si no se oyó: te quiero y te voy a extrañar.

1 comentario:

sushi punk dijo...

lo importante es que lo dijiste, y seguramente te escuchó.