3 de junio de 2012

animal- y si, todos leímos lo mismo de chicos




Hay un animal afuera. En esta historia no hay señorita Andree ni nada parecido, solo hay un animal enorme que bufa o relincha o quizás gime del otro lado de la pared. No es fácil estar en medio del bosque a pesar de lo que una diga. Primero, tiene una que aprender a caminar sin zapatos y pretendiendo no tener miedo. Eso cuesta una o dos cortadas de mediana a grave intensidad en las plantas de los pies, pero es una especie de pagada de piso. Nadie que quiera estar y sobrevivir tranquilo en este lugar, puede tener los pies inmaculados. Lo segundo es no tenerle miedo a las arañas y lagartijas. No tenerle miedo a los grillos que se te avientan al pelo porque tu pelo negro es un mar en el que se refleja la luz y ellos tienen sed, o hambre. Sacar los bichos, matarlos o no dependiendo del ánimo [vete], dejarlos ir por pena, ecologismo o sentirse un ser superior que le perdona la vida al resto. Lo tercero es escuchar a los pájaros, entender a los pájaros y hacer que los pájaros la entiendan a una. Los pájaros son seres independientes pero están hechos para entender que los humanos no lo somos. El pájaro marrón que camina, por ejemplo, no entiende cuando me ve echada en la hamaca sin nadie alrededor y se pone a gritarme cosas. Yo, como es obvio, no lo entiendo. El pájaro marrón se aburre de gritarme y yo de no entenderlo y finalmente guardamos silencio. Sólo se escucha la campanita del móvil que cuelga del borde del toldo de caña haciendo tilín cada cierto rato y la leve, mínima aspiración que doy a cada calada de cigarrillo [por qué].

Se aprende todo, por aquí. Se aprende por ejemplo, que a los perros no les gusta que los burros pasten cerca de la casa. Ni los perros ni los burros, son míos. Los burros vienen porque la lluvia trajo monte y de comer eso viven [qué pasó?]. Los perros vienen a la casa porque estoy yo y les compro Mimaskot a granel; eso los hace sentirse responsables de perseguir a los burros para que no se acerquen.

Hay un animal enorme fuera de la casa. He hecho creer a la otra habitante que es un animal sin importancia, sin embargo tengo miedo porque parece ser un animal gigantesco. Cuando encontré la tarántula entre mis pies, pensé que era poca cosa y la saqué envolviéndola entre un taper y tres hojas de papel periódico. El día que cerré la puerta del baño y estaba la enorme rata trepando las paredes y amenazándome, acallé el grito para no asustarme ni asustar, luego abrí la puerta y salimos la rata y yo al mismo tiempo, gritando en humano y en rata.

El animal que está afuera no [mentiroso]. El animal que está afuera da gritos que no se entienden. Podrían ser gemidos de placer, gritos de auxilio o de guerra. Espera entre canción y canción y lanza alaridos. Las primeras veces la otra habitante dijo, escucha, ahí está y yo escuché. Como las puertas estaban abiertas por el calor, salí al dintel y me paré en pose muy macha a enfrentar al animal, pero el animal no estaba, sólo estaba su grito loco llenando el espacio. Cuando no lo vi, traté de dar unos pasos dentro del bosque únicamente con la linterna de un encendedor, rogando en el fondo que no aparezca, y no apareció. Después decidí cerrar esa puerta y un rato después, cuando los gritos aparecieron del otro lado de la casa, la otra.
Cuando dormimos, el animal se acerca a las ventanas y grita. Grita toda la noche y creo que las dos fingimos estar durmiendo porque ninguna persona con un dedo de frente podría dormir con la amenaza de que el animal entre por la ventana [eres mucho menos importante de lo que crees]. El animal goza de mi miedo y goza del susto y goza del miedo de la pobre Alicia que vino a acompañarme sin saber que vino a enfrentarse a la amenaza de ser comida por un algo inmenso y sin rostro que podría entrar a la casa en cualquier momento y que avisa a gritos que está ahí, al lado nuestro siempre.

De día vamos a la tienda y al panadero, comemos chicharrones y carnes secas, hablamos con los lugareños. Apenas cae la noche cerramos las puertas y bebemos vino. Ponemos la música cuán fuerte se pueda, bailamos y nos reímos de lo vivido. Yo no se si ella se da cuenta pero por las noches [decídete y habla conmigo] el animal se acerca cada vez más. Anoche me gritaba en el oído al borde de la cama antes de dormir.

Esta no es una historia de conejitos, hay un animal enorme que se acerca cada día más y nosotras pretendemos que no existe.

1 comentario:

renato perazzo dijo...

oí que a esos bichos gigantes los espantabas poniendote margaritas en los oídos antes de dormir, pero nunca hice la prueba