25 de septiembre de 2008

Una aprende cosas a diario sí, y ayer fue el día en que me tocó aprender a empujar el auto con la puerta abierta y al mismo tiempo dirigir el timón. ¿Por qué pasó eso? No tengo ni idea, pero prendió a tiempo para que abi y yo llegáramos a mi casa con la torta y las alas de ale. Una se pone necia ciertas mañanas claro, y ésta decidí seguir deambulando en el auto malogrado únicamente porque al tratar de encenderlo arrancó, y yo preferí pensar que la plantada de ayer fue un hecho aislado e irrepetible producto de dios sabe qué, pero algunas cuadras después mi medio de transporte decidió cantarse una especie de sevillana con palmao y castañuelas. Así que hago lo de siempre, que es llamar a la casa de mi madre y endosarle el problema a quien conteste el fono, en éste caso Giovanna. Pregunta hace cuánto tengo la batería y calculo que tres años. Pregunta si no necesitará afinamiento o cuánto hace que no le pongo aceite, o agua. No sé, entonces ella se va con mi auto y yo me quedo a pie en metro donde compro coca zero y chocolates la ibérica, mismos que van desapareciendo adentro mío mientras viajo en un taxi con destino a miraflores pensando que todo sería mucho más sencillo si tuviera un auto a pedal.

1 comentario:

no decir dijo...

y una bicicleta?
a mí, nada me gusta más que no tener que manejar y llamar un radiotaxi, y salir de la oficina y sentarme atrás, dejar mi mente vagar y que sea otro el que tenga que lidiar con el caos y el tráfico de esta ciudad.
uhmm, me hiciste extrañar los dulces de la ibérica...