20 de abril de 2009

en lo que se me va la vida.

Me despierto a las siete aeme y siete con tres segundos voy y prendo la tele a ver qué pasó. Todas las mañanas me pregunto cómo puede haber un segmento deportivo tan largo y por qué está simultáneamente en todos los canales. Cambio a rpp y siempre, todas las mañanas, está un señor aburrido que habla sobre economía sin figuritas. Tomo el espejo de aumento que está en la cachina que flanquea el lado izquierdo de mi cama para fijarme si es un día de pocas o muchas ojeras. Normalmente determinar eso me toma tiempo, por lo que a las nueve y media salto de la cama como una loca hacia la ducha donde casi todos los días falta champú, o reacondicionador, o el jabón es del tamaño de un goldfish, pero me las arreglo y luego me seco al vuelo y deshago todo el closet para ponerme cualquier porquería y al final le pongo comida al perro y subo al techo a ver que tenga agua y cierro todas las puertas para que el bien alimentado animal no me rompa todo.

Salgo y saludo a Gonzalo, el nuevo portero que temo que no gusta de mí. Hoy manejo a recoger al socio y vamos a compuplaza a comprar hardware y entre otras noticias, el cajero globalplus de ese lugar no funciona, pero saco de otro cajero para pagar, mientras busco en el bolsito unas monedas que luego me sirven para ordeñarle a la máquina expendedora dos doña pepas y unas chips ahoy. Salimos y llevo al socio y a la nueva multifuncional de la empresa, a su casa.

Corro, no yo sino el auto, hacia mi trabajo. Una vez ahí saludo al portero que sí gusta de mí pero que olvida guardarme espacio en el estacionamiento, y dejo el auto a sesenta metros. Maldigo los zapatos que llevo puestos pero le sonrío a las secretarias que manifiestan que el courier no llegó por las invitaciones, pésimo augurio para el lanzamiento del libro el viernes que viene. Subo la escalera a pesar de los zapatos.

Son las once y un señor que piensa que yo tengo mucho poder y que seguramente con una llamada soluciono su vida, viene a pedirme oportunidades laborales. Lo atiendo con simpatía en serio. Cuando se va empieza la carrera de imprimir etiquetitas, corregir textos y delegar inutilmente tareas en las dos secretarias que felices se carcajean abajo. Escribo ocho correos. Con historiador de difícil trato, con ejecutiva de imprenta, con jefe de prensa de embajada, con coordinador, con asistente y con ex asistente, me comunico. Siento hambre pero chateo un poco con amigos y conocidos mientras espero que la máquina lenta donde trabajo administre las cuatro tareas que le pido por favor, que le ruego.

Salgo dos peme, me meto al auto ya presintiendo ampollas en los meñiques inferiores y tomo la Benavides hacia el macdonalds mas cercano. Pido comida y me quedo embotellada entre un auto que está en la ventana de pagar y el otro que está en la ventana de recoger. Aprovecho y llamo a mi madre que pide atención, pero como la llamo en el momento en que está almorzando, ya no quiere ni necesita mi atención. Tomo república de panamá hacia Barranco y en la esquina del cortijo recuerdo que ahí roban, entonces me pongo paranóica y escondo el bolsito debajo de las piernas pero luego me doy cuenta de que podrían robarme los wraps extra crispy y los escondo también pero a ellos debajo del asiento del copiloto, ese donde normalmente va dios.

Almuerzo y relajo un rato. Hablo por teléfono, eso sí, con asistente y con mamá, que ya sin la boca llena me quiere de vuelta. Hago planes de viajes, me engrío y como por arte de magia dan las tres cuarenta y cinco y tengo que montarme nuevamente en el auto destartalado y manejar de regreso al trabajo.

En el trabajo subo a la ofi cojeando pero nunca sin saludar a las secres del humor, me encuentro a mi jefe y entro la reunión semanal de un grupo de individuos llamado el comité.

Mientras el comité se reúne y yo doy informe de los avances alcanzados en materia de quien sabe qué, puedo darme cuenta de que mi atuendo es un lujo de pelos de perro rubio y gato plomo, pero aún con eso y el sueño y el pelo de semiloca, salgo airosa y muy profesional de tan importante cónclave. Vuelvo a mi oficina donde recibo y contesto mensajitos de texto y correos y chateo un segundo informando a mi prima que ya me voy a casa.

Tomo el auto y salgo a Benavides donde tengo que dar una vuelta enorme por Miraflores dado que pusieron una de esas señaléticas con flecha tachada justo en el lugar donde doy la vuelta a diario rumbo a casa. Llego a casa y en la reja saludo a Gonzalo que no me quiere ni siquiera porque tengo una cara de dolor de pie que no da más.
En la casa mi mascota que es efusiva y alegre me agarra a patadas apenas entro. Reviso si tiene comida y bebida y me tumbo en mi cama donde prendo la tele y la compu y llamo a la bodega a ver si césar me trae chocolate porque yo no doy ni un paso. Comiendo, posteo.

Son las siete de la noche y eso hice durante el día. Ahora que estoy en mi casa ojeo el twitter y pienso que las mujeres ocupadas tienen derecho a dejarse las piernas peludas siquiera un par de días.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

tienes twitter? agrégame. soy @lorna

Anónimo dijo...

twitter? aqui en la ofi, una amiga para en eso todo el dia, debe ser algo par alornas..
Carla me encanta como escribes, y me encantas tu...

lachica.

alaespaldadelarcomar dijo...

qué lujo, poder pedir torta de chocolate de la bodega de la esquina de Grau... dejé de ser barranquino y perdí ese privilegio (aunque yo iba caminando, pero bueno, son detalles...). quién como ud.!

Anónimo dijo...

eres demasiado divertida, aunq paresca q no y q andas nostalgica.. el modo en q el te desenvuelves y lo cuentas tan naturalmente es lo q me gusta de ti. de mujer a mujer, sin nada q esconder.eres preciosa.