3 de marzo de 2008

desde que pintaron la oficina se ha vuelto una especie de pecera azul que se ve desde la benavides, una vez que afuera es de noche y adentro se prenden las luces. por eso, tengo especial cuidado de no andar ventilando manías desconocidas mientras trabajo, de seis y media en adelante, para evitarme el peep show de regalo a vecinos y guachimanes.


muchas noches paso por la puerta de mi trabajo de noche camino a higuereta. de ellas, casi todas veo la luz de mi oficina, que no comparto con nadie, encendida. la semana pasada también pude divisar una cabecita a lo lejos, por lo que detuve el auto y me estacioné frente a mi propia ventana. Esperé.


La señora de la limpieza, auricular en mano, se despachaba hablando de lo más feliz por teléfono mientras leía mis papeles y revisaba mis cosas. Diez, quince minutos me debatí entre aparecer de sorpresa y pillarla con las manos en la masa (mis chocolates, mis apuntes, mis caramelos de chicha, mis documentos privados y el teléfono hacía tanto) o seguir de largo. Ya hacía demasiado que me faltaban chocolates enteros, así que me decidí a entrar, con ropa de vestir y slaps. Choca con lo que quieras Eustaquia, pero a mis dulces los respetas.



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