16 de julio de 2008

happy days

Yo tuve un momento en el que estaba molesta.
Con mis papás y el parque automotor nacional; con los contenidos de la tele, con la locución de Ramírez Lazo y finalmente, con la lencería cónica que con desparpajo vestían las profesoras solteras de más de 50. Ese período iracundo coincidió con una etapa en el ámbito de la educación llamada secundaria.

La aversión contra el estudio, la puesta en duda de las capacidades de mis docentes, el querer ser punkie pero sólo poder usar un par de aretes y un lazo rojo en el pelo (reglas monjeriles que me alejaban sistemáticamente de mi imitación barata de Joan Jett). Ser Carla nadando en un mar de pattys y michelles, temer más que al diablo a una revisión de casilleros, escuchar Ilan Chester por los parlantes del bus del colegio desde la Planicie hasta la civilización, casi a diario y durante meses.

Yo no derramé una lágrima en la graduación. Las amables sisters me tuvieron del cuello todo el año porque no se graduaba aquella que tuviera menos de 16 en conducta. Once años de matrícula condicional finalizaron con un bimestre de 16 en conducta. No por mi madre, no por la tía male ni por las compañeritas y la unión de la prom (texto tan oído esos últimos tiempos). Mi abuela soñaba con esa graduación (no me pregunten por qué), y mi abuela tuvo su graduación. Obvio que como yo no llevaba a la perfección y con garbo el pasito fulero de Pompa y Circunstancia mientras subía al estrado envuelta en una toga alacranuda y coronada por un birrete, la encargada del evento me sentó casi detrás del telón, ubicación desde la cual pude alcanzar el vaso de agua que solucionó un grave ataque de tos de anilú morales, y así salvarle la vida, o algo parecido. Remataba el look un alegre par de tacos blancos.

Me tomé dos fotos mientras mis compañeras lloraban a mares y se abrazaban sin tener idea de qué harían unas sin otras, the spirit of vma. Le eché tierrita al árbol de la promoción, mismo que una hora después el jardinero cambiaría de lugar, y firmé aproximadamente quince libros de graduación con frases célebres. Todo lo anterior muy rápido con la intención de salir del lugar apenas se pudiera y enrumbar a comer kamlú wantán a un chifa cualquiera. Después del chijaukay, todo sería olvido.

Han pasado 17 años. Diez y siete, cuando me encuentro sentada en un café miraflorino en entusiasmada conversa y aparece una ex alumna igual que yo.

- Carla? Hola! Pensé que vivías en España…(aquí preguntas como te casaste, tienes hijos, donde trabajas, etc). Yo te recuerdo mucho, más que por el colegio, por el último día. Yo siempre leo el Golden (versión villamariana del librito de graduación). Te acuerdas de que me escribiste una dedicatoria el día de la graduación? Ella es Carla (a X, chico que la acompaña y que tiene cara de querer largarse ya), te hablé de ella, no? La dedicatoria decía: DEJA QUE LA DISTANCIA PONGA A PRUEBA NUESTRA AMISTAD.

Hoy dos mil ocho, y de la reciente cháchara con mi vecina de pupitre en quinto D, he podido descifrar que el 91 fue uno de mis peores años.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Por eso existe un colegio llamado "Los Reyes Rojos" que cualquiera que piensa como tú, es bien recibido.
Anónimo Reyrojino

Anónimo dijo...

El colegio no conjuga con la inteligencia. Querer saber es indisciplina. ¡gracias a dios que sólo dura once años y no toda la vida!

Enrike Brujo dijo...

Debí haber leido esa frase antes, está buenísima.

Anónimo dijo...

bueno blog.. sige asi

3 dijo...

bueno blog sige asi...

Anónimo dijo...

Buen TEMA y blog

Anónimo dijo...

increible. eres del villa maria y una excelente excepcion.

Anónimo dijo...

Creo que se que Carla eres...que kgue..nunca me voy a olvidar de mi ataque de tos!!!!..yo también fui unas de las amenazadas con el 16 de conducta...pase con las justas...un stress el cole!!
bye