25 de enero de 2008

SABOR NACIONAL

Ver a Teresa Ocampo en mis tempranos años develaría dos verdades que me acompañan hasta hoy. Eran tiempos en que la tele era nacional y el recetario Que Cocinaré era la biblia del ama de casa. Para empezar, supe que no importa que tan al pie de la letra siga la receta, siempre el cocinero en pantalla lo hace mejor; lo segundo fue descubrir mi condición de voyeur gastronómica crónica.

Hoy la caja ponzoñosa despliega contra la endeble voluntad de su audiencia las mismas prácticas que las huestes realistas usaron contra José Gabriel Condorcanqui, consiguiendo que nos dividamos, por un lado viendo culposos las horas de transmisiones dedicadas a ejercicios y vida sana (fajas de yeso, enterizos oculta rollo, ab-shapers, batidos, vinagres y otras cataplasmas que te convertirán como por milagro en tentación de adanes y envidia de evas), mientras que por el otro devoramos con los ojos aquellos programas gozadores que se regodean en la concupiscencia y nos mantienen embobados frente a la preparación y búsqueda de los más exquisitos manjares a lo largo y ancho del globo terráqueo. Coexisten en la naturaleza del individuo ambos, el Dr. Jeckyll y su amigo Hyde. Casi a la misma hora, la gulita alevosa y el sudoroso arrepentimiento.

En todas partes se cuecen habas, dice el refranero popular, lo que no aclara es que saben más rico y se cuecen con mejor gusto en la tierra que me vio nacer. Es por eso que el tema de la de la buena sazón y el orgullo nacional van de la mano y que a lo largo de las últimas décadas Teresas, Gastones Du Postres, Pedritos, Cuchos y Alfredos Mas Arroces, se han sucedido en las curules del parlamento culinario y farandulero de la República.

Algunos viernes futuros habré de ocupar esta columna con letras alusivas a aquellos personajes, héroes de las papilas gustativas nacionales. Mientras, continuaré cumpliendo -control remoto en mano- una condena autoimpuesta: devorar con los ojos el manjar más suculento, al mismo tiempo que mastico con desgano un pan con mantequilla.

1 comentario:

Fernando Velásquez dijo...

ja! qué hambre, no? a ver si un día en lima nos acabamos de ver y te cocino algo rico, con harta papa en la olla, teresa ocampo en el recuerdo y un cuerpo de adonis en el corazón.