12 de mayo de 2008

avistamiento

La noche que Jesucristo tomó la mano de Freda, ella me miraba con susto porque finalmente no era una caricia que ella hubiera pedido. Yo eso, lo de Cristo con la mano de Freda entre las suyas, lo veía venir desde el primer día, cuando apareció frente a nosotras con el estruendo de los camiones y buses, con el ladrido de los perros.

De su boca supe que viaja por el mundo, pero fue en Zorritos un verano del dos mil uno cuando lo vimos por primera y última vez. Honestamente tenía más de ZZ top y de camionero que de rey de los judíos. Lucia la mirada de bondad de la que hablan cuando sus ojos se dirigían hacia mí, hacia el horizonte, hacia los perros pelados que andan por todas partes. Cuando posaba sus ojos sobre Freda era distinto; ella era la elegida, feliz o nó, para ser el blanco de los afectos divinos. Con la piel morenita y los ojos grandes, Jesucristo no hizo sino verla y gritar ¡Janet Jackson! para de inmediato iniciar el asedio.

Religión y mercadeo, eso define el discurso con el que respondió a las dudas de mi fé.

El señor no era hijo de un carpintero sino que había vivido toda la vida en un trailer. La vida en una caja de fierro hasta que hubo llegado la iluminación. Así un tipo como un Juan Pérez o un John Smith, había pasado la buena a sus vecinos de trailer y éstos, apóstoles en camiones, la transportaron junto a los ladrillos, naranjas o lo que sea que llevaran de costa a costa en el país de la libertad. Pronto los cheques, Money orders y el efectivo de pecadores en busca del perdón, llegarían desde Indiana, Illinois, Nevada, Nebraska y otras ciudades que ni el mismo dios conoce.

Name Jesús, Last name Christ. Tomás de Aquino nunca se imaginó leer algo así en un documento azul, y yo necesitaba ver para creer. Era cierto, en el pasaporte que lo había traído al norte del Perú, ese era su nombre, y ésta era la gira por el mundo que este gringo barbudo y con pinta de más vivo que el de las estampitas, había iniciado meses antes. Tenía unos cincuenta años, vestía polo con las mangas cortadas, jeans hechos bermuda con los dientes, y mostraba tatuajes a quien se lo solicitara.

En un brazo a cactus. Peyote, San Pedro, preguntaba yo. No, just a cactus, decía el. En la espalda un pez. A fish. Merlín, Pez Espada, Barracuda, preguntaba tratando de encontrar todas las respuestas. Any fish, decía Cristo. Una vez más, la palabra del señor me negó explicaciones.

Como una extensión de sus dedos llevaba en la mano derecha siempre una tacita de metal con tapa. De lunes a viernes se dedicó a pintar sobre unas cartulinas a la orilla del mar el paisaje. Recreó el mundo como quiso que se viera varias veces y por las noches venía a mostrárselo a Freda, como intentando convencerla de algo. Después del trabajo de cinco días, un sábado llegó a la puerta de mi casa muy temprano y vociferó llamándola. Ella tenía recién un mes en el ICPNA y no entendía muy bien de qué iba ese gringo peludo que podría ser su padre. Pero como tocada por el espíritu, lo acompañó a la orilla y presenció el último día de la creación. Luego volvió a la casa habiendo descubierto que en la tacita se sucedían litros de ron de ínfima que definían los trazos en la imaginación y el papel.

Esa noche de sábado fuimos juntos a la discoteca El Refugio, y Cristo bailó Paulina Rubio y Shakira sin parar, incluso a pesar de que llevaba dentro hectáreas enteras de caña hechas ron. Luego al amanecer, tomó la guitarra que viaja con él, y rascó unos blues.

I love you in the morning
I love you in the evening
I love you
all day long
…with love of the Lord….


Esa última noche Janet Jackson se le escapó por sexta vez en una semana y el domingo Jesucristo descansó, exhausto de una semana de creación y alcohol.
Recién por la noche del día siete, apareció con la tacita llena y cara de despedida. Cenamos juntos sentados en la barra de un hotel y no en una mesa para trece. Nos despedimos tarde y el lunes ya no estaba.

Hemos esperado que regrese desde entonces, como dice la palabra. Lo hemos buscado en Internet y debajo de las piedras. Yo fui una incrédula sin miedo y Freda declinó una invitación al paraíso.

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