22 de febrero de 2009

El culpable de todo me regaló un polo. Es morado y tiene tiritas. Lo vimos en una tienda y yo me lo probé y el no supo nunca que no me gustaba, pero como todo es su culpa lo compró de sorpresa y me lo dio al rato. Yo no quise darle la sorpresa de que el polo no me gustaba en color ni forma, por eso sonreí esa tarde caliente en medio de la calle con tiendas. Es todo lo que guardo de él, el polo morado con tiras que no uso nunca. Guardo también la culpa, la sensación de que debí decirle esa tarde de tiendas lo que me estaba haciendo, todo lo de mi vida que estaba matando ahí mientras me regalaba un polo envuelto en una bolsa negra. Bolsa negra y todo peinadito y perfumado el puto culpable ahí sin saber nada. Sólo yo sabía. Sabía y me la jugué mal.
El inocente y el culpable han salido de escena y sólo quedamos éste polo morado y yo y la noche de un viernes inútil. Me lo pongo para dormir porque soy incapaz de salir con éste polo feo y con la culpa y con el culpable como un muerto que habita en un polo ridículo. Me lo pongo porque merezco tener pesadillas.